VALÈNCIA. El Levante ha tocado fondo. Solo queda lavarse la cara y despegar en un intento desesperado por mantener el discurso de que el ascenso es una ilusión posible y no una obligación en un dramático proceso de incumplirse. El de Felipe Miñambres es el equipo con peor dinámica de la Segunda División, junto con el Rácing de Ferrol: son los dos únicos que no han ganado en los últimos cinco partidos y con solo tres de los últimos quince puntos, ambos se han alejado de la pomada. Los valencianos, hasta la 13ª plaza -la peor desde la campaña 09/10, la del penúltimo ascenso en la categoría de plata-; los gallegos, hasta la novena posición, a solo un punto del playoff. Al Levante ya se le ha puesto a seis esa zona de promoción, aunque tiene un encuentro menos que ha de jugar en el Ciutat. El único alivio.
Sea como sea, es el Levante más desnortado de la última década. Desde aquel inicio de temporada en 2009, cuando el cuadro de Luis García Plaza no fue capaz de vencer en las tres primeras jornadas de una temporada que concluyó con ascenso, la entidad de Orriols no probaba una parte tan bajera en la tabla de Segunda. A eso hay que añadir la zozobra, incluso dentro del vestuario, una vez el director deportivo despidió al entrenador para ponerse él mismo al mando, algo que ya había meditado desde hacía jornadas atrás, cuando Calleja superó una especie de ultimátum antes de cerrar 2023.
Y, por si fuera poco, el objetivo marcado ha pasado a emborronarse. Miñambres evita hablar de fracaso a toda costa y aseguró, en su primera comparecencia tras el cambio en el banco, que continuará al frente de una planificación deportiva ya iniciada, según deslizó el astorgano, incluso con un técnico ya sondeado para aterrizar en Valencia el próximo curso -según informó AS, podría ser Claudio Giráldez, técnico del Celta B, aunque el dudoso rumbo de Rafa Benítez en el primer equipo celeste podría hacerle subir un escalón a final de la presente temporada y eso podría complicarle el boceto al ejecutivo levantinista-.