VALÈNCIA. Una resurrección a medias. El Levante de Felipe Miñambres frenó en seco el pasado sábado con la derrota contra el Amorebieta y dejó atrás una racha que le colocaba como el tercer equipo con mejor dinámica de la categoría. Ahora el conjunto granota ha vuelto a la 11ª posición y tiene en Santander un duelo prácticamente a vida o muerte este próximo fin de semana. En juego está acercarse de nuevo a las plazas de 'playoff' -ahora a 4 puntos de distancia- o despedirse definitivamente de tal avance. Incluso de perder en El Sardinero, tal y como está la jungla en la que se ha convertido la Segunda División, se podría seguir en disposición de alcanzar la promoción si se encadenan triunfos, pero el mar de clubes en la pomada es cada vez mayor y el técnico astorgano ya lamentó, tras caer en Orriols, que "ahora sí hace falta una gesta" para poder optar al ascenso.
Y es que a Miñambres le está costando lavarle la cara a los suyos. Lo hizo en cuanto a resultados por un tramo, no tanto en cuanto a juego. Dos triunfos tan agónicos como épicos en los últimos minutos -frente a Elche y Zaragoza- ubicaron al Levante en la senda de la resurrección, pero se ha vuelto a la casilla de salida. De una derrota inicial de etapa en Oviedo a redondear los ocho primeros partidos en el banquillo con otro encuentro perdido -el segundo desde que 'bajó' del despacho-. Así es como ha transcurrido el primer mes de Felipe como cabeza visible en el timón de la nave blaugrana. Y la última vez que 'abandonó' la planta noble de un club para pisar césped le pasó algo parecido.