VALÈNCIA. “Peligro en La Condomina” era una de las frases que sonaba en el antiguo transistor, durante esas interminables jornadas de carrusel radiofónico deportivo de las tardes de domingo. Cuando la escuchábamos, sabíamos que el balón rondaba la portería y que gol estaba cerca. Si el locutor forzaba la voz y gritaba como si no hubiera un mañana, estaba claro que el tanto era del Madrid. No fallaba. Con el tiempo, los amigos nos apropiamos de aquella coletilla futbolera y la utilizábamos para alertar al prójimo de algún peligro inminente. No solo la usábamos en lo deportivo, sino que la aplicábamos a todos los órdenes de la vida. Ya fuera en los estudios, en el trabajo o en el amor.
El Valencia no juega en Murcia (por cierto, otro histórico venido a menos). Pero su “Peligro en La Condomina” está más presente que nunca. El riesgo de Mestalla no llega en forma de gol en contra sino de posible descenso a Segunda. Porque esta vez, y por desgracia ya van varios años que hablamos de este asunto, sí que veo una amenaza real de perder la categoría. Es evidente que cada temporada que pasa el club da un paso atrás. Sin embargo, nunca había visto al equipo en una situación tan delicada como la actual. Siempre me consolaba el hecho de ver a tres conjuntos peores que el nuestro. Pero este año tengo mis dudas.
La dinámica del Valencia es fatalista. El equipo ha entrado en una espiral a la que no está acostumbrado y de la que resulta muy complicado salir. Además, el clima tampoco ayuda, Ya no solo es una cuestión de sensaciones, que también, sino que la estadística negativa es muy reveladora: el Valencia es el peor equipo de Primera en los últimos cinco partidos disputados. Es el que menos puntos ha sumado, solo uno, y con ocho goles en contra es el que más tantos ha encajado. Ni siquiera el Elche, colista y desahuciado, está peor. Terrible.
Quiero creer a Voro cuando asegura que no tiene miedo al descenso y que el Valencia va a dar guerra en esta segunda vuelta de LaLiga. Pero no las tengo todas conmigo. Porque miro hacia Paterna y veo un vestuario sin confianza, una plantilla bloqueada y un grupo con escasas opciones de reacción. Incluso alguno ha perdido los papeles, como le sucedió a Paulista ante el Madrid. Además, el hecho de contar con futbolistas demasiado tiernos, un batallón de cedidos y pocos veteranos que puedan levantar la bandera como en Iwo Jima, tampoco juega a nuestro favor. Ojalá me equivoque, y el “Peligro en La Condomina” acabe con el árbitro pitando fuera de juego. Pero vaya susto que llevo en el cuerpo…