VALÈNCIA. Con épica y también con mística. Cuando Morales ganó línea de fondo y cedió para que Roger metiera al Levante en semifinales de Copa en el 120', el círculo del planteamiento de Paco López se cerró por completo. No había mejor manera de hacerlo, ni creando su propio final de un cuento con muchos desenlaces posibles. Salió a la perfección.
Los granota arrancaron el partido con una idea diferente a la que acostumbran. Defensa prácticamente de cinco -y sin el 'prácticamente'-, con Son pegado a Pedraza como una lapa, Coke-Postigo-Vezo en el eje y Toño en el carril zurdo. Arriba, Rochina alternaba entre el enganche y la caída a la derecha según el lateral sevillano despegaba, en contadas ocasiones, de su marcaje casi al hombre. Fue un Levante comedido, vigilante, especialmente atento, comprometido, acurrucado atrás. Era normal que la fluidez en ataque brillara por su ausencia.
Sin embargo, la segunda parte sirvió para desperezar al equipo. Paco López lo estiró con la entrada de Morales y sacó del campo a un Son desfondado para darle el interior a Melero. Entonces Pedraza comenzó a tener más libertad, sí, pero el Levante engrasó su parte ofensiva. Tanto es así que, pese al partidazo de Cárdenas y las 26 veces que el Villarreal disparó dentro o fuera del marco, los levantinistas también gozaron de sus minutos de pico y pala. Menos de un cuarto de hora de dominio y embotellamiento en tres cuartos de cancha de los amarillos permitieron al Levante crecer y mirar más los colores de la camiseta de Rulli. La entrada de Roger al campo era obligatoria.