VALÈNCIA. Pepe Bordalás se toma muy en serio la Copa del Rey. Su decisión es plausible. La Copa es una competición que puede permitirte regresar a Europa. Por tanto, no es un torneo secundario. Ni hay que hacerla de menos. Todos sabemos las alegrías que le ha dado al Valencia a lo largo de la historia. Sobre todo en los últimos años. En estos tiempos de zozobra institucional, la Copa sirvió para olvidarnos (aunque solo fuera por unos instantes) de que el club continua secuestrado por Peter Lim. Por este motivo, no puedo considerar más acertada la decisión de Bordalás de pelear al máximo por continuar pasando rondas y más rondas. Porque, además, un club como el Valencia no se puede permitir el lujo de renunciar a ella sino que está en la obligación de competir por llegar a la final. Y más ahora que el sorteo ha salido a pedir de boca. El Atlético Baleares es un rival asequible y los equipos más fuertes del torneo se pelearán entre ellos.
A día de hoy, el Valencia continúa vivo en dos frentes. La Liga y la Copa. Escribo estas líneas sin conocer el resultado del partido ante el Real Madrid, pero el marcador del Bernabéu no afecta al mensaje. El objetivo del equipo esta temporada es regresar a Europa. Lo tengo muy claro. Pese a la dificultad que supone salir vivos de un enero complicado, la vía de la Liga está abierta. Y también la de la Copa. Más ahora, como decía antes, que tenemos un rival asequible y que la próxima eliminatoria también podrías tener fortuna en el sorteo. Lo mínimo que podemos exigirle al Valencia es que dispute con vigor máximo ambas competiciones. Si luego hay que morir en la orilla, se muere. Por historia, Mestalla es irreductible y desafía. Sea el enemigo que sea. No veo por qué no podemos hacer esta temporada lo que hemos hecho en nuestros más de cien años de existencia.
Ese gen competitivo, ese ADN del que habló Bordalás en su presentación como entrenador del Valencia, tiene que ser el credo en el día a día del equipo. A falta de la calidad de otros conjuntos, y con serias dudas sobre si llegarán o no los fichajes que aporten un plus cualitativo al grupo, hay que tirar de nuestro relato futbolístico para conseguir el ansiado objetivo de volver a Europa. El Valencia tiene una plantilla justita. Cogida con alfileres. Diría que incluso hasta desequilibrada y de nivel más que discutible. En algunas posiciones clave andamos huérfanos de futbolistas de sobresaliente. Por eso, o se corre más que el contrario, se mete la pierna en cada disputa de balón, se ayuda al compañero a defender y en general de tira de oficio, o volveremos a la mediocridad de las últimas campañas.
Insisto en que dejo al margen el partido ante el Madrid. Ni sé el resultado y poco importa. Porque aunque puedas suspender algún examen parcial, las notas finales dependerán de si el alumno se ha esforzado a lo largo del curso. ¿Qué quiero decir con esto?. Que necesitamos la implicación de toda la plantilla. En esta complicada misión de regresar a Europa es preciso un sacrificio global. Todos los futbolistas deben sudar la gota gorda. No valen las deserciones. Es necesario que los Marcos André, Racic o Cheryshev, por poner el ejemplo de jugadores cuestionados, tomen conciencia de lo mucho que nos jugamos. Y del club centenario al que representan. Deben dar un paso al frente. Ya sé que a más de un aficionado el cuerpo le pide marcha con ellos. A mío el primero. Pero debido a las múltiples lesiones musculares y a una pandemia que nos castiga con dureza, su aportación va a ser imperiosa. Son nuestros futbolistas. Y los necesitamos