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El principio del fin

5/07/2020 - 

Escribo estas líneas sin conocer el resultado del partido ante el Granada. No me importa demasiado lo que haya sucedido en Los Cármenes. No me entusiasma ni siquiera pensar en una inesperada goleada a domicilio. Diría que incluso me importa un pito que el Valencia se clasifique o no para la Liga Europa al final de temporada. Para mí, tampoco cambia nada. No altera lo más mínimo lo que pienso. Ni trastoca el espíritu de este artículo. Porque nadie podrá sacar pecho si el equipo queda el séptimo de la Liga. Ni siquiera el más chulo de la clase. Ni siquiera un tarambana como Anil Murthy que parece atreverse con todo. De la verdadera realidad de lo que ocurre en el Valencia no se puede presumir. Más bien todo lo contrario.

Lo que sucede en Mestalla no es una cuestión de resultados, sino de sensaciones y sentimientos. De falta de sensibilidad, más bien. A día de hoy, la fractura entre Peter Lim y el valencianismo es total.  Se ha llegado a un punto sin retorno. Ya no hay marcha atrás. Es una ruptura global. Un oscuro callejón que acaba en un muro, cuya única salida es la venta del club. El proyecto de Lim, si es que alguna vez tuvo programa, tiene los días contados. Después de cinco años en València, su final ha llegado. El fracaso deportivo y la desafección de la ciudadanía le ha pasado una factura tan grande, que ya no puede reponerse. El fiasco futbolístico y el desgaste emocional le ha desacreditado por completo. Lim está amortizado.

Estamos viviendo el principio del fin del último emperador de Mestalla. Tardará más o menos, pero la cuenta atrás ha comenzado. Porque el valencianismo, habitualmente en división y enfrentado, es unánime con respecto al futuro de la entidad. Incluso la Agrupación de peñas, colectivo cautivo de la directiva, ha mostrado su malestar con la actual situación. Hoy es el primer día del hundimiento de “la gran transacción del fútbol mundial”, que dijo el insigne Aurelio Martínez. La soberbia con la que Murthy ha actuado tampoco puede quedar impune. Meriton debe marcharse a ese Singapur que Lim nunca abandonó. Ni siquiera para ver jugar al equipo en Mestalla. Ni siquiera para celebrar junto a los aficionados esa ansiada Copa que se volvió a conquistar en Sevilla el año pasado.

Muy felices debió prometérselas Peter Lim cuando fue recibido años ha en loor de multitudes. Como un salvapatrias. Como un marajá. Con dobladores de lomo profesionales y paniaguados preparando la alfombra roja. Brindado sin rubores. Pensaba el magnate singapurés que con liquidar la deuda de la Fundación, refinanciar la bancaria y prestar algo de liquidez, ya bastaba para que se le erigiera una estatua en la Plaza Mayor. Entendía Lim que con esa aportación económica se iba a ganar los corazones de la gente. Estaba equivocado. Un club como el Valencia significa mucho más que pagar cuatro pavos y venir a hacer negocio. Es algo que a fecha de hoy Lim parece no haber comprendido. Ni tampoco parece entender de que va esto del fútbol, tan diferente a todo. Porque en el excepcional mundo del balón, los balances bancarios no se celebran.

Meriton se ha quedado sin capacidad de respuesta. Porque, además, la corbata que le aprieta en el cuello a Lim es el nuevo estadio.  El Valencia sigue sin encontrar soluciones y el tiempo se le echa encima. Los plazos que marca la ATE empiezan a pasar y se ha llegado a un más que peligroso punto muerto. El alcalde Ribó fue contundente al respecto: “El Valencia tiene que cumplir los plazos con nosotros y la Generalitat. La paciencia tiene unas normas. Veo muy difícil ofrecer una prórroga al Valencia”. Cuentan que para arreglar el tema del estadio llega al club Joey Lim. Espero que este sobrino sea mejor que el delantero que fichamos…. Pero, aún así,  me parece que el árbitro va a pitar el final de este partido mucho antes y que no habrá remontada.

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