Amante de la vida con el surf como excusa, Óscar falleció en México mientras tomaba su ola más difícil. Su manera de exprimir sus aventuras definen a un tipo carismático y un ejemplo de humildad
VALÈNCIA. “Vivir es urgente”. Es el último mensaje que Óscar Serra Buqué, amante del surf y sobre todo de la vida, mandó a su familia desde México. Allí, en la playa Zicatela de Puerto Escondido, una de las más peligrosas del mundo por la ferocidad de sus olas, Óscar dijo adiós tomando las aguas de la Costa de Oaxaca. Era uno de los numerosos viajes que el valenciano, de 23 años, había emprendido para coger la tabla y disfrutar de una de sus grandes pasiones. No era profesional, pero el surf forjó su forma de vida: en el mar conoció a sus mejores amigos, compartió olas con su pareja e incubó una manera de entender el mundo que le apremió a disfrutar hasta el último segundo.
Esa era su máxima. Vivir y experimentar al máximo. Muy pronto empezó a trabajar para poder seguir su lema al pie de la letra. No le importó plantarse tras una barra, servir copas en una discoteca, trabajar en un hotel en Guadalupe o ser monitor de surf en Hawái. “Siempre se buscó la vida precisamente para aprovecharla hasta el extremo”, cuenta Javi Postigo, uno de sus mejores amigos. Javi y José son dos gemelos que, con el surf por excusa, conocieron a Óscar desde muy pequeño. Se hacían llamar ‘los trillizos’ porque tras la adolescencia se descubrieron inseparables y comenzaron a compartir historias.
Una de ellas, de hecho, retrata a la perfección la forma en que Óscar quiso exprimir sus experiencias: “Yo estaba en Tenerife, surfeando, y le llamé por teléfono”, recuerda Javi. Era una típica llamada de colegas: “¿Qué tal? ¿Cómo va todo por allí?”, se preguntaron. “De repente, en ese mismo instante, Óscar se puso a mirar vuelos… A la mañana siguiente estaba ya en la isla con nosotros”. Fue una aventura improvisada, como tantas otras. Las olas gigantes de Nazaré en Portugal, las aventuras francesas en Landes, los días en Nicaragua o todo un mes en Lanzarote.
Allí, en Canarias, Óscar conoció a su novia. Ocurrió el pasado febrero por medio de una amiga en común. Ainara Aymat es de Zarauz y es otra apasionada del surf. Con la tabla a cuestas ambos comenzaron a compartir andaduras: convivieron juntos en las islas, subieron y bajaron de Guipúzcoa hasta Valencia, y estuvieron juntos este julio en Nicaragua antes de aterrizar en la costa mexicana. Desde entonces, el tiempo pasó de corrido. Tan rápido como intenso, porque Ainara también recuerda a su compañero de aventuras “por sus ganas tremendas de vivir”: “A Óscar se le ocurría algo y lo hacía; estábamos en casa, le daba por ir a pescar y allá que iba”, comenta.
Su manera de ver la vida también le hizo enarbolar la bandera de la humildad. Fue un tipo extremadamente generoso, asegura su pareja. Tanto ella como los gemelos rememoran el momento en que regaló su tabla de surf a un chico al que no conocía simplemente porque no podía tener una. “Se quedó casi sin tablas…”, bromea Ainara. Era “alguien capaz de sacrificarse por la felicidad de los demás”, apunta Javi. Para él, uno de los adjetivos que mejor definen a su amigo es ‘poco materialista’, un buscador incesante de la humanidad.
Amante del deporte en general –es nieto de Enrique Buqué, futbolista del Valencia CF en la década de los 50-, Óscar también tenía sus obsesiones. Sus amigos le llamaban ‘el maniático del orden’ porque en cada una de las andanzas que emprendían reinaba la armonía en su equipaje. “Tenía toda su ropa ordenada por colores, se levantaba el primero, se hacía la cama… Lo típico que se lo cuentas a su madre y no se lo cree”, comenta Javi entre risas. Ainara lo secunda porque este verano, en su periplo por Centroamérica, “contaba sus camisetas una a una cada vez que cambiábamos de alojamiento”: “Llegábamos a una nueva estancia y lo primero que hacía era ordenarlo todo”.
A Óscar no le importaba qué plan hacer con tal de ver a los de su alrededor disfrutarlo. Es por eso que el amor y la inquietud por la felicidad de los suyos eran correspondidos. Nueve personas han perdido la vida en lo que va de año ante las olas de Zicatela y Óscar tuvo un homenaje especial entre los locales. A golpe de tabla, la comunidad surfista lloró su marcha y celebró sus ganas de vivir. Allí tendrá una placa con su nombre, parecida a la insignia en su honor que se instalará en Jávea, su tierra, durante el homenaje que sus amigos y su novia le preparan para este sábado. Su madre, Begoña, sus hermanas, Marta y Begoña, y su padre, junto al resto de su familia, se reunirá para despedirle en la arena sobre la que Óscar creció y comenzó a germinar el espíritu aventurero por el que todos recuerdan a un chico para el que vivir era urgente y que, en 23 años, “vivió más que muchas personas con 80”.