José María Peris, Vicent Molins, Desmemoriats y Vicente Bau analizan el partido frente al Atlético de Madrid
VALENCIA. El Valencia sumó una nueva derrota ante el Atlético de Madrid por 2-1 en el Vicente Calderón que deja al equipo de Nuno Espírito Santo a siete puntos de los puestos que dan acceso a disputar la Liga de Campeones la próxima temporada.
Los colaboradores de Plaza Deportiva, analizan el duelo frente al Atlético de Madrid:
MOLINS
Ya pueden seguir tocando los músicos del Titanic. Además de que el Valencia que competía ya no compite, además de que a los jugadores no se les extrae ni su mínimo de talento, la máxima preocupación debe venir de ver cómo el entrenador, candidato a capitán Schettino, no tiene ningún modelo de respuesta e improvisa sabedor de que su equipo está lleno de fugas, resquebrajado, sin horizonte, con el mismo rostro morado del que un día manejaron Pellegrino y Djukic. Es muy cándido creer que cambiará de repente, persistiendo en la confianza.
DESMEMORIATS
Qué generoso fue el fútbol con el Valencia. De merecer una goleada escandalosa a poder esconder una humillación detrás de un marcador corto. Porque como en Cornellá, fue una noche de humillaciones. El Atlético bailó al Valencia y sus hombres vejaron a la tropa de Pancho Villa que va de blanco. Ver a Juanfran ridiculizar a Gayà en una internada ya lo dice todo. En salida de balón siempre fue un 1x3 o 1x4, más la costumbrista presión con la mirada de todos los días. Desesperante ver en este equipo, que un día fue serio, a sus centrales intentando sacar balones de rabona, a sus centrocampistas, en días de trinchera, buscar el lucimiento de la jugada personal. Como es habitual, el Valencia salió a jugar y no sabía dónde estaba jugando ni a quién tenía en frente. Es lo que pasa cuando dejas de preparar los partidos, estudiar a los rivales, y dejar La Jaula únicamente para recuperar lesionados. Desde luego, lo mejor del partido fue el resultado. Da para mantener la mentira una semana más.
BAU
El resultado final le hace un quiebro a mi conciencia. El Valencia estuvo muy lejos del empate final. Es más, el 2-1 que reflejó al final el marcador me parece corto para lo visto en el Manzanares. El Atlético se encontró con dos factores decisivos. Su entrega -siempre interesante de observar- y un oponente incapaz de ponerle en apuros. Y así sucedió. El Atlético fue muy superior en casi todo. Y el Valencia regaló el balón, la posición y la potencia. Y así, con casi todas tus fuerzas 'regaladas' nunca podrás vencer en el Calderón. Por eso perdió con rotundidad el Valencia ante el Atlético. No hubo equipo, ni juego, ni pillería. El partido ya es pasado y al conjunto de Mestalla le toca analizar todo lo que está sucediendo. Jugar a fútbol no juega casi nunca. Y así, deambulando por el fútbol español es como la desilusión se apodera de todo y crece el desconcierto. El Valencia en estos momentos es un equipo de difícil digestión. Toca que alguien lo haga digestivo y permita que nos volvamos a ilusionar. ¿O no se aburren ustedes?
JOSÉ MARÍA PERIS
Poco argumento nos queda. Y estamos en la novena jornada. Parece que vivimos el año pasado en un oasis, con una competencia a los grandes, con unos instintos básicos que nos hacían a la parroquia volver a disfrutar del juego y sentir nuevamente la admiración a unos jugadores, porque el querer al escudo como que nunca lo perdimos. Pero este año es difícil. Es difícil sentarte cara a la tele y no sentir decepción. Es difícil argumentar a tu chica que prefieres esto a asar castañas con ella. Es muy difícil, Nuno. Y me da igual todas las buenas palabras en rueda de prensa, ricas en literatura, pero pobres en mensaje. Un equipo se parece a su entrenador. Y este nuestro es impreciso, apático, esforzándose en detalles que no llevan a ningún sitio, modificando cuestiones sobre la marcha, como hoy, cambiando el sistema por la lesión de un futbolista y el castigo de otros dos. Y sin mordiente, sin vergüenza torera para disputar balones divididos. Al acabar el partido, me acordé de la recopilación de relatos futbolísticos 'Cuentos de fútbol' donde, en uno de los cuentos, un personaje llamaba 'embrague' al entrenador, porque primero metía la pata y luego hacía los cambios. Pues eso.