VALÈNCIA. "No permito que nadie sea ni un gramo de pesimismo. Se puede mejorar, seguro, pero lo vamos a hacer. Que la gente siga ilusionada", dijo Julián Calero tras el empate a cero frente al Real Oviedo, en Orriols, este pasado domingo. "Se suma un punto y seguimos haciendo cosas bien", añadió el técnico del Levante, que sigue manteniendo el optimismo en su vestuario a pesar de unas tablas que sacaron a relucir la cara más 'inoperante' del equipo en ataque. Y es que en el Ciutat reinó la 'ley Calleja', que durmió el partido, esperó su momento y secó el cerebro de un Levante que se descubrió mucho menos reluciente, menos fresco, que en otras ocasiones.
El recuerdo reciente del choque ante el Almería en el mismo escenario, una cita con tintes completamente opuestos a lo que vivido esta última jornada, dejó a la parroquia blaugrana con un sabor de boca extraño. El punto no es malo, el equipo sigue avanzando y, además, se mantiene con solo una derrota en su casillero. Una caída, para más inri, que no mereció en Zaragoza. No obstante, el grupo quedó con una sensación de cierta impotencia por haberse visto hastiado y cayendo en la trampa del rival, que quiso jugar a la siesta y esperar, oportunista, su momento. Los de Javi Calleja, de hecho, también pudieron vencer.