VALÈNCIA. El presidente del Valencia, Anil Murthy, cumplirá este jueves cuatro años al frente del club de Mestalla, en los que no ha conseguido conectar con el valencianismo a pesar de que deportivamente los dos primeros fueron positivos para el equipo.
El distanciamiento entre el valencianismo y sus dirigentes, representados por los singapurenses Peter Lim como máximo accionista y Murthy en la presidencia, ha marcado el día a día de un club en el que la gestión de sus responsables ha provocado una de las etapas más oscuras de su centenaria historia, con especial crudeza en los dos últimos.
Una de las pruebas más evidentes de su modelo de gestión ha sido la completa pasividad ante la conclusión del nuevo Mestalla. Durante la etapa presidencial de Murthy, el club no ha dado ni un paso para retomar las obras, lo que le ha ocasionado críticas e iniciativas en contra de la entidad por varios sectores del valencianismo, sin que esté descartada la judicialización del asunto.
Murthy, que se había integrado en el Valencia unos meses antes, asumió el cargo el 1 de julio de 2017 para sustituir a su compatriota Layhoon Chan, primera mujer que ha estado al frente del club y que lo había presidido durante casi tres años.
A nivel deportivo, el periodo presidencial de Murthy ofrece dos caras diferentes, ya que en los primeros dos años, el club atravesó un buen momento con la obtención de la Copa del Rey de 2019 justo dos meses después de haber celebrado el centenario de su fundación, mientras que en los dos más recientes nada ha funcionado.
Sin embargo, ni en una, ni en otra etapa congeniaron Murthy y la afición del Valencia y la sociedad valenciana.
La incongruencia de sus mensajes, la prepotencia de alguno de sus gestos, la indefinición de la línea a seguir y circunstancias concretas como la decepción que supuso la destitución de Marcelino García Toral, el entrenador que llevó al equipo al título de Copa y a la Liga de Campeones, acabaron con el poco predicamento de que gozó.
Por ello, los dos últimos años de su mandato han sido los más tristes de la historia reciente del Valencia, con unos resultados deportivos cuya discreción apenas se recordaba en Mestalla.
La pérdida de potencial de la plantilla con salidas de jugadores importantes (Dani Parejo, Francis Coquelin, Rodrigo Moreno, Ferran Torres, Geoffrey Kondogbia o Ezequiel Garay, entre otros) lastró la imagen de Murthy en especial en el último año, en el que la entidad decidió no realizar fichajes.
Sin que llegaran futbolistas, la decepción se amplió al banquillo, por el que en los últimos dos años han pasado técnicos como Albert Celades o Javi Gracia, que nunca consiguieron estimular ni al equipo, ni al valencianismo y cuya floja aportación ha contribuido a deteriorar la imagen del dirigente.
Prueba del fracaso en ambas elecciones ha sido la necesidad de recurrir a Salvador González “Voro” como entrenador para el final de las dos últimas temporadas.
La pandemia también ha influido durante los últimos quince meses en la relación entre Murthy y el público de Mestalla, cuya ausencia ha evitado al presidente y a Lim escuchar críticas y abucheos en el transcurso de los partidos.
En este contexto, la vuelta de los aficionados a los campos de fútbol no se presenta como una buena noticia para Murthy, a quien le esperan, más que presumiblemente, momentos poco agradables cuando el público acuda al campo Mestalla con independencia de los resultados del equipo.
La relación de Murthy con el valencianismo ha llegado, cuando va a iniciar su cuarto año de mandato, a un punto de difícil retorno, sin que, por otra parte, se sepa si el proyecto de Lim finalizará pronto con su salida del club o si su continuidad va a contribuir a enrarecer todavía más el ambiente, pues parece muy complicada una reversión hacia la conciliación.