VALÈNCIA. El alarido unánime de Mestalla invocando al ‘SÍ SE PUEDE’ no fue suficiente para dar la vuelta a una semifinal que ya venía herida de muerte desde Londres. Poco se puede reprochar -con el ‘capítulo aparte’ de la Curva Nord- a la afición que trató de llevar al equipo de la mano hasta conseguir el pase a la Final de Bakú y tampoco demasiado que reprochar, desde el punto de vista de la entrega, a unos jugadores que dejaron el alma en el campo pero cayeron estrepitosamente víctimas de la eficacia goleadora del Arsenal y de ciertos errores defensivos impropios de un equipo que si por algo se caracterizaba hasta hace bien poco era, precisamente, por su solidez en la retaguardia. Y es que el Valencia, uno de los equipos más solventes -defensivamente hablando- de la Liga española, acabó encajando 7 goles en la eliminatoria y así es literalmente imposible superar unas semifinales. Al Valencia le falta equilibrio: cuando se lanza al ataque se despista en defensa y cuando se protege defensivamente, pierde de vista la portería contraria. Esa y no otra ha sido la historia del Valencia esta temporada: arrancó encajando más goles de la cuenta, Marcelino optó por afianzar al equipo en defensa y consiguió navegar por la Liga a base de empates aunque con escasa presencia en ataque y, llegado el momento en el que los empates ya no sirven, ha vuelto a adelantar al bloque sin alcanzar el equilibrio necesario para que no se le vean las ‘vergüenzas’ atrás.
Aunque el drama había comenzado en Londres, el del jueves, supone un duro adiós a la posibilidad de presentarse en la final de una competición que, una vez eliminados de la Champions a las primeras de cambio, solo ‘mola’ si la terminas ganando. Pero, siendo eso doloroso, quizá los sea más haber perdido los dos partidos de la eliminatoria y haber un número de goles escandaloso. Y digo yo que, aprovechando que Lim y Mendes han estado por aquí, no estaría de más que se hubieran sentado con quien tengan que sentarse para que la temporada que viene el Valencia tenga una plantilla más completa que sea capaz de enfrentarse a compromisos como el del Arsenal e incluso a algunos otros que no han terminado bien esta temporada pese a medirse a rivales de menor entidad. Porque… sí, es verdad que Lacazette o Aubameyang son delanteros muy buenos y también muy caros pero los delanteros del Valencia no son baratos y hemos comprobado a lo largo de la temporada que equipos modestos con delanteros modestos como el Eibar, Rayo o Leganés también nos han coloreado la cara. El entrenador del Valencia -que sigo pensando que es mucho mejor entrenador que ‘fichador’- recurría tras la derrota al viejo adagio de la diferencia de presupuestos y decía : "Nosotros fichamos un jugador al Arsenal por 12 millones y el Arsenal a nosotros por 40”. Y yo me pregunto: ¿con quién esperaba enfrentarse en una semifinal europea...? ¿con el Huesca?. Obviamente, a las finales europeas suelen llegar Clubes poderosos y, en algunos casos, otros que no siéndolo tanto, han tenido mayor tino reforzándose bien con menos recursos y han contado con un valor añadido desde el banquillo que ha hecho mejores a sus futbolistas. Los presupuestos cuentan, y mucho, pero no son ley. De serlo, no haría falta jugar: los títulos y el orden de la clasificación se podría hacer en tres minutos atendiendo a la ‘pasta’ pero... este bendito deporte es mucho más que dinero.
En cualquier caso, el jueves no terminó la temporada ni muchísimo menos. El valencianismo va a poder vivir una gran Final en Sevilla que ojalá nos pueda proporcionar un título en el año del Centenario y mañana domingo, sin ir más lejos, tenemos otra final que se disputa en Mestalla ante el Alavés y en el Camp Nou en el partido que enfrenta a un dolorido Fútbol Club Barcelona tras el varapalo de la Champions y al Getafe -un equipo con más mérito que presupuesto que se ha mantenido durante toda la Liga arriba sin ‘Lacazettes’ ni ‘Aubameyangs’- . No hace falta hacer muchos números porque son muy fáciles: hay que ganar los dos partidos y esperar a que los de Bordalás o bien pierda uno de los dos que le quedan o que no pase del empate en ninguno de los dos. No hay tiempo para las lágrimas y sí para la lucha.