VALÈNCIA. Si en algo hay que reconocer la eficacia de Meriton en estos siete años (que parecen siete siglos) que llevan en Valencia es en haber congelado Mestalla. Bueno, en realidad más que congelar Mestalla, silenciar en la medida de lo posible cualquier voz crítica a su alrededor que sea molesta.
Además de la gran purga llevada a cabo por Anil Murthy despidiendo empleados (cuyo pecado en una amplia mayoría era de el expresar su opinión en reuniones de trabajo en el club) tanto los actuales propietarios como sus genuflexos asalariados en la ciudad no conocen otra respuesta a la crítica que la aniquilación de voces disidentes.
Quien más, quien menos pudo ver unas imágenes el sábado, que luego misteriosamente desaparecieron (bienvenidos a la nave del misterio) en las que se veía claramente a Anil Murthy haciendo gestos hacia la grada en los que se llevaba el dedo índice al pecho y luego señalaba al suelo. Lo que quieren decir esos gestos está bien claro, tanto como que al actual máximo mandatario del equipo -para vergüenza de esta entidad- le chiflan la provocación y la altanería. Y si todo ello no fuera poco, encima tiene la seguridad de un cargo asegurado mientras sirva a los intereses de su amo, y una tranquilidad absoluta porque Mestalla se ha convertido en un frigorífico.
Las peñas, la Curva Nord, las consignas a la empresa de seguridad privada contratada en el estadio... Murthy sabe que Mestalla ya no aprieta ni la mitad de lo que apretaba no hace mucho. Más o menos, lo que apretaba cuando ellos llegaron, cuando había miles de personas en las calles vitoreándolos en su recibimiento, no les importaba la cercanía con aquellos que les aclamaban a las puertas del estadio, cuando Lay Hoon daba ruedas de prensa porque entonces los periodistas no eran esa máquina de tergiversar que ahora dicen que somos ("la gente malvada crea rumores, los tontos los esparcen y los ignorantes los consumen"), cuando prometían venir para hacer un equipo grande y acabar el campo, cuando se subieron sin pestañear al autobús que celebró por la calles la consecución de la Copa de 2019 cuando ya habían sentenciado a más de la mitad de los verdaderos artífices de aquel logro. Entonces los plebeyos, no molestaban.
No se engañen, les molesta todo aquello que no les rinda pleitesía. Por eso fulminaron a Kempes del cargo de embajador, por eso regalaron a Parejo y se ventilaron a la pareja Mateu-Marcelino, por eso desalojaron a las peñas, por eso subieron el número de acciones para asistir a las juntas, y por eso arrinconan periodistas en Mestalla aunque en cada partido haya hasta diez ubicaciones libres mejores en los que colocarlos.
Y con todo eso, han anestesiado Mestalla. Se ha interiorizado tanto que pueden hacer lo que les dé la gana, que Mestalla es un congelador. Han aplicado perfectamente la teoría de la rana en agua hirviendo (la que dice que si pones a una rana en un caldero con agua a 300 grados, la rana sale huyendo. Pero si vas poco a poco subiendo la temperatura gradualmente, la rana se va adaptando poco a poco al calor y cuando quiere darse cuenta ya esta agonizando antes de morir cocida). Tengo muy claro que cualquier límite saltó por los aires el día que Murthy manda callar a Mestalla y sigue presidiendo cada partido en su butaca. El proceso de desafección se ha completado para la tranquilidad de quienes habitan en el palco.
Sé que algún día pueden utilizar este escrito en mi contra los voceros afines a Meriton, pero tengo claro que para nosotros sí existen límites (no como para ellos) y el nuestro es el pacifismo, la no violencia. Eso no está reñido con apretar. Y Mestalla ya no aprieta para tranquilidad de los empleados de Lim. El mismo Mestalla que obligó a la policía nacional a rodear el palco la tarde del "!Paco vete ya!" cuando el gol de Pauleta que provocó la dimisión de Roig. El mismo Mestalla que no dejó hablar a Jaume Ortí (qepd) cuando venía de ganar la liga en una presentación del equipo. El mismo Mestalla que acabó provocando que Juan Soler se quedara en casa, o el que le cantó las 40 a Manolo Llorente tras el 2-5 ante la Real Sociedad el año de Pellegrino. La rana se ha ido quedando dormidita...
Y mientras tanto, de vez en cuando suena en la grada el "¡Peter vete ya!" o el "Anil, canalla, fuera de Mestalla". Y siempre, siempre que se enganchan varias veces seguidas estos cánticos, es cuando de manera "espontánea" le da a la orquesta por tocar; ¡Música, maestro!