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Diez años de la gesta de Cartagena

22/05/2020 - 

VALÈNCIA. Hoy se cumplen diez años de la conquista de Cartagonova, del golpe sobre la mesa en el ascenso del Centenario que se haría realidad tres semanas y un día después frente al Castellón. Aquel 22 de mayo de 2010 tenía día libre en Superdeporte, pero no quería perderme por nada del mundo una cita clave en el camino hacia la gloria de Primera. Allí me planté con los que eran mis compañeros Rafa Marín y el fotógrafo Roberto N. Cataluña. No tenía la exigencia de teclear lo que iba a suceder, pero, como en otras ocasiones, estaba dispuesto a echar un cable en lo que hiciera falta porque se avecinaba uno de esos días de detalles con mucha miga. El partido lo tenía todo; con muchas imágenes impactantes de inmediato como el desembarco de los autocares de aficionados al infierno cartagenero y los cánticos a la llegada del equipo. Fue un desplazamiento grandioso, con más de 1.000 granotas, una caravana coordinada por el inolvidable Voro Vendrell, el alma de la peña Amuntgranotes. Con su aliento previo empezó a fraguarse el 3-5. Los valientes ocuparían el anillo inferior de la portería de los cuatro goles de la segunda parte.

Quedaban cinco partidos (Rayo Vallecano, Real Unión, Castellón y Betis eran los últimos cuatro rivales), el Levante era segundo (62 puntos) y el Cartagena le pisaba los talones con 61, con Hércules (60), Betis (58) y Elche (57) apretando. Una derrota era caer de la zona de ascenso, con el añadido del revés de la primera vuelta en el Ciutat (1-2). Aquella recta final de la temporada 2009/2010 se jugaba con el corazón. El míster Luis García aunaba conceptos tácticos con pinceladas motivacionales, con esos vídeos, canciones y carteles que despertaban la fibra del vestuario. Cada montaje audiovisual era un dardo directo al alma.

Xisco Muñoz, que acabaría la temporada con 8 dianas, se lesionó en los días previos. Fue la única pieza que se cayó de un once que fluía a las mil maravillas. Manolo Reina, Pau Cendrós, Ballesteros, Robusté, Juanfran, Miguel Pérez, la principal novedad y que además cumplía 30 años (hoy hace 40), Pallardó, Iborra, Juanlu, Rubén Suárez y Javi Guerra fueron los elegidos de partida ante un rival dirigido por un entrenador (Juan Ignacio Martínez) que en aquel momento jamás hubiera pensado que sería el responsable del Levante líder de Primera División tras el 0-3 al Villarreal del 23 de octubre de 2011 y de la histórica clasificación para la edición 2012/2013 de la Europa League.

El pupitre de prensa estaba pegado a la grada y a medida que se acercaba el inicio del encuentro, la caldera de Cartagonova asfixiaba más y más. Flipé con el “Cartagena is not Murcia”, el lema de la enorme pancarta que se desplegó en la grada que teníamos enfrente. Además de la representación de compañeros del día a día granota, hubo más aliados sobre la marcha. Mi querido Guille Calvo, junto a Álvaro Martínez y Carlos Bauset, que iban de camino a Málaga para el segundo partido del ‘play-off’ de cuartos de final del Valencia Basket, dieron un volantazo cuando vieron la salida a Cartagena sin la certeza de poder acreditarse y entrar al partido. Tres guerreros más para la batalla que se presentaba en una caldera de una magnitud que nunca había vivido hasta aquel 22 de mayo.

Mientras Rafa ajustaba la ficha técnica, con onces y árbitro, me pidió que no me dejara llevar por la efusividad, que si las cosas iban de cara no sacara los colores y me contuviera un poquito. Sabe que lo vivo demasiado, que ese sentimiento levantinista lo llevo grabado a fuego desde crío. También es verdad que tantos años en las mismas cuatro paredes dan para conocer a las personas de sobra. Como un niño pequeño le dije que me portaría bien, lo que no pensaba era que los dos primeros goles albinegros, para responder el tempranero 0-1 de Robusté, bigoleador en aquella tarde mágica como Javi Guerra, irían acompañados de improperios y gestos despectivos de la parroquia local, de todas las edades.

El Levante se hizo pequeñito en la primera parte y se vio devorado por un ambiente hostil. La historia no pintaba nada bien y ahí estaban, justo debajo nuestro, unos cuantos para recordárnoslo de mala manera. Lo admito, lo que deseaba era que el karma les jugara una mala pasada en la segunda parte. La mínima renta a favor de los anfitriones fue un alivio (2-1). El asedio era incuestionable. Tras el descanso, la conjura fue total. El vestuario fue consciente de que en esos 45 y pico minutos restantes había muchísimo en juego. Que de golpe y porrazo tenían en sus manos la posibilidad de dar un paso casi definitivo a Primera en un año especial. Sonaba a imposible simplemente echando la mirada atrás y recordando la pretemporada en Oliva en el verano de 2008 en la que hubo que conformar un proyecto desde cero y con unas restricciones económicas obligadas.

Fuente: Portal Som Granotes

Fuente: Portal Som Granotes

El Levante se lo jugó al todo o nada y pasó de estar contra las cuerdas, a merced de un Cartagena respaldado por toda una ciudad, a firmar un recital de fútbol para la historia, de los que se recuerdan para siempre. Ayudó que el lateral derecho Txiki viera la segunda amarilla en la primera jugada de la reanudación. Luis dio un paso adelante dando entrada a Rafa Jordà, figura clave para cambiar guiones desde que llegara en el mercado de invierno, y se produjo la tormenta perfecta, mientras Cartagonova lanzaba pestes contra el árbitro Teixeira Vitienes. No hice caso a Rafa y celebré cada uno de los cuatro goles que fueron perforando la portería de un Rubén Martínez que seis años después defendería la guarida del Levante. Con una diferencia importante, que no me metí con nadie, que no caí en el insulto. Lo único que hice (digamos que reprochable) fue mirar con una sonrisa irónica a un aficionado que en el primer acto estaba más preocupado por mis reacciones cuando el cara a cara dio un vuelco en el marcador (del 0-1 al 2-1), antes que centrar sus esfuerzos en respaldar a su equipo desde su butaca. El ambiente estaba ‘calentito’. El 3-5 fue un éxtasis total y además las aguas se suavizaron. Tanto que, con algunos, intercambié buenos deseos para lo que restaba de temporada.

Bajé a sala de prensa y nada más entrar, un periodista cartagenero empezó a darme lecciones de profesionalidad. Pedro Rostoll, el mítico Menoti, el segundo de Luis García, vio que la conversación se estaba enredando y me sacó de ahí. No estaba el horno para bollos. Y valió la pena porque pude disfrutar de la alegría de un vestuario que estaba acariciando el ascenso. El champán iba de lado a lado. Si alguien entraba acababa empapado. Me quedé fuera y eso que alguno hizo el amago de remojarme. Aún se me ponen los pelos de punta recordando el abrazo con Luis. A los dos nos brillaban los ojos como nunca. No pude ocultar mi alegría. “Míster, estamos en Primera”, le dije. Él fue más prudente que yo y me pidió “tranquilidad” porque aún quedaba un camino de cuatro jornadas por recorrer.

Los jugadores fueron saliendo con la satisfacción de un triunfo crucial y devolvieron el respaldo de los aficionados que aún no habían emprendido el viaje de vuelta a Valencia. La comunión fue total. El intercambio de cánticos fue impactante. Ahora los protagonistas eran ellos, el millar de granotas que tenían carta blanca para expresar sus emociones. Entre ellos hubo algunos aficionados locales que quisieron ensuciar el momento. Aún les quedaba energía para transmitir su frustración por la derrota, sobre todo hacia Sergio Ballesteros.

Del infierno de Cartagonova salimos por la puerta grande y más cerca de Primera. Ya sin la presión del encuentro, recuerdo los cánticos con Rafa y Roberto en el coche, de regreso a casa. Antes paramos a cenar en un Foster's Hollywood de un centro comercial todavía en territorio comanche. Esa noche se jugaba la final de la Champions, la tercera de la historia del Inter, la de Mourinho ante el Bayern de Múnich en el Bernabéu, días antes de oficializarse su llegada al Real Madrid.

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