El día que el valencianismo entienda como colectivo que el camino a tomar es el del año pasado, que consiga extender ese ambiente de final de FA CUP en el tiempo sin necesidad de discursos grandilocuentes radiados desde el palco, sin esperar nada a cambio, al Valencia lo peor que le pasará será remontar partidos imposibles para que M'Bia le prive en el 93 de una final
VALENCIA. Se nos ha llenado el ambiente de frases de sobre de azúcar; de demagogos y postureos. Aquellos que creen, orgullosos ellos, que Mestalla es inocente en la desfeta y que no pesa su actitud cuando saca el colmillo al viento, ahora, le atribuyen el poder de ganar partidos por tomar la vía contraria. Un poco de por favor.
La grada siempre pesa, para lo bueno y para lo malo. Porque al fútbol no se juega con la entrepierna, se hace con la cabeza. Y Mestalla lleva desde el Naranja convertido en losa para el equipo. Nunca ayudó en nada, este año no, más bien contribuyó al espectáculo siempre que tuvo la ocasión, participando en cuitas y batallas que no son de su incumbencia.
Estamos en el curso del pecado total, donde todos los palos tienen velas por aguantar.
Entiendo que en un mundo donde lo soez es tendencia, y Los Manolos referentes universales para la muchachada, se tienda a deshumanizar al futbolista, a tratarlo como mero objeto. Pero son personas, tienen sus miedos, sus ansiedades e inseguridades. Chavales de 19 y 20 años soportan presiones que una persona normal de 45 o 50 sería incapaz de sobrellevar sin consecuencias.
Pero el tema, hoy, no va de eso. Hoy va de nosotros como colectivo.
Va de recordar que la militancia se ejerce de lunes a viernes, cuando no hay más que un bocadillo de choped sobre la mesa; que no está para sacarla a relucir únicamente en días de guardar o funerales. Que suelen ser las ocasiones en las que Mestalla recuerda tener equipo.
Trata de ver la importancia de defender al club de los intereses mediáticos y las batallas que conforman el entorno en lugar de comprar sus discursos y ejercer de peones en el tablero con el gusto y la pasión con la que se hace. Porque al participar en eso, el perjudicado, siempre es el Valencia.
Es triste comprobar como basta una portada para que haya quien asista a Paterna a insultar; o como se repiten con ligereza, en la grada y en la barra, los mantras radiofónicos de predicadores muertos. Lo de hoy quiere dar a entender la necesidad de que ejerzan de aficionados de una vez, que dejen de ser presidentes, directores deportivos y entrenadores.
Porque luego pasa lo que pasa, y nos acordamos de Puchades y el escudo. Pues mire, no. De eso hay que acordarse todos los días, sobre todo antes de abrir la boca y desenfundar el pañuelo con alegría; o de venderse tan barato al primero que pase por la puerta 0 de Mestalla.
El día que el valencianismo entienda como colectivo que el camino a tomar es el del año pasado, que consiga extender ese ambiente de final de FA CUP en el tiempo sin necesidad de discursos grandilocuentes radiados desde el palco, sin esperar nada a cambio, al Valencia lo peor que le pasará será remontar partidos imposibles para que M'Bia le prive en el 93 de una final.
El Valencia ya es grande; grábatelo en la cabeza, chaval. No hace falta que venga nadie a hacerlo ni a recordárnoslo. No hay necesidad de despelotarse ante soflamas huecas y facilonas. Lo que no es, ni ha sido nunca, es regular en las alturas. Y para voltear eso tenemos que empezar a cambiar nosotros mismos, a entender que la militancia se ejerce y se demuestra minuto a minuto. Hay que aprender a tirar del carro sin esperar al 2-0 o a conseguir el liderato.
Este club no necesita pancartas absurdas, hasthags infantiles, ni tuits llenos de recurrente demagogia. ¡Acabemos con eso! Lo que necesita es más militancia activa. Una militancia cotidiana y sincera, sin contraprestaciones. Hacerlo ante la urgencia está bien, pero llegará un día en el que será demasiado tarde y esto ya no nos baste.