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Mestalla en el multiverso de Zuckerberg

4/11/2021 - 

VALÈNCIA. Lo bueno del momento del Valencia es que es sencillo adivinar los problemas que están por llegar. Lo malo es que llegan. El desarraigo planificado, buscando deslocalizar el club para que en apariencia pueda estar instalado en cualquier nube, para que no sufra la carga de responder ante el entorno más cercano, termina por desacostumbrar. Hablaba Segurola esta semana del modelo Disney que azota al Camp Nou provocando la desertización del estadio. Es una suma múltiple que responde a factores parecidos con contextos particulares en cada plaza. Una órbita, el fútbol europeo, que ha decidido prescindir de los aficionados locales ante la promesa de mayores réditos en puntos indeterminados de todo el mundo; el mismo afán que el multiverso de Zuckerberg. Ausentarse de la convivencia próxima en virtud de un beneficio algorítmico. 

Como resultado de ese desdén a la cercanía, una pérdida de piel y contacto. La propiedad de Lim, con el señuelo de Murthy al frente, ha explotado al máximo esa condición hasta despellejar al club de su corteza ambiental. 

Entre otras cosas, esto provoca dejar libre el camino para grupos de presión que buscan con el acercamiento al fútbol colocar sus consignas interesadas. Generar odio en un escenario hecho de ilusiones colectivas. Veremos revolotear estos días a los mismos hologramas dirigidos por los tramoyistas de la confrontación que en el pasado sembraron Mestalla de inquina. 

El contexto no les puede ser más favorable: desafección y silencio. Escaso activismo y sensación generalizada de que Mestalla no suena a Mestalla. Qué mejor -pensarán los artífices de este revival- que emerger como salvadores; los portadores del sonido, quienes traerán de vuelta el vociferio y el calor al viejo estadio. 

En el multiverso de Zuckerberg donde los aficionados ahora son fans y los militantes son consumidores de monedas virtuales que te dan acceso a elegir el nuevo tattoo de Jason, resulta más sencillo que nunca que unos pocos puedan hacerse con el control de un estadio. Les basta con imponer su presencia a la fuerza. Con personarse en el lugar que nadie ocupa.

Y a partir de ahí someter con impunidad la visión segregadora de las gradas, que limita en función de la condición o el pensamiento de cada cual, que en lugar de acoger decanta entre aliados y enemigos. 

La animación, como tantas otras cosas, si no la haces, te la hacen. 

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