Nos queda el alma. Nos queda el orgullo valencianista que destilan jugadores como Gayá, Soler, Jaume y hasta Paulista. Eso nos queda y a eso nos aferramos, muy conscientes de que hacer de la victoria contra el Madrid una fiesta es aceptar que ya somos pequeños. El Valencia da la cara contra los grandes y debe ganar contra los pequeños, porque es así como se gesta un buen campeonato y la consecución de objetivos. Es lo que nos queda y confiar en la mano del técnico, que sigue creciendo como tal en este club, del que se quiso ir en su día y del que se irá si hace una buena campaña, pero con la cabeza bien alta y el caché disparado.
Hoy tocaría hablar un poco de valencianismo, de ese mismo sentimiento que nuestros capitanes destilan. Sé que quienes están al frente del club en su gestión no lo entienden, pero yo he sido uno de esos niños que, desde bien pequeño, ya se emocionaba solo con ver la ropa de entrenamiento del equipo, ver a los jugadores en entrevistas, con fotografías subiendo al autobús, con su escudo en el pecho, etc. esas cosas se te quedan marcadas muy adentro. Cada vez que me ponía el equipaje, aun jugando en la calle, sentías que debías darlo todo. Ese orgullo, ese tesón valencianista, no puede morir o mejor aún: no debe dejarse morir. Los y las jóvenes han desconectado de este club por muchos motivos: empezando por la nefasta gestión económica, deportiva y humana de Meriton Holdings, y acabando por el elitismo de poca monta de algunos futbolistas, cuyos orígenes son más bien humildes pero hoy se creen los herederos del mundo. Una cosa y la otra y otras muchas más como el no cuidar a las emisoras locales, como levantar muros y más muros en Paterna, etc. Que vayan unos niños a ver al Valencia CF a entrenar y lo máximo que puedan obtener es que, generosamente, un futbolista pare el coche, baje la ventanilla (no lo digo ahora, con lo del virus, sino que esto es de más atrás) y haga una mueca mirando un teléfono móvil o poniendo un garabato a modo de firma. ¿No recuerdan los jugadores cuando ellos estaban ahí detrás? El valencianismo surge de abajo, de la infancia, se arraiga en tu manera de sentir al equipo y no sé si esto se ha cuidado lo más mínimo. Necesitamos que el Valencia CF que abanderan jugadores como Gayá, Soler, Jaume o Paulista quiera estar con la gente, quiera acercarse a los más jóvenes, no se suban al trampolín del éxito, que es frío y equívoco, porque luego bajas y bajas y te olvidan dos generaciones más allá. En cambio, cuando Arias, Giner, Fernando, Quique Sánchez Flores, Arroyo, Lubo, Kempes, y tantos otros se acercaban a los aficionados, y luego daban unos golpecitos de cariño a un niño en la cabeza, este ya no lo olvidaba nunca. A esa fuerza me conjuro yo ahora, que estamos viviendo un desierto emocional como valencianistas. A esa fuerza y a otra cosa: sé que los jugadores ya hacen mucho y que son los únicos que dan la cara en este club, junto a todo su cuerpo técnico, desde el primero hasta el último. Lo sé bien, pero necesitamos que hagan crecer el valencianismo dentro y fuera del campo y que sean ellos mismos los que tomen la iniciativa de acercarse a la gente por mucho que se empeñen los cárdenos instigadores de la ley Lim en el club. Eso no es distraerse en su trabajo, sino todo lo contrario: vas a sentir el valencianismo realmente, vas a entender lo que significa llevar esa camiseta.
El club ha limitado a casi nada la presencia de jugadores en medios de comunicación. Los aísla del mundo, como si tuvieran que vivir fuera de él y esto es un error de todo el fútbol actual, porque luego vienen las depresiones, al ver que el mundo te da a ti la espalda ahora. Hacer que el fútbol sea solo de los futbolistas es un error, porque no hay teatro sin público, no hay literatura sin lector, no hay televisión sin espectador y no hay fútbol sin aficionados, por mucho que se empeñen. El valencianismo no quiere darle la espalda al equipo, sino todo lo contrario: desea estar con él, pero también quiere que no se le desprecie constantemente y que se acuerden de la afición cuando la cosa no va bien o se necesita sacar tajada de algo. La afición del Valencia CF entiende que los futbolistas de hoy en día van y vienen, se quieren marchar o los venden (Meriton los regala), pero pide corazón, entrega, cercanía, empatía: quiere a sus jugadores con la misma pasión con la que puede silbarte si no correspondes con nada de nada. No lo olvidemos: aquí hay que ser más humildes que en muchos equipos, aunque tengas una buena nómina, aunque estés en un equipo puntero. El jugador que entiende que está por encima de esa humildad, aquí sobra, porque no da al valencianismo lo que este le da a él: confianza y cariño. El Valencia CF debe ahondar en esa humildad, que no es ni simpleza ni ramplonería, sino consciencia de lo difícil que es llegar a vestir ese equipaje, el privilegio que es defender a este equipo y la oportunidad que te da la vida de cumplir sueños, al menos los de miles y miles de personas que, al ver jugar a este club, darían mucho de sí por un solo minuto con el escudo en el pecho, ahí, en el césped. Me pregunto, no lo sé, si Guedes está entendiendo que todo esto también va con él: sé que es buen chico, pero a veces las cosas se tuercen o te encuentras un muro en medio del camino, igual que el que se encuentran los aficionados si quieren ver a su equipo entrenar. Por ahí muere mucho valencianismo.