13 de noviembre / OPINIÓN

No hay margen para más errores

5/07/2022 - 

VALÈNCIA. El proyecto liderado desde el banquillo por Nafti ha arrancado con incertidumbre, con demasiadas incógnitas que hacen que en estos momentos resulte imposible saber qué Levante acabará conformándose. Y me preocupa porque no hay margen de error debido a la exigencia de recuperar el terreno perdido de inmediato. Para conseguirlo sea como sea, es necesario emprender una revolución interna y apostar por los jugadores que quieran quedarse con todas las consecuencias, convencidos. Lo que ahora se respira es una sensación de desencanto que no es buena compañera de viaje para emprender el reto del ascenso. Porque desde que el 12 de mayo se consumara el desastre en el Bernabéu, y se acabara la competición ocho días después en Vallecas, hasta este lunes que empezaron las pruebas médicas, solamente la renovación de Pepelu ha supuesto una inyección de ilusión entre el granota militante tras la frustración de dejar la élite.

El adiós de Morales de aquella manera, las injustas formas para poner fin a la etapa de Alessio Lisci, los más de 10 millones de euros que no se han podido solventar antes de la fecha tope del pasado 30 de junio, encadenando con ello el segundo ejercicio presupuestario con déficit y que marcarán el próximo límite salarial, han agravado la desafección de una temporada para olvidar. Incluso también la llegada de Nafti al no encajar en el perfil de entrenador contrastado y con experiencia en ascensos que se había radiografiado. Además de construir un proyecto estructurado, competitivo, concienciado y preparado para afrontar un camino empedrado desde el debut ante el Huesca en el Ciutat que además abrirá la competición (viernes 12 de agosto, 21 horas), también hay que generar nuevos referentes que enganchen al aficionado. La identificación con un club, ese sentimiento de pertenencia, es algo que también se debe cuidar y trabajar desde dentro. Ese efecto sentimental no entiende de números de rojos.

El estrangulamiento económico que vive el fútbol español es evidente. Son muchos los clubes que se han pulido el 15% que La Liga les proporcionó a través de CVC para mejorar su entorno deportivo. Por ejemplo, sin esa vía de escape, Morales, Postigo o Miramón no hubieran podido ser inscritos en su día. Una vía de salvación, de rescate, prevista para un plazo de tres años, pero que el Levante, y algunos más, agotaron rápidamente. También con fichajes de riesgo financiero como Mustafi o el de Cáceres en el mercado de invierno. Una economía de guerra, con dos años de pérdidas, agravada por la pérdida de categoría. No puedo esconder que me bailen mucho las cifras tras el descenso y sus consecuencias en los derechos de televisión, los contratos de los jugadores, los patrocinios y otros condicionantes. No tengo una instantánea totalmente clara.

El presidente Quico Catalán dijo en la presentación de Mehdi que a mediados de este mes iba a comparecer públicamente para decir cuál es el plan estratégico para los próximos años, a largo plazo, como le transmitió al Patronato de la Fundación tras su suspenso y posterior ratificación. Por salud mental, por todo lo que hemos soportado, me conformo con proyectar la mirada en lo inmediato, en rodear al míster de un vestuario mentalizado, que sepa cómo se las gasta una categoría como la Segunda División y que quieran remar en la misma dirección. De verdad, ahora no pediría más.  

El Levante de Nafti ha empezado las pruebas médicas con 29 jugadores, con Joan Femenías como principal cara nueva, y a la espera de Bardhi, más fuera que dentro del proyecto, y que a la espera de resolverse su futuro se debe unir al equipo más tarde debido a sus compromisos internacionales. Pablo Cuñat, Marc Pubill, Toni Herrero y Giorgi han pasado a tener contrato de primer equipo. Pablo Martínez, Blesa y Brugui vuelven de sus cesiones. Carlos Giménez, Antonio Leal, Rubén Catalá y Febas son los cuatro con ficha de Atlético Levante que empiezan en una primera plantilla en la que, de momento, resisten 17: Cárdenas, Son, Róber Pier, Vezo, Postigo, Mustafi, Franquesa, Saracchi, Malsa, De Frutos, Melero, Campaña, Pepelu, Roger, Dani Gómez, Cantero y Soldado. Un pistoletazo de salida con la palabra ‘ascenso’ en la boca desde el primer día. Sobre el papel, con los que empiezan habría argumentos futbolísticos suficientes para afrontar el obligado retorno, como también los había para haber resistido entre los 20 mejores, pero después del fracaso deportivo, la mentalidad cambia y es necesario readaptarse a un escenario en el que el DNI no es garantía de absolutamente nada.

El guardameta Femenías describe ese perfil que se va a repetir en las siguientes incorporaciones. Un fichaje ‘low-cost’. Curtido en la factoría del Villarreal, el nuevo arquero ha llegado con la carta de libertad, con una ficha asumible y con el rol de competir por el puesto con un Dani Cárdenas que partirá con la etiqueta de titular. Joan ha llegado para ocupar la vacante de Aitor Fernández, que seis meses antes había renovado hasta 2024 cuando Quico se puso el traje de director deportivo ante la ausencia de esta figura imprescindible durante tanto tiempo, pero que, coincidiendo con la presencia de Felipe Miñambres, cuando Alessio le acabó dando la titularidad definitiva a Cárdenas se le acabó esa felicidad y ese deseo de echar raíces y estar muchos más años que transmitió en su vídeo de renovación para terminar forzando su salida. Aitor ya no se sentía guardameta granota tras desaparecer del primer plano en los últimos cuatro meses de competición, y resolvió los dos años de contrato que le restaban en Orriols para firmar por tres temporadas con Osasuna, que ya lo quería antes de haber extendido su contrato, reencontrarse con Jagoba Arrasate, que ya lo tuvo en el Numancia, y estar más cerca de casa.

Lo repito y hay que tenerlo claro por si hay alguno que aún tiene dudas: los que no tengan un pleno convencimiento es necesario que se hagan a un lado, salgan y si fuera posible que inyectaran dinero a unas arcas tan debilitadas. Esto último no ha sucedido en el caso de Aitor porque se ha ido gratis, salvo unas variables a futuro que veremos si al final se cumplen. Aún recuerdo cómo se sacaba pecho tras el verano de 2020 por haber logrado mantenerlo en el proyecto, ya que era uno de los activos de más valor de la plantilla, junto a Campaña y Bardhi. En julio de 2018, el Levante anunció su llegada desde Soria por un millón de euros, más otros 200.000 en caso de lograr la permanencia, como así sucedió. El descenso lo ha cambiado todo y el Levante tiene las cartas perdedoras en la ‘operación salida’ por mucho que el mensaje es no malvender a nadie.

La única inyección económica, al margen de la reducción de salarios de plantilla por las marchas de Morales, Coke, Vukcevic, Miramón, Radoja, Clerc, Duarte y Cáceres, que finalizaron su vinculación contractual, ha llegado por los 100.000 euros en el traspaso de Pablo López, una de las perlas de la factoría de Buñol, al Valencia. Un prometedor extremo que llegó a la cantera granota hace dos años procedente del Cartagena, cuyo talento por banda le abrió además las puertas de la selección española Sub-16. Durante la última campaña, el internacional cartaginés marcó ocho goles y dio 14 asistencias. Desborde en estado puro con 16 años imposible de mantener en la estructura deportiva de Orriols y que siguiera creciendo aquí ya que tenía una veintena de propuestas sobre la mesa de clubes nacionales y extranjeros. A finales de mayo, el Levante llevó a cabo en el Parador de El Saler un 'stage' de tecnificación con una selección de jugadores de su cantera, bajo la batuta de Felipe Miñambres, y ahí estuvo Pablo.

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