Reportajes

Cien años de Carmencita: de vender azafrán puerta por puerta a facturar cien millones de euros

  • Jesús Navarro Alberola, Jesús Navarro Navarro y Francisco Escolano. FOTO: RAFA MOLINA

VALÈNCIA. Es muy difícil llegar a la tercera generación en una empresa, pero en Carmencita van a alcanzar muy pronto la cuarta. Ahora dirigen la compañía tres primos hermanos: Francisco Escolano, Jesús Navarro Navarro y Jesús Navarro Alberola, quienes afirman que, el secreto para haber llegado hasta aquí es el amor que se tienen entre ellos. «Nos lo perdonamos todo», confiesa Escolano, que es el director comercial, mientras que Navarro es el presidente y Alberola, el director general. Teniendo siempre presente ese afecto que se profesan, gestionan un proyecto que se inició como negocio familiar de venta de azafrán al por menor, pero que acaba de batir un récord, al anotar 96 millones de euros facturados en 2023, el año de su centenario, lo que implica un incremento en ventas del 9,5% respecto al periodo anterior, abordando todo tipo de especias y de nuevos productos. 

Jesús Navarro Jover fue quien lo inició todo. Él era el abuelo de los tres, quien fundó esta empresa en Novelda hace más de un siglo, en 1923, pensando que debía imprimir un carácter distinto al negocio habitual de vender carteritas de azafrán. En aquella época, su mujer, Carmen Valero, hacía unos sobrecitos blancos que luego él vendía puerta por puerta, así que decidieron crear una marca que los distinguiera, escogiendo el diminutivo del nombre de su primera hija y haciendo a la niña una foto vestida de andaluza, con un sombrero cordobés, un mantón de Manila y un clavel. Una marca que registró en 1930.

Esa imagen ha trascendido hasta hoy, y probablemente esté presente en las cocinas de la mayor parte de los hogares del país. «Antes había azafraneros que compraban y vendían, pero mi abuelo pensó que él debía diferenciarse y dio al negocio lo que hoy describiríamos como ‘valor añadido’, al crear su propia imagen de marca», describe Navarro. Esas carteritas pasaron a llevar la imagen de Carmencita y a ganar popularidad. Eran fácilmente reconocibles y, poco a poco, el negocio iba creciendo. Primero era el azafrán, luego fue el colorante, y todo, siempre, se elaboraba de forma manual. 

Con la mecanización, a partir de 1955, todo empezó a dispararse. De hecho, tras la creación de la marca, ese sería el segundo hito que destacan los tres dirigentes de la compañía, marcando otro punto de inflexión en la historia de Carmencita. «De pronto, apareció la primera máquina mecánica, que hacía los sobres que podían fabricar diez trabajadores», describe Navarro. Pero se tomó la decisión de no despedir a nadie y diversificar el negocio, abordando así otro tipo de especias. Es lo que definen como «filosofía del abuelo», que sigue hoy vigente, según afirman. Los puestos de trabajo siguieron creciendo con esa diversificación, sobre todo a partir de 2012, y actualmente cuentan con una plantilla compuesta por más de cuatrocientas personas, además de forma paritaria.

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