VALÈNCIA. A lomos de la polarización, se dibuja una especie de enfrentamiento entre el valencianismo. Una rivalidad entre tribus. Los antiLim, los de Lim, los de Llorente, los antiLim y antiLlorente, los salvistas y antiLim, los de Lim y antisalvistas, los empresarios valencianos, los johorís antiLim. Una macedonia tribal. Cualquier día algún iluminado se alza para proclamar la paz social entre valencianistas, como un guiño a aquellos años en los que con Paco Roig (hoy convertido en souvenir vintage) y la dirigencia confrontaban a puyazo limpio entre proclamas del entorno en pos de una paz consensual.
El enfrentamiento, sospecho, es inexistente. Solo una treta interesada de aquellos que apostaron equivocadamente. Hace mucho tiempo que no se encontraba tanta unanimidad entre el valencianismo. Más que un reino de taifas, una mayoría bien amplia de los valencianistas ha sido capaz de renunciar a sus principios laterales para generar un frente común. Aficionados que no comparten apenas más cosas que su fervor al Valencia, caminan juntos. El sábado había tantos pelajes distintos andando en una misma dirección...
Las interpretaciones que buscan atomizar a la masa tienen más que ver con una conveniencia malintencionada. Un deseo porque la oposición a Lim se reduzca a un bando más, a un grupo entre el tumulto. Ya es tarde. Con la contribución inestimable del propietario, las posiciones han girado: es la corte de Lim la que parece haber quedado como una oposición al propio club. Atrincherados a una propiedad que apenas nadie les reconoce más allá de la titularidad accionarial. Porque para disponer del poder no basta con poseerlo, sino que hay que practicarlo.
Se estudiará en las universidades el ejemplo de Lim: cómo desperdiciar un alud de afectos tan masivo desde que, con la alfombra roja a sus pies, pisó Mestalla. 25 de octubre de 2014 - 8 de mayo de 2021. Un tiempo de networking. Él y solo él ha hecho posible un giro tan profundo en el reconocimiento popular.
La unanimidad contra Lim se explica porque es un movimiento plenamente reactivo. La activación de las defensas propias frente a un ataque sistémico que pone en peligro la subsistencia del Valencia, como empresa pero también como club en su sentido mismo. Es probable imaginar que nos conducimos hacia un calendario de protestas sistemáticas que se agotarán en el momento en el que, o bien alternativas sólidas presenten sus cartas, o bien la inexistencia de alternativas enfríe el furor y dé una tregua a la propiedad hasta la siguiente tormenta.
Las declaraciones de Lim, más allá de su fondo suculento, sirven para medir su momento atípico: casi por primera vez Lim anda a remolque, no marca sus tiempos (eternos). Las próximas semanas medirán si está dispuesto a contemporizar y ofrecer gestos que rebajen la protesta (en fin, pura contención), o si seguirá congelando al Valencia a la espera del desenlace más cuantioso para sus acciones. Si elige no hacer nada, en realidad estará haciendo mucho.
El valencianismo, aunque sea por un suspiro, ha dejado de enfrentarse entre sí. Ahora es Lim el que se enfrenta con una realidad poco favorable.