VALÈNCIA. En épocas de crisis como la que por desgracia estamos viviendo, a los clubes no les queda otra que recortar gastos y apostar por los jóvenes talentos. Solo hay que analizar cada alineación del Valencia para darse cuenta de que con tal afirmación no estoy descubriendo América. Esto es más viejo que el propio fútbol. Sin embargo, los sentimientos que evocan las hazañas de aquellos consideramos como nuestros convierten a este deporte en algo muy especial. Es precisamente lo que me ocurrió la noche del pasado martes. La exhibición de Ferran ante los alemanes la viví casi como si fuera mía. Me olvidé de que ya no viste el murciélago en su pecho y disfruté de cómo un chico de Foios hizo historia martilleando a los teutones con su primer hat-trick como profesional. Más allá del escudo que defienda, que una de las estrellas en ciernes del fútbol mundial haya nacido en la Comunitat solo puede ser un orgullo. Al menos, para mí.
Como lo es también ver a Gayà destrozar el carril diestro de la defensa germana. Un puñal por banda es una metáfora que se queda corta para definir el partido del de Pedreguer frente a los pupilos todavía dirigidos por Joachim Low. Lo visto en La Cartuja rozó la perfección. Un orgasmo balompédico si a todo esto la añades que hablas de tu capitán, del tipo que se deja el alma por engrandecer la leyenda blanquinegra cada vez que salta al césped de un estadio. Pero no cerremos los ojos. No nos miremos únicamente el ombligo. Tan Terreta es el Cap i Casal, Pedreguer o Foios como lo es Villarreal. ¿Y qué quieren que les diga? Si Pau Torres jugara en otro equipo más mediático nos referiríamos a él como el defensor con más presente y futuro del fútbol europeo. O al menos, entre los dos o tres elegidos. Aquello que ya parece incuestionable es que será el heredero del dorsal 4 de Sergio Ramos. Mientras tanto, el de Camas, ha encontrado a mejor su pareja de baile. O viceversa.
Y no quiero dejar de aporrear las teclas del ordenador mientras veo como desciende el sol desde la ventana sin alegrarme enormemente por Facu González. Quizá sea un nombre que todavía no les suene, tal vez todavía no les resulte familiar, pero denle tiempo. Aunque creo que tampoco le va a hacer falta mucho. ¡Y es que me recuerda tanto a Pau! Se trata de un central uruguayo cuyo margen de crecimiento es tan gigantesco que no me atrevo a ponerle un techo. Llegó del Espanyol sin hacer demasiado ruido y hoy, con apenas 17 años, se ha convertido en uno de los fijos para Javi Gracia en todos y cada uno de los entrenamientos. Como perico acabó por no ser titularísimo y aquí, en la Academia de Paterna, ha encontrado su entorno ideal.
Intratable en el juego aéreo, zurdo y elegante destaca por esa certera salida de pelota tan importante en el fútbol moderno y que, por ejemplo, ha convertido a Hugo Guillamón en baluarte de la sub ’21 y en una figura cada vez más importante para el esquema blanquinegro. Además, Facu cuenta con un físico privilegiado. Su más de 190 centímetros hacen de él un defensor que, a medida que la edad le permita aumentar su masa muscular sin perder velocidad y coordinación, puede llegar a ser temible. Y si antes decía que me alegraba por él, sinceramente por quien me alegro todavía más, es por el Valencia. ¡Bien hecho!