Ante la inminente revolución que se plantea a partir del 31, es tentador llenar la pared de bonitos retratos para reordenar todas las estancias de la casa. Pero montar una estructura sin convicción, no será más que otro empastre institucional...
VALENCIA. En esta ensalada de nombres que vivimos días atrás, recordé unas palabras que aparecieron en un periódico australiano —sí, Peter ha conseguido que se hable del Valencia hasta en Australia— que decían así: "En el club más político de España, los gestores suelen caminar por un nido de víboras, donde cada cual trabaja en diferentes direcciones y donde los medios de comunicación ejercen una influencia perniciosa contaminado el ambiente". Una radiografía demasiado certera para haberse hecho desde tan lejos. Por eso me gusta.
No pude ignorarla reconociendo la mecánica utilizada, esa por la cual un club cautivo, acomplejado, temeroso, se pone a sondear los entornos mesurando las posteriores reacciones para tomar un camino u otro. Escenario que siempre aprovecha cada consultado para intentar colocar a sus allegados. Quién les puede culpar. Miran por su trabajo, hacen bien.
El que se sienta en un garito a preguntarle a todos los periodistas y agentes dobles de la ciudad a ver si estos le disipan las dudas y le desenredan el desastre es el que erra.
En un momento u otro, todas las administraciones han caído en ello. Lo decepcionante es verlo en gentes que supuestamente venían a elevar el nivel, contando además con una estabilidad que jamás tuvo ningún otro dirigente. Síntoma —por si no teníamos suficientes— de lo perdidos que andan. Al tuntún, oiga.
Al menos parecen haberse dado cuenta de que el Valencia no puede seguir funcionando a lo PC Fútbol. Todo un logro tratándose de Meriton. Ahora falta que esa mega-secretaría técnica la nutran de gente preparada, no de exjugadores cuyo único mérito es tener padrinos en la contorná o haberle pegado patadas al balón hace mil años. Valía, preparación; no cromos, por favor. No más favores. No más escudos.
Hemos llegado a tal punto de estupidez que llevamos la vida queriendo imitar modelos, que en su construcción, se inspiraron en el Valencia de hace década y media. La entidad del murciélago posee su propio ADN, y aunque lo hayamos traicionado, ahí sigue. Simplemente cal tirar del fil para recuperarlo. Respetar nuestra propia historia es la respuesta. Mejor reconstruir aquello que echamos a perder por querer ser lo que nunca fuimos (no hubo mayor deshonra que esa) que perpetuar la impostura.
Ante la inminente revolución que se plantea a partir del 31, es tentador llenar la pared de bonitos retratos para reordenar todas las estancias de la casa. Pero montar una estructura sin convicción, no será más que otro empastre institucional. Más carne picada en la trituradora de una SAD empeñada en matar a sus ídolos. Se monte lo que se monte tiene que ser una herramienta de trabajo al servicio de la institución, no una excusa más con la cual justificar decisiones impopulares. Y mucho menos, la muleta de oscuros intereses. La independencia es tan importante como tener una hoja de ruta.