VALÈNCIA. Lo del Levante en esta temporada es para serie de Netflix. Un rompecabezas que por momentos te engancha y te ves tres o cuatro capítulos de una sentada, pero en otros apagarías la tele y gastarías el tiempo en otra historia más productiva. Lo que me pasa bastante en la plataforma es que tengo un acumulado en ‘seguir viendo’ y ahí se queda. Me cuesta dar segundas oportunidades a esas producciones que me dejan igual y me generan indiferencia. También reconozco que me dura poco el ‘castigo’, que soy un facilón, acabo cediendo con un par de comentarios positivos, las reanudo, llego al final e incluso me quedo con ganas de más a la espera de la siguiente temporada. Es verdad que hay veces que me pregunto qué narices se me pasa por la cabeza para darle de nuevo al ‘play’. Os digo el motivo: es que soy muy de Netflix, es adictivo. Hay ‘enfermedades’ que no las curan los médicos, que no hay vacuna posible. ¿Os suena de algo? ¿Os pasa lo mismo? El Levante podría copar todo el catálogo porque va sobrado de géneros. De partidos de galardón a bodrios infumables al estilo de las películas de Antena 3 de los domingos por la tarde. 44 partidos (37 en Liga y los 7 de la Copa) y un mogollón de circunstancias con retazos de fantasía, ciencia ficción, tragedia, suspense, acción, comedias e incluso de telenovela turca. Un equipo inclasificable y un filón para cualquier guionista con ganas de plasmar emociones de todo tipo y hacerse de oro.
El viernes acaba una temporada extraña con el primer partido masculino con público en el Ciutat más de 14 meses después. Desde aquel gol de Roger Martí al Granada (en la recta final del curso pasado) ha sucedido de todo: la segunda mejor clasificación de la historia en Primera, las dos mudanzas (a La Nucía y Vila-real), la bofetada en Mestalla en el arranque de la 2020-21 después de adelantarse dos veces en el marcador, los ocho encuentros sin ganar que cuestionaron la figura de Paco López, el estreno de la nueva cubierta del estadio contra el Deportivo Alavés, los 1-1 en noviembre, la internacionalidad de Campaña, la posterior lesión del andaluz que le dejó fuera de combate muchísimo tiempo y aún no ha reaparecido, Bardhi (otro que también estuvo en la enfermería varias semanas) y la primera clasificación para una Eurocopa de un jugador granota, las victorias en Valdebebas y el Wanda Metropolitano, la renovación de Morales que se convirtió en cuestión de Estado, la primera victoria de Paco ante el Valencia en la sexta intentona y, sobre todo, una Copa del Rey para la historia. Además de un cierre de curso con actuaciones desesperantes que retrasaron la permanencia matemática hasta el empate en casa contra el Barcelona (3-3). Un punto que disparó, y con razón, la teoría de los ‘esfuerzos selectivos’. ¿Cómo es posible que el Levante haya sumado ocho puntos de 18 posibles ante Atlético, Real Madrid y Barça y que solamente consiguiera tres victorias (dos al descendido Eibar) en los cara a cara contra los seis equipos que tiene en estos momentos por debajo en la clasificación?
El proyecto 2020-21 comenzó con la angustia del fair-play en un mercado condicionado (para todos) por la pandemia. Una montaña rusa de emociones. Un máster avanzado de aprendizaje y supervivencia, con momentos de soledad en un entrenador que ha sido el escudo perfecto para todo y que por supuesto también tiene su porcentaje de responsabilidad en el mal de sabor de boca que está quedando. Una victoria, dos empates y siete derrotas en las últimas 10 jornadas. Dos puntos de 21 o cinco de 30. Una temporada marcada por las lesiones y que estuvo a diez minutos de ser histórica, pero ese orgullo granota por la Copa no es motivo suficiente para justificar el estropicio final. Un enredo que obliga a cambiar el guión, a enterrar el conformismo, a acabar de una vez con la nula autocrítica y a emprender una regeneración profunda, aunque habrá que hacer maravillas con una producción de bajo coste. Lo del dinero suficiente para hacer la recomposición como debería no lo compro del todo. Es una realidad que no pilla con el pie cambiado a absolutamente nadie, que no es inesperada y que marca el ritmo del resto de equipos de la élite del fútbol nacional. A currar. A retorcerse la mollera para ajustar las piezas y que la inercia negativa desde la final de la Copa del Rey, que no ayuda en el reciclaje, no deje excesivos daños colaterales.
Con segundas partes como la del domingo en el Coliseum, los brotes verdes desde el desastre en el Martínez Valero se quedan en casi nada. Así es evidente que crezcan en razón los que consideran que este equipo muestra su mejor versión cuando los focos relucen con más fuerza. Son siete partidos sin ganar (sábado 10 de abril en casa del Eibar) y diez sin saborear el triunfo en Orriols (viernes 12 de marzo en el derbi ante el Valencia). Aunque con un aforo reducido que no superará los 5.000 espectadores, el coliseo granota podrá trasladar sus conclusiones y exigir responsabilidades. Los elegidos pondrán sus notas a una temporada que se aproximó a la excelencia y que terminará con un aprobado con más borrones de la cuenta porque el fútbol no tiene memoria y se alimenta del presente. Las mías las daré el próximo martes. El Levante es como ese estudiante con aptitudes de sobra para sacar una notaza, pero que es perezoso, que apura, que se deja algún tema con el riesgo de que le caiga alguna pregunta y se la acabe dejando en blanco, y que cuando le ve las orejas al lobo aprieta el acelerador y demuestra todo lo que vale.
Es increíble que este Levante vaya a terminar con peores guarismos que la temporada pasada. De puntos seguro (hizo 49 y ahora lleva 40), lejos de las 14 victorias (puede llegar a 10) y veremos si por lo menos consigue repetir la duodécima posición. Eso significaría que acaba por delante del Valencia por primera vez en la historia. Para ello debe ganar al Cádiz y que el vecino no derrote a un Huesca que se juega la vida. En empate a 43, el Levante es el mejor de los tres. Y pensar que en la visita al Villamarín (viernes 19 de marzo) el equipo era noveno, a cinco puntos de la séptima plaza que ocupaba el Villarreal (la que da acceso a la Conference League) y a siete del Real Betis, que era sexto. Tanto ‘groguets’ como verdiblancos no han variado su posición clasificatoria. Hay dos puestos en juego, una inyección económica importante en los ingresos de televisión y, sobre todo, un ejercicio de responsabilidad del vestuario hacia una afición que reclama una demostración de amor propio para que el socavón no sea aún más profundo.