VALÈNCIA. Llegó diciembre. Ya hace ‘rasca’ al pasear por la calle, anochece a las cinco de la tarde y alcaldes megalómanos gastan una buena parte de sus presupuestos en luces navideñas a lo largo y ancho de toda la geografía española. Un mes en el que tradicionalmente llegan los balances anuales y el análisis de todo lo positivo y negativo que han deparado los últimos doce meses. En el caso que nos ocupa, a pocas semanas de rematar este 2023 me queda un regusto horroroso al pensar en el Valencia CF como club: la sensación, más real que ficticia, de que no hemos aprendido absolutamente nada tras el ‘susto’ deportivo del pasado mes de junio.
Como los episodios de un procedimental regulero en televisión, los tiempos de la temporada van poco a poco calcando lo sucedido hace exactamente un año. Del inicio esperanzador en agosto a los primeros baches, luego una racha positiva y, al caer el manto del invierno, la estampa de un equipo que sufre para llegar a los finales de partido. Muertos físicamente, reventados a correr para suplir casi siempre unas carencias cualitativas que les dejan en desventaja respecto a sus rivales. En Girona, enésimo capítulo de nuestro particular ‘CSI’: el equipo dio todo lo que tenía, y por desgracia no fue suficiente ante un equipo bien construido, con un plan definido y con plantilla suficiente para ejecutarlo.
Mientras el entrenador agoniza por dentro para no mandar todo a freír espárragos y tira de recursos lingüísticos y eufemismos para sí mandar mensajes a la afición, ‘Pechito Bailarín’ Corona se pasea flamante por microentrevistas previas a los partidos de absoluto bochorno, con frases tales como “estaremos preparados en el momento en que también financieramente pudiéramos completar una mejor plantilla”. Lean despacio esa última: casi la podemos poner al nivel de aquel “rechazar ventas es una manera de invertir” que proclamó en septiembre.
Corona saca la cara solícito y gustoso a que se la partan como buen empleado del mes que aspira a seguir siendo durante mucho tiempo. Todo mientras Layhoon, la afable Layhoon, la cálida Layhoon, cada día es menos afable y cálida porque también está hasta el pirri. Especialmente tras detectar en su último viaje a Singapur que, una vez más, su cargo ejecutivo y capacidad de maniobra pintan lo mismo que servidor en la toma de decisiones: nada en absoluto.
Peter Lim ha dicho que ‘tararí’ a lo de reforzar al equipo en enero, boicoteando así una temporada más a entrenador y ayudantes. Incluso por cantidades de risa como son 600.000 euros en el fútbol moderno. Que si quieren que venga alguien, habrá que sacar antes a otros. Que el que venga debe costar entre cero y nada. Y que aquí lo que importa es firmar el convenio urbanístico, no perder dinero con la gestión y cuadrar las cuentas, aunque suponga acabar decimoséptimo todos los años… en el mejor de los casos.
Uno de los grandes gozos de las últimas temporadas es poder escuchar cada lunes a Eduardo García Belda ‘Miki’, leyenda de los banquillos del futsal y un entrenador de primera categoría, sentar su Cátedra en ’90 Minuts’ junto a Manolo Montalt y Salva Folgado, poniendo la lupa en todo lo que rodea al Valencia. Y una de sus máximas me viene al pelo: “El 99% de los mitos en el fútbol son mentira”.
Así es. Por ejemplo, cuando alguien dice que “en fútbol, dos más dos nunca suman cuatro” para explicar el carácter aleatorio que marca al desarrollo de los partidos. Falso. Las matemáticas también suelen funcionar, aunque no siempre de manera exacta. Un club con una gestión económica de 10 y otra gestión deportiva de 10 quizá no siempre sume 20, pero a veces se quedará en 18 y en otras ocasiones romperá registros y alcanzará 22. El fútbol no es exacto, pero sí aproximativo. Del mismo modo, un club que invierte 0 en gestión deportiva y aplica un esfuerzo 0 a que la parte financiera sea boyante en lugar de raquítica… puede que evite entrar en cifras negativas –un descenso a Segunda, para que nos entendamos-, pero nunca pasará del 2 o del 3, en el mejor de los casos. Agonía garantizada, año tras año tras año.
Miki apuntaba el pasado lunes, en el nuevo debate sobre si Baraja apura mucho los cambios por falta de confianza en los suplentes o por falta de calidad de la segunda unidad, que seguramente sea por ambas cosas. Como la pescadilla que se muerde la cola, Baraja exprime al máximo a los titulares porque los prefiere al 50% de su rendimiento que a algunos suplentes al 100% de su capacidad física.
Y la cosa no va a ir a mejor, sino a peor: más minutos equivalen a más cansancio, más cansancio equivale a más lesiones, más lesiones equivalen a pasar un mal trago este año. Otra vez enero puede ‘romper’ al equipo. Ahí entra una de las escasas verdades universales que hay en el fútbol: por regla general, suelen ganar los equipos con jugadores con más calidad. Y en LaLiga hay unos cuantos equipos por encima del Valencia en esa faceta.
En unos días, Layhoon y colaboradores nos contarán una retahíla de milongas extraordinaria en la Junta General de Accionistas de cada año. Se sacarán de la manga –o no, igual ya han tirado la toalla también en eso- algún anuncio rimbombante sobre el nuevo estadio, sobre algún nuevo embajador o cualquier historieta secundaria para desviar la atención. Y la masa social, que en este 2023 ha visto como el equipo de sus amores llegó a estar a un par de goles de caer a Segunda División, apenas arqueará las cejas y seguirá adelante con sus quehaceres.
Como les pasaba a los veteranos de guerra que temblaban con sus recuerdos del Vietnam, algunos acabaremos el año pensando lo único que podemos pensar: que esta película ya la hemos visto, que haciendo lo mismo año tras año –empobrecer la plantilla, vender a tus activos más golosos y recortando inversión deportiva- jamás obtendrás resultados diferentes y que el invierno se nos puede hacer muy largo a todos. Seguimos sin aprender la lección.