VALÈNCIA. Cumplido el primer tercio del curso 21/22, el Levante colorea su peor situación deportiva del siglo. Nunca los granotas, perdieran o no la categoría, acabaran celebrando un ascenso o terminaran amarrados a la Segunda División, vivieron una tesitura tan temerosa y austera como la actual con los datos en la mano. El equipo que entrena Javi Pereira con la herencia de Paco López cosecha su peor bagaje de puntos tanto en Primera como en Segunda División con trece jornadas disputadas. La temporada más problemática en la élite a estas alturas, la 07/08 -la del penúltimo descenso de la entidad-, llegó al primer tercio con 7 puntos, uno más que en la actualidad. Entonces, eso sí, el balance defensivo era todavía peor que el que golpea al Levante de hoy: dos tantos más encajados que seguían haciendo a aquel equipo el más goleado de La Liga con diferencia. Sin diferencias con el presente.
Los datos también se impregnan en la categoría de plata. Es necesario llevar la lupa a la campaña 2001/02 para observar al peor Levante del siglo en Segunda. Aquel que, entrenado por Pep Balaguer, acabó en posiciones de descenso a Segunda B con un récord histórico de 50 puntos, pero que acabó consumando la permanencia por la no conversión del Burgos en Sociedad Anónima Deportiva. Ese equipo, con 13 jornadas de campeonato completas, naufragaba en la vigésima posición de la tabla con 11 puntos y 19 goles entre sus redes. Incluso aquel equipo prácticamente superado por la categoría y con claros aires de descenso, lograba flotar a dura penas con datos sensiblemente más positivos que los actuales. También el Levante del concurso de acreedores, el que a la postre lograría el ascenso contra pronóstico en 2010, marcaba muy por encima de los datos que hoy hunden al cuadro de Pereira.
Sin embargo, lo que más preocupa en las plantas altas del Ciutat de València son las sensaciones que hoy arroja el combinado granota. No son solo las estadísticas las que cogen con pinzas la coyuntura actual, sino también la imagen desnortada que Pereira trata de arreglar prácticamente contrarreloj. Porque el tiempo del extremeño en el banco de Orriols tampoco es eterno pese a tener contrato hasta final de curso y una salida forzosa haría temblar obligatoriamente los cimientos de la dirección deportiva. Los cinco puntos de distancia con la orilla y el calendario que resta para poner el broche a la primera vuelta del campeonato encienden las alarmas. Sería histórico comerse el turrón sin haber logrado sumar de tres. Tan histórico como único.
Ese temor por vivir de nuevo el helor de un descenso llega a una hinchada que ya en la abultada derrota frente al Granada dejó cánticos y imágenes para el recuerdo -en este caso en clave negativa- en las gradas del Ciutat. Los 'olés' al paseo del rival y el abucheo final de los granotas que todavía restaban en su butaca dejaron patente la brecha existente entre afición y equipo, que el pasado miércoles se pretendió limar en El Saler. "Se dijeron las cosas claras", cuentan algunos de los que estuvieron presentes ante los capitales y Quico Catalán. Fue un encuentro "necesario" no solo por los resultados, sino por hechos como el vivido en Mendizorroza, donde ninguno de los futbolistas se acercó al fondo en el que un puñado de levantinistas habían presenciado el bofetón del Alavés en el descuento.