VALÈNCIA. Tenemos que hablar de Paco Roig. No porque su encaje tenga fundamento en este momento vital para el club. No es por eso. Es por puro entretenimiento (es el entretenimiento y no la solemnidad la que nos salvará del plomo). Paco Roig hace unos días se fue de ultras. Una costumbre asociada a la propia genética del personaje. Tanto que incluso los matones, de otros clubes, sirvieron de señuelo ocasional con los que justificar sus moratones.
En una especie de almacén agrícola -o sala de aperos- Roig dio un mitin, a buen seguro celoso por no poder participar en campaña. Con la pirotecnia habitual clamó contra Lim y anunció el colapso del club. Gracias Paco por el aviso, no nos habíamos dado cuenta.
Es posible que sea intrascendente y el capítulo no requiera perder tiempo ni atender a las andanadas de Paco 'el Macho'. Pero también es posible que sea necesario recordarnos que de esos pacos, estos peters.
Paco supo como nadie sublimar el instante noventero. Frente al agravio de 1992 que incendiaba a la ciudad (JJOO, Expo...), el club como bandera simbólica. Desencadenó la furia. Propuso golear a Madrid y Barcelona para acortar la distancia que va del 92 al 0. Paternalismo territorial y testosterona en los palcos.
Pero en lugar de ser jarrón chino tras el gol de Pauleta y la caída del Paco pantocrátor, Roig utilizó al Valencia como una veta de la que extraer rendimiento, un cuerpo con el que especular hasta sacarle el beneficio explosivo que le garantizó el PP de capilla, encerrándolo en la jaula dorada y haciendo que Soler, fusible útil, lo bañara en oro.
Roig, pionero total, fue la previa de los golosos fondos especulativos. Entendió al club no como un fin en sí mismo sino como una herramienta eficaz para otros fines: los suyos. La negligencia de las elites locales que dio paso al buitreo de oportunistas globales, lleva su cara.
Por eso, el Paco basadísimo, vistiendo tirantes para sujetarse unos machos colosales, debería recordar a sus fieles que de esos pacos...