VALÈNCIA. El 2020 no podía empezar mejor. A un deportista pocas cosas le gustan menos que no tener las cosas controladas, y nosotros empezábamos el año mágico con la clasificación para los Juegos en el bolsillo, toda la planificación del año estudiada y dirigida al 29 de agosto, y con la percepción de que lo teníamos todo atado.
Mitad enero y febrero en la burbuja del CAR de Sierra Nevada. La buena suerte nos perseguía en forma de buen tiempo. Entrenando de corto a 2320 metros en pleno invierno y construyendo día a día un mejor deportista. Poca o ninguna información del exterior, 21 días sin encender la televisión, sin ver noticias. Volvemos a casa unos días, breve paso para cambiar ropa de la maleta y dos semanas más a Abu Dhabi. Si en Granada nos respetó el clima, aquí nos fuimos directamente al verano.
Dos semanas para preparar nuestra primera competición internacional, el punto de partida del año de los Juegos. Mucha ilusión, muchas ganas y, sobre todo, un momento saber si vamos por el camino correcto. Los días van pasando con normalidad, hasta que cinco días antes empezamos a saber que las siglas COVID-19 van a dar un vuelco a todo lo que teníamos pensado, planeado y estructurado.