Reportajes

Els Pelegrins de Les Useres: la ruta del silencio, en soledad acompañada

  • Fotos del archivo de Antonio Pradas

VALÈNCIA. Salud, paz y lluvia del cielo. Una petición que se repite atravesando generaciones y montañas, un ruego que obsesiona a las personas desde que el mundo es mundo. Las necesidades más básicas del ser humano se ponen en juego en la madrugada del último viernes de abril hasta la noche del día siguiente, entre Les Useres y Sant Joan de Penyagolosa, en el abrupto interior castellonense. Un desafío para el cuerpo y el alma. Individual y colectivo, en soledad acompañada. Rodeado de semejantes, pero rabiosamente a solas, frente a frente con un espejo tan invisible como cierto. 

El santuario de Sant Joan, dedicado al Bautista, es el destino al que se dirigen los pasos de los pelegrins, el lugar solo imaginado en la madrugada, aún noche cerrada, de la parroquia de la Transfiguración del Señor en Les Useres. Desde los cuatrocientos metros de altitud, los participantes en la peregrinación pasarán en pocas horas a rozar los 1.400, cerca de la cima del Marinet, ya en el término de Vistabella, donde se inicia el último descenso del primer día. Pero, hasta allí, el sendero es largo como una vida repleta de alegrías y dificultades. En el corazón de los peregrinos, late la irresistible fuerza que ejerce ese «polo de atracción mágico-religiosa» que es el macizo de Penyagolosa, como lo define uno de sus estudiosos más constantes, Álvaro Monferrer.

Nadie sabe a ciencia cierta en qué momento del pasado se inicia la historia de la peregrinación, pero los investigadores coinciden en apuntar a la cristianización de ritos anteriores, que se pierden en la noche de los tiempos. La ruta entre L’Alcalatén y el Alt Maestrat está repleta de ingredientes capaces de saciar la sed de los amantes del esoterismo y, de hecho, no es infrecuente encontrarlos entre los acompañantes de los peregrinos.

Recibe toda la actualidad
Plaza Deportiva

Recibe toda la actualidad de Plaza Deportiva en tu correo