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¡5 cosas que debes saber para crear una Superliga en tu garaje!

22/04/2021 - 

VALÈNCIA. Vaya, hasta el momento pensábamos que el Club Bilderberg de Florentino estaba conformado por empresas alfa en pos del bien común, del equilibrio del prójimo, de la bondad de la práctica deportiva, de la ejemplaridad angelical. En cambio descubrimos, sorpresa, que lo que pretendían era ganar más dinero y hacer uso de la fuerza para machacar al resto de competidores. 

La cuestión, en el fútbol como en la vida, en la Superliga como en la Champions, es a quién estamos dispuestos a pisotear para lograrlo. Florentino y sus siervos, se ve, estaban dispuestos a pisotearnos a todos. ¡No lo intenten en sus casas!, debía haber advertido Pedrerol antes de dar paso a Florentino.

Porque la gran enseñanza que nos ha regalado estos días su excelencia Pérez es que, aunque todo lo tengas, aunque poseas la fuerza bruta, a veces el experimento te explota en las manos.

A continuación vamos a analizar, a través de 5 cómodas claves, cómo poder crear una Superliga fetén sin acabar atragantándote con tu propio bocata de calamares. 

UNO. No experimentes solo con cobayas

A su excelencia Pérez esto sí le salió bien. Tanto que se acabó creyendo que las prácticas con cobayas equivalían a la experimentación con humanos. Durante años, con la connivencia de los reguladores, se transformó la Liga en un escenario para que King Kong y Godzilla -esto es, Cristiano y Messi- se enfrentaran cada dos por tres, exprimiendo las ubres hasta no quedar ni gota. ¿No fue la propia Liga quien inoculó el veneno de la escisión? ¿Dónde estaban los reguladores que, en lugar de apuntalar los contextos locales y la variedad, se lo jugaron todo a la carta de las superpotencias? Y claro, Florentino, acunado en su zona de confort, pensó que podría trasladar el coto privado a todo el continente.

DOS. Enmudece a España... ¿pero y a Europa?

Otra consecución traicionera de Pérez: lograr domesticar a la competición, al entramado mediático, a la red de jugadores, directivos y aficiones. Si Inglaterra era el lunes y el martes una isla volcánica repleta de fuegos, si el bueno de Gary Neville (en lugar de entrenador del Valencia debió ser comentarista de À Punt) lideraba las huestes rebeldes, España en cambio era un país con silenciador incorporado. Sin jugadores que se atrevieran a abrir la boca, entrenadores mudos, directivos en modo avión. No es casualidad. Es sintomático. Una competición donde a los dueños no les basta con dominar, sino que aspiran a someter. La Superliga ha sido la prueba definitiva del escaso vigor social de la Liga, de su gentrificación. Por algo Pérez creyó que era buena idea presentar el engendro en El Chiringuito, una medianoche ojerosa. Acostumbrado a ese espejismo, creyó que Europa tendría las defensas igual de bajas.

TRES. Las administraciones toman partido

El ensueño de que las empresas alfa -algunas de ellas disfrazadas de sociedades deportivas- pueden hacer y deshacer a su gusto, ha sido parcialmente desarticulada. Una seria advertencia para propietarios cercanos. No, el fútbol europeo no es una industria del entretenimiento homologable a cualquier otro sector económico. Igual es más fácil intentar montar el mayor depósito de gas natural de España, frentes a la costa de Vinaròs, reventando el territorio, que saltarse el temor de las administraciones públicas a que la sociedad pierda una de sus principales palancas para la vertebración interna. Gobiernos liberales poniéndose al lado del monopolio para combatir nuevas iniciativas privada.

CUATRO. El poder es más complejo que una apisonadora

Y otra advertencia más para nuestros magnates de cabecera. Basta con ser una apisonadora para avanzar sin tener en cuenta los intereses circundantes… hasta que deja de bastar. Los entornos de los principales clubes de fútbol son complejos. Especialmente si, como en Alemania o Inglaterra, tienen una musculatura entrenada. Tener todo el poder, llegado un momento, no es suficiente. El contexto social importa. Las administraciones importan. Contar con el apoyo de la hinchada, importa. Frente al modelo de Lim, decidido a implementar un modelo de club que pueda prescindir de los aficionados, la Superliga da pistas sobre cómo de letal puede resultar dejarlos de lado.

CINCO. El escenario ha cambiado: no sirve con hacer lo mismo

Acertaba su excelentísima Pérez en su diagnóstico sobre el futuro delicado del fútbol. Solo que obviaba un pequeño detalle: es el Club Bilderberg de Florentino quien más lo ha enfermado. 

‘El fútbol está en caída libre’, declaró Pérez. Los mismos que han adulterado las competiciones con desequilibrios exagerados, privatizando sus audiencias, son justo quienes pretendieron irrumpir con un brebaje milagroso que nos iba a curar de todos los males. Si habéis sido vosotros los que, dedicados a la fabricación de bots, relegando a los hinchas, habéis generado el desinterés, la deslocalización, la desidia, la decadencia. ‘El fútbol se muere’, azuzó Florentino. Y fueron sus propios verdugos quienes ofrecían la receta mesiánica. 

Las industrias del entretenimiento, ni mucho menos solo el fútbol, están ante un escenario atomizado en el que el consumo de las audiencias ha cambiado sustancialmente. Pero tiene el fútbol una ventaja especial frente al resto: su raigambre al territorio, el factor emocional. El propio genoma del Valencia, sellado por ‘la voluntad de querer llegar’, ejemplifica la necesidad de abrirse paso compitiendo frente a otras realidades sociales. El futuro del fútbol pasa justo por todo lo contrario al experimento de Florentino. Más arraigado a la realidad local. Más mini, menos súper.  

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