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13 de noviembre / OPINIÓN

Pepelu y la inestabilidad estructural  

18/01/2022 - 

VALÈNCIA. Me he entretenido estos días sin fútbol en clave granota desgranando las entrevistas que ha concedido Pepelu. Voy a ser sincero y ojalá me equivoque. El contexto no me hace ser optimista sobre que la joya de Denia sea uno de los eslabones de esa necesaria reconstrucción futura que hay que acometer. Pero no solamente porque el Levante sea el único equipo de Primera sin una dirección deportiva en pleno mercado de invierno y con la obligación paralela de emprender una estrategia convincente y profesional pase lo que pase a final de temporada. Esa inestabilidad estructural es evidente que lastra. A Pepe, además, le ha costado una barbaridad sentirse importante y lo ha conseguido ahora a las órdenes de Alessio Lisci, justo cuando ya puede negociar y firmar con otro club ya que es uno de los que acaba contrato el próximo 30 de junio. Sus cesiones, sobre todo las de Portugal, le hicieron madurar y construirse un regreso a casa con todas las de la ley. Porque aquí es donde se siente más identificado y sueña con echar raíces, aunque estuvo a punto de seguir adquiriendo protagonismo fuera de Orriols.

“Ya habrá tiempo para hablar de la renovación”, insistió Pepelu en las distintas entrevistas. Cada vez queda menos; esto ya es una cuenta atrás. Su prioridad es dejarse la piel por la permanencia. Él se centra en el balón y que el futuro no le trastoque absolutamente nada. A día de hoy no se cierra puertas. Me genera intranquilidad que en cada pregunta sobre su continuidad regateara y saliera al paso recalcando que su mente está únicamente en obrar el milagro de los milagros. Es lo que tiene que decir y hacer. Repito que me encantaría no estar en lo cierto y que el desenlace tuviera final feliz, pero es indiscutible que esta fragilidad (no solamente por la situación deportiva), junto a que jamás ha recibido de puertas para dentro un respaldo absoluto para sentirse querido sin fisuras, mantiene más que nunca en interrogante su continuidad. Su historia aún tiene unos cuantos capítulos por escribirse. Desde noviembre tiene sobre la mesa una propuesta de la antigua área deportiva. Tras el ‘todos a la calle’ que se llevó por delante a Manolo Salvador, David Navarro, Manu Fajardo y al entrenador Javier Pereira, se ha quedado, de momento, guardada en un cajón, sin una respuesta.

Lo que es incuestionable es la unanimidad entre los aficionados (y soy uno de ellos) que reclaman que Pepelu se convierta en un emblema e incluso termine llevando el brazalete de capitán. Un apoyo que agradece, del que se siente tremendamente orgulloso y que le proporciona ese impulso necesario para mirar al frente y olvidar los sinsabores. Una confianza igual o más férrea que la que le ha dado Alessio —solamente se quedó sin minutos frente al Villarreal porque estaba sancionado— y no le brindó Pereira, por mucho que se deshiciera en elogios hacia él públicamente. Con Paco López era consciente de su estatus secundario en la libreta de preferencias del míster. Por eso estuvo con pie y medio fuera antes del cierre del mercado de verano. El técnico de Silla fue sincero al no esconder que lo tendría muy difícil para jugar, aunque sería tratado como uno más entre la plantilla definitiva. Y él lo entendió desde el primer minuto.

Mucho ha tenido que ver la afición en que Pepelu sea ahora imprescindible. Lo retuvo cuando estaba fuera, al igual que fue un clamor ante la deriva deportiva que convirtió a este Levante en equipo récord en negativo por esas 27 jornadas ligueras seguidas sin ganar. Que cree en Alessio y ayudó a que pasara de interino a primer entrenador a todos los efectos, aunque la primera alegría no llegara hasta su quinto partido de Liga, con un punto de doce en los cuatro anteriores y tras una humillante eliminación copera en Alcoy. Que recriminó con educación y cordura después del desastre en Vila-real, espoleando al equipo y generando una reacción y esa ansiada primera victoria. Que echará el resto hasta el final, siempre y cuando sienta que sobre el césped se defiende el escudo con sangre y corazón. No hace falta llamar al Ciutat porque no fallará. El ‘sí se puede’ se ha transformado en la piedra filosofal; en la mejor medicina para aparcar todo lo vivido, pero sin olvidarlo. “¡Mucho tiempo esperando este momento! Inmensamente feliz por mis compañeros y por mi afición. Queda mucho todavía, pero estando así de unidos lo vamos a conseguir”, escribía el ’8’ en su perfil de Instagram tras acabar con la dinámica adversa frente al Real Mallorca de Luis García.

Con Pepelu o al final sin él, con o sin permanencia, es imprescindible tener un proyecto definido, un equilibrio, una estabilidad, siempre apelando a la responsabilidad. Viendo las imágenes de la celebración del Juvenil tras tumbar al Valencia en la Copa del Rey vuelvo a sacar pecho por el potencial que tiene el club con jugadores de la casa y que sienten los colores. Todo depende de si hay un modelo en el que se reconozca a la cantera como primordial en el resurgir deportivo, económico y social. Ojalá hubiera ‘fumata blanca’ en el ‘caso Pepelu’ y su continuidad sea el principio del cambio.

Tantos mimbres ilusionan, pero chocan con todo el lastre acumulado en la mochila: tres entrenadores en tres meses, sin una parcela deportiva con nombres y apellidos y sin visos de que llegue pronto, con una crispación social generada por una perdida de identidad, por haber olvidado lo importante que es la grandeza del pequeño, y una gestión cuestionable y auspiciada por una Fundación cuya legitimidad no se sostiene, con un Patronato que demostró que vive en una realidad paralela cuando firmó debajo, como si fuera un cheque en blanco, a la evaluación del Consejo ante los accionistas, prácticamente en bloque, sin abstenciones y con los únicos votos negativos de los que pidieron opinión al granota militante (FROG y Delegación de Peñas) porque es esencial que el levantinismo se sienta representado.

La poseedora de la mayoría accionarial debería estar dándole vueltas a cómo articular el proceso de cambio y levantar una arquitectura sin grietas. No solamente ese examen que afrontará Quico Catalán al final de temporada y ojalá que sea con el Levante en la máxima categoría. Aunque la verdadera prueba para el presidente será la reacción del coliseo ante la respuesta del equipo de ahora en adelante. El Ciutat es soberano y dictará sentencia. Y el siguiente test, el próximo capítulo del “sí se puede”, será el sábado ante el Cádiz. Otra batalla a pecho descubierto y sin hacer cuentas más allá de derrotar a un rival directo y ganarle además el golaveraje tras el 1-1 en el Nuevo Mirandilla.

“La gente que más tiempo llevamos aquí tenemos que dar un paso adelante”, destacaba Roger en los medios oficiales del club. Liberado del bloqueo mental, el vestuario está preparado para ratificar que está más vivo que nunca. Es consciente, como los que volveremos a estar con el equipo en el Ciutat, de que la misión es casi un imposible, pero por lo menos ya hay un principio al que aferrarse y la plantilla se siente capacitada. Sea el rival que sea, cada partido tiene aroma a final. Una pelea para la que veremos si Alessio contará con nuevos guerreros, por lo menos un central. La cesión de Pablo Martínez al Huesca desbloquea una ficha, pero no compensa la necesidad económica que merma la posibilidad de cualquier apuesta de garantías suficientes para llegar y ser importante. Porque rellenar por rellenar es un sinsentido.

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