VALÈNCIA. Siempre he sido de Kevin Durant. Me gusta más la gente con clase que los saltimbanquis. Me seducía más Larry Bird que Karl Malone. Disfrutaba más con Kevin Garnett que con Vince Carter. Y valoro mucho más a Nikola Jokic que a Joel Embiid. Pero KD, además, es como ver jugar al baloncesto a la pantera rosa. Y a mí me gusta mucho la pantera rosa.
Durant alcanzó el martes los 30.000 puntos. Una cifra que arrancó la noche de Halloween de 2007 con muy poco glamour. Ese día, el novato recibió una falta personal. Fue a la línea de tiro libre y falló el primer lanzamiento. Luego cogió el balón y encestó el segundo. Nadie, claro, pensó esa noche que ese era el primero de los 30.000 puntos que iba a anotar ese chaval de Washington DC.
Han pasado 17 años desde aquella noche ‘terrorífica’. Muchas temporadas y muchas, muchísimas, canastas. A los 30.000 llegó el martes por la noche, con dos tiros libros, otra vez sin glamour, durante un partido contra los Grizzlies de Memphis. Cruzó esa frontera por la que, antes, solo habían pasado otros siete hombres. El primero en llegar hasta allá arriba fue Wilt Chamberlain. Luego fueron llegando Kareem Abdul-Jabbar, Karl Malone, Michael Jordan, Kobe Bryant, Dirk Nowitzki y LeBron James, el único que también superó los 40.000. Julius Erving, el Dr. J, también anotó 30.000 puntos, pero 11.662 se los regaló a la ABA. “Siempre me inspiraron esos chicos y estar en su compañía es surrealista”, acertó a decir Durant después de este hito.
KD se rompió el tendón de Aquiles en la temporada 19-20. Entonces le asaltaron mil temores. Las dudas se avivaron a su alrededor. ¿Volvería a ser el mismo? Pero un genio de ese calibre, con dos anillos de la NBA y cuatro oros olímpicos, casi nunca defrauda. Se superó. Las estadísticas de esos cuatro ejercicios posteriores a la lesión lo demuestran: un 53,1% en tiros de campo (49,3% en las 12 anteriores) y un 40,8% en triples (frente a un 38,1%). Y su promedio de anotación ha subido de 27 a 28 puntos por partido.
Asombroso en un hombre que ya ha cumplido los 36 años. Un alero que adoraba a Hakeem Olajuwon y Dirk Nowitzki, otro que ha sido mi perdición. Él ha inspirado a muchos más. Anthony Edwards dice que es su jugador favorito y Kyle Kuzma (Milwaukee Bucks) dice que en secundaria llevaba el 35 en su honor. Se tiró horas analizando sus partidos, sus movimientos, su clase, en YouTube. Jayson Tatum también está entre sus admiradores. Cómo no admirar a un jugador que derrocha tanta clase.
Kevin Durant, eso sí, ha necesitado 1.148 partidos para llegar al Olimpo de los 30.000 puntos. Wilt Chamberalin, solo 940. Michael Jordan, 960. Pero eran otros tiempos. Y a Durant le ha tocado vivir el suyo. Una era en la que el jugador se presentó a anotar su punto número 30.000 con un nuevo modelo de zapatillas diseñado por una marca que tenía un spot preparado en el que venía a decir que KD había sido dinero fácil.
El alero inoxidable sigue en marcha, sumando puntos, regalando elegancia. Siempre me pareció que tiene un don del que nunca se habla: ese tacto especial en la yema de los dedos que le permite anotar con esa facilidad. Su filosofía siempre ha sido muy clara: “Solo haz más. Sigue trabajando y mira a dónde te lleva”. KD tiene 36 años, así que no sabemos, igual que los espectadores de aquel partido de la noche de Halloween de 2007, qué queda por delante. Así que yo seguiré disfrutando de Kevin Durant tanto como aquel niño que fui y que era feliz viendo a la Pantera Rosa.