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13 de noviembre / OPINIÓN

Once jornadas para no enredarse

10/03/2020 - 

VALÈNCIA. El Ciutat transmitió una sensación de indiferencia hacia el equipo al ver escapar dos puntos más por otro error infantil. La cita contra el Granada estaba catalogada como una posibilidad para reactivar la maquinaria que se frenó de sopetón en Ipurua, seguir sonriendo en casa y encontrar una estabilidad de resultados, además ante un rival tocado mental y físicamente tras quedarse de manera cruel a las puertas de la final de la Copa del Rey, pero acabó en otra oportunidad desperdiciada y de nuevo aferrándose a los dos o tres paradones de turno de Aitor Fernández. Como en su día sucedió con los goles de Barral y las exhibiciones de Keylor Navas, a este Levante le basta con los milagros de un portero con impronta de selección absoluta para lograr el mínimo de la permanencia y resignarse a esa decimotercera posición que ahora ocupa, una menos que la que le correspondería por presupuesto. No menosprecio el principal objetivo, sigo lamentando que este equipo muestra fogonazos de poder aspirar a más, pero por falta de contundencia y, sobre todo, por esos despistes “muy evitables” se queda a medio camino. Esa combinación acrecenta la figura de Aitor, sin duda el mejor activo granota de este ejercicio, y le hace ser el argumento principal que reduce las carencias. 

Ganar era necesario por varios motivos: se jugaba en casa, la derrota ante el Eibar había enterrado por completo el efecto del triunfo al Madrid y sumar de tres tenía además un extra anímico para preparar la inminente visita a Mestalla. 2020 es el reflejo de ese desapego: seis derrotas en nueve partidos de Liga, siete puntos de 27 y el peor de visitante con esas cinco visitas sin puntuar, además de la eliminación en la Copa del Rey en el Sánchez Pizjuán. No es un hecho esporádico ni casual que la afición apenas se inmutara después de otro encuentro con señales fatídicas que se repiten en bucle y que dejan en nada los brotes verdes que los hubo, sobre todo en la primera parte. Renta positiva al descanso, pero un runrún extraño y con demasiados accidentes que condicionaron el guión. Al final invadió otro capítulo de contrariedad y la percepción de que la temporada está prácticamente acabada. 

Con ocho puntos sobre el tercero por la cola (quedan once jornadas), el temor disminuirá o irá creciendo según el grado de reacción de los que verdaderamente están en apuros. El Eibar, el mismo equipo del doloroso 3-0 que le propinó a los granotas en la cita anterior, cayó en casa ante un Mallorca que coge aire y se lo cree. El Alavés puntuó contra el Valencia. El Espanyol perdió en Pamplona, como el Valladolid en casa frente al Athletic. El Celta sumó en el Coliseum. Y el Leganés, como todos los del precipicio, logró arrebatarle los tres puntos a un Villarreal que lleva tres derrotas seguidas desde que derrotó al Levante en La Cerámica. Es triste, pero deportivamente no hay otra lectura que echar el cierre definitivamente a la salvación. Habría que hacerlo rematadamente mal, y que los necesitados hicieran números de Champions, para verle las orejas al lobo y tener que rescatar del baúl de los recuerdos lo de ‘La Unión es la Salvación’. Hablar de algo más ya no se sustenta. Con el desenlace de la temporada ya habrá tiempo para replantear el proyecto y sentar unas nuevas bases, seguro que en Primera División, con esos rasgos necesarios para no volver a ser pasajero de esa montaña rusa de emociones, de alegrías y decepciones en un suspiro, que está siendo este curso 19/20. 

19 encuentros después, el Levante firmó un empate, algo que no sucedía desde otro 1-1 en el Ciutat contra Osasuna, el tercero del curso. Un encuentro calcado al de los navarros del 29 de septiembre, en el que otro despiste minimizó otro gol en los primeros instantes (de Hernani), pudo llegar el 2-1 y también el 1-2. Una pena que se quedara en el premio mínimo el currazo de Roger, que consiguió resistir a las triquiñuelas del Granada que casi le hacen perder los papeles, y la solidaridad de Morales. El ‘Comandante’ firmó una actuación superior a la de su golazo al Real Madrid, pero la pelotita y lo que luce en el marcador tras el pitido final eclipsan al resto de factores. Fue un partido al límite y ahí el Levante desentona y acaba dañado. No es su filosofía, pero tampoco se amilanó. Prieto Iglesias permitió en exceso ese “otro fútbol” y el parte de guerra solamente cayó de un lado: Radoja recayó el día que reaparecía después de seis encuentros en la enfermería, Miramón no pudo arrancar tras el descanso, Bardhi se marchó con hielo en el tobillo, Vezo y Clerc necesitaron ser atendidos en la primera parte y Roger, de nuevo el máximo goleador nacional con 11 tantos como Lucas Pérez, recibió por todos los lados. 

La victoria que le falta a Paco

Y ahora llega el derbi y el coronavirus puede mandarnos a todos a casa. De esos encuentros en los que la motivación va de esencia, que no debería ser necesario inyectarla porque es una semana especial. De los pocos alicientes que restan en la temporada está la posibilidad de firmar una pequeña trilogía con las victorias en el Ciutat a Barcelona y Real Madrid, ganar por primera vez en Mestalla y de paso evitar que el Valencia logre los seis puntos en una temporada, algo que tampoco ha sucedido. En Mestalla, Paco López se convertirá en el entrenador con más encuentros en Primera División (77) y superará a Juan Ignacio. La última visita fue un golpe duro. De lleno en el jaleo de la permanencia, con 33 puntos como ahora (pero cuatro jornadas después), aquel 3-1 del pasado 14 de abril supuso la octava reválida seguida sin ganar, con dos puntos de margen sobre el precipicio. Aquella realidad está lejos de la actual. Solamente un batacazo de dimensiones indescriptibles podría precipitar al equipo a un final de temporada tan agónico como el último, con un partido a vida a muerte y fuera de casa como fue el de la victoria en Montilivi con los goles de Morales y Bardhi. 

Paco será leyenda ante el rival vecinal. Entre las 29 victorias que lleva con el primer equipo granota le falta derrotar al Valencia (lleva un empate y dos derrotas). Ojalá el sábado sea el día y aunque sea solamente por una semana pueda dejar a un lado esa condición de muro de protección que le viene de perlas al resto cuando los partidos no acaban como gustaría. Lo dije hace unas cuantas semanas en estas líneas, el míster de Silla aglutina demasiadas discrepancias y muchas de ellas por no expresar verdaderamente lo que siente porque hay situaciones que entiende que se solucionan de puertas para dentro y de ahí no deben salir. Lo comprendo. Hay unos códigos internos que prevalecen por encima de lo que cualquiera pueda decir en un puñado de caracteres en redes sociales. No expone a nadie y eso le convierte, en muchos momentos, en la diana cuando hay situaciones que no deberían pasarle ni de refilón. Es un escudo perfecto para los jugadores, pero también para la ‘planta noble’. Paco le ha dado mucho al Levante dentro y fuera del campo y lo seguirá haciendo, pero no comparto que esa bipolaridad que transmite el equipo, esa sensación de no saber qué versión saltará a escena, de no acabar de dar el estirón, deje más indemne de lo que toca al resto de protagonistas.   

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