VALÈNCIA. Sábado 18 de julio de 2020. 22 horas. Málaga. El CD Castellón juega una eliminatoria a un solo partido para subir a Segunda División, al fútbol profesional. Han pasado 15 años desde el último ascenso a la categoría de plata. Entre medias, un quinto puesto en Segunda A, siete temporadas en Tercera División, “conflictos” extradeportivos y un sinfín de cosas más. Y el gol de César Díaz en el último partido (y casi último minuto) de la temporada pasada que aseguró la permanencia en Segunda División B, esa que el próximo sábado se puede abandonar por la Liga Smartbank.
Gran masa social, emociones vividas, experiencias, pensamientos, decepciones, rivalidades, alegrías, pasión… todo eso está ahí. Atrás quedan los “errores gloriosos históricos” o los finales de temporada más “tradicionales”. Forma parte de la historia y de lo que algunos llamarían “inconsciente colectivo” del equipo albinegro.
Y el próximo sábado, tras todo eso, el CD Castellón, el Glorioso, tiene que disputar un solo encuentro que, si lo supera, volverá al fútbol profesional. Y vienen las preguntas, afirmaciones, deseos de los aficionados, del cuerpo técnico, jugadores, directiva… Quizás se puede pensar que es el partido más importante y hay que recordar esta idea día tras día para afrontarlo como tal, que “no se puede defraudar a la afición”, “que se tiene que ganar “sí o sí” … y todos esos comentarios “típicos” de los grandes aficionados al fútbol en general y que hace que, como decía Valdano, el fútbol sea “la cosa más importante de las cosas menos importantes”. Sentimiento, pasión, disfrute, sensación de pertenencia a un colectivo, debate, rivalidad, ilusión… es genial todo lo que despiertan este tipo de partidos en los aficionados, en este caso los “sufridores” y apasionados albinegros.
Y después están los futbolistas, que son los que juegan. Con el cuerpo técnico dirigido por Óscar Cano. Y con una directiva, en este caso encabezada por Vicente Montesinos, que genera las condiciones para que funcionen todos los que tienen que disputar ese tan esperado encuentro.
Porque juegan once contra once, en un terreno de juego de sesenta y pico metros por ciento y algo. Y ahí, el equipo que mejor esté acertado, que sea mejor y que funcione mejor, se llevará el “gato al agua” (subirá al fútbol profesional). Y esos once que juegan más todos los demás, deberán estar a su mejor nivel, también psicológico, para tener el máximo de opciones de conseguir la ansiada victoria. Es decir, deberán tener claro y estar convencidos de qué es lo que pueden hacer para lograr ese ansiado objetivo, percibir que disponen de estrategias (de equipo e individuales) para gestionar momentos estresantes y complicados, trabajar juntos (de verdad) en busca de lo mismo para todos (y lo bueno para cada uno), centrarse en lo de verdad importante, encontrar ese nivel justo de activación “sin pasarse”, … logrando ese estado donde el jugador sabe que rinde a su mejor nivel.
Porque no es lo mismo sentir presión por jugar el partido más importante de la historia, que tener la ilusión por lograr algo importante en un encuentro determinado. Ni tampoco sentir la necesidad de ganar por encima de todo, que tener claro cuál es el trabajo a realizar por cada uno convencidos que ese es el mejor camino. Ni buscar cada uno su lucidez individual, que luchar juntos con buen criterio por algo que todos desean. Ni tampoco llegar “a ver qué pasa”, que con la confianza de saber y estar convencido de que van a hacer todo lo posible por lograr ese ansiado objetivo, con determinación, esfuerzo y buen criterio.
Una cosa son los mensajes que generan pasión a los aficionados, y otro las estrategias necesarias para que esos jugadores, durante esos 90 minutos hagan su mejor partido posible, peleando al máximo, con ilusión y determinación (porque así tendrán muchas más opciones de ganar). Porque el trabajo de directiva, jugadores y cuerpo técnico es que los futbolistas que disputen ese partido, jueguen ese encuentro de la mejor manera posible y, cuando acabe, tengan la sensación de que lo han dado todo haciendo el máximo de sus posibilidades. Es decir, que esos futbolistas estén en su estado óptimo de funcionamiento durante esos 90 minutos. Y eso, después del confinamiento, los cuatro meses sin competir, con la puesta de largo ya desde el primer momento… ¿más difícil todavía?
Pase lo que pase, el sábado será un partido histórico para el Glorioso, para el CD Castellón. Porque cada uno de los partidos de cada club forman parte de la historia. El cómo se desarrolle esa historia, depende de cómo se afronte cada partido y de las circunstancias que lo envuelven.
Para el aficionado, toca disfrutar. Para futbolistas y cuerpo técnico, buscar la manera de disputar de la mejor manera ese partido. Y eso, desde luego, es apasionante.
Por cierto, puede haber prórroga, penalties y si no se supera este partido, tendrán dos posibilidades más para ascender. Y también “toca” estar preparado para todo eso. Fascinante, desde luego.
Será otro partido histórico para el Glorioso. Veremos cómo se gestionan esos momentos y cómo se afrontan esos atípicos y apasionantes Noventa Gloriosos Minutos. Vorem.