VALÈNCIA. Mestalla, el estadio más antiguo de la Primera División española, cumple este miércoles 97 años con la posibilidad de convertirse en centenario al alcance de la mano, ya que cada vez son menos las opciones de que el nuevo campo del Valencia esté en condiciones de relevarle antes de mayo de 2023.
En la primera década del siglo XXI se presentó el proyecto de un nuevo recinto, moderno y bien equipado, cuyas obras se iniciaron en 2007 y se paralizaron hace once años, en 2009, por falta de capacidad para financiarlas.
Ninguna de las iniciativas planteadas desde entonces para la finalización del proyecto ha cuajado y el Valencia, tras varias ampliaciones y remodelaciones, juega en el mismo sitio en el que se midió al Levante el 20 de mayo de 1923 (1-0) en el partido inaugural de Mestalla.
Desde la fundación del club, cuatro años antes, en 1919, el Valencia había jugado en Algirós, un campo situado en las afueras de la zona norte de la ciudad, al otro lado del río Turia.
Mestalla, que recibió por su proximidad el nombre de una de las siete acequias que surgen del río y riegan la huerta, está cerca de donde estaba Algirós, pero más alejada del núcleo urbano, una zona que casi un siglo después se encuentra entre las más importantes de la trama urbana de la ciudad.
La compra del solar a principio de aquel año bajo la presidencia de Ramón Leonarte supuso un desembolso 316.000 pesetas (menos de 2.000 euros). Cuatro meses después, el terreno se había convertido en un campo apto para la práctica del fútbol.
Este estadio ha sido el escenario de casi toda la vida deportiva del Valencia, ha cogido partidos memorables, ha visto como el club festejaba sus éxitos y también ha sido sede de partidos de la Copa del Mundo de 1982 y los Juegos Olímpicos de diez años después.
Con seis títulos de Liga y ocho de Copa, junto a varios trofeos continentales (Copa de Ferias, Recopa, Copa de la UEFA o Supercoa de Europa), el equipo ha tenido continuidad en un recinto que a finales de los años veinte y tras su primera remodelación podía acoger a 17.000 aficionados.
La implantación del césped y la construcción de la tribuna fueron los hitos más importantes hasta el ascenso a Primera División (1931), pero quedó devastado tras la guerra civil, lo que obligó casi a una reconstrucción en 1939.
El Gran Mestalla y la iluminación de los años cincuenta abrió la puerta a los partidos nocturnos en una época en la que la riada que asoló la ciudad en 1957 obligó a un nuevo esfuerzo de rehabilitación del estadio.
Posteriormente, el campo cambió de nombre durante más de dos décadas. En los sesenta del siglo XX, pasó a ser Luis Casanova en honor de su presidente más emblemático y en los noventa recuperó su denominación nombre original.
Hubo un cambio de fisonomía en los últimos setenta de cara al Mundial de 1982, se colocaron vallas, que después se quitaron y se suprimió la general de pie.
Otras modificaciones se produjeron ya en los noventa y en el siglo XXI el recinto pasó a presentar su actual imagen en la que el verde del césped contrasta con el negro y el naranja, los dos colores predominantes en el estadio.
Ahora Mestalla, rodeado de edificios y en una zona de la ciudad que se prolonga mucho más allá de un estadio que hace 97 años no tenía nada alrededor, está a la espera del adiós, aunque buena parte de su afición confía en que no se produzca antes de que su casa futbolística llegue a ser centenaria en tan sólo tres años.