Baloncesto

ANÁLISIS | LA CANTINA

Sergio de Larrea, de celebración… en el Mercado de Ruzafa

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VALENCIA. Sergio de Larrea se graduó en Málaga. De allí salió con el MVP de la Supercopa en las manos y, más importante aún, con el trofeo de campeón. Larry solo tiene 19 años y es, al menos en apariencia, hasta que pudiera torcerse, un chico de lo más normal. La celebración del Valencia Basket fue comedida y nadie sacó gorras ni camisetas conmemorativas, algo que ha extrañado mucho a la gente y que a mí me parece que tampoco son imprescindibles. Lo natural siempre es mejor que lo impostado y parece ser que nadie había pensado en eso.

A la mañana siguiente del partido, bajé al Mercado de Ruzafa, como todos los días, y allí me encontré al chaval, acompañado por otra persona, y parecía estar haciendo la compra. Entonces me acordé de que el padre me contó una vez que Larry tiene muy buena mano para la cocina y que le gusta mucho. Igual es una tontería, pero a mí me parece muy sano, muy razonable y muy sensato, que un jugador de 19 años que acaba de ser coronado como una estrella del baloncesto, coja al día siguiente y se vaya a comprar comida y cocinar para él y para alguien más.

Lo vi y no pude dejar de pensar en Lamine Yamal y su fastuosa celebración de cumpleaños. El vallisoletano no tiene ni el dinero del futbolista ni su popularidad, pero tampoco creo que necesite sentirse el rey del mambo en una fiesta hortera y excesiva. Aunque hay que dejar claro que cada uno se gasta el dinero en lo que le da gana y hace con su vida lo que quiere. Pero a mí me gusta intuir -porque tampoco las conozco de cerca- estas conductas de un deportista de 19 años.

Lo de Málaga fue gordo. No solo los números generales, con 21 puntos y 23 de valoración, sino, sobre todo, su personalidad cuando, a falta de tres minutos, Pedro Martínez, el hombresque, mientras ha podido, ha intentado blindarle para que no le llovieran los elogios, le saca para jugar el desenlace de la final y no solo no se achica sino que se convierte en el jugador decisivo.

Nacho Rodilla me lo dijo hace tiempo, cuando vio el potencial de este chico de Valladolid vinculado al Valencia Basket gracias a Chechu Mulero, entonces director deportivo del club y amigo de los padres, me confesó que lo que más le impresionaba es que siempre tomaba las decisiones correctas. Quizá no sea al mejor tirador, ni el mejor defensor, ni aún el mejor pasador, pero tiene la virtud de saber qué hacer con el balón en cada jugada, en cada situación del partido.

Es esta una virtud escasa y muy valiosa. Es un base. Un cerebro. Uno de esos hombres elegidos para dirigir y hacer mejores a los demás. Larry acabó derrotando al Real Madrid de Sergio Scariolo, el hombre que lo llevó a la selección española y que también tiene una fe ciega en él desde hace tiempo. “Si tenía que matarnos alguien, me alegro que haya sido él”, dijo, caballeroso, esta leyenda del baloncesto español.

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