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ANÁLISIS | LA CANTINA

El mejor día del año

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VALÈNCIA. El maratón de Valencia es el mejor día del año. Son los reyes magos de un cincuentón como yo. Me gusta la emoción por la victoria, con algunos de los mejores maratonianos y maratonianas del momento. Como Sisay Lemma, el corredor etíope que, en la lista de los más rápidos de la historia, solo está por detrás del plusmarquista Kelvin Kiptum, Eliud Kipchoge y Kenenisa Bekele. O su compatriota Amane Beriso, una de las únicas seis mujeres de todos los tiempos que han corrido un maratón en menos de dos horas y quince minutos. Aunque igual los ganadores son los kenianos John Korir y Peres Jepchirchir, campeona olímpica y mundial de maratón.

Del maratón también me gusta la multitud. Los 35.000 corredores recorriendo la ciudad y el gentío que se coloca en los márgenes del circuito para animarles y reconfortarles. Todos, juntos, crean una energía que atraviesa València como en un gran calambrazo. Lo que se vive durante un maratón como este es algo que no se olvida. Corredores que se han preparado minuciosamente y que avanzan pletóricos hacia la marca que han cocinado durante meses, pero también otros atletas que se tambalean de dolor y cansancio entre el kilómetro 30 y el 40, antes de la bajada, esplendorosa, única, a la meta en la Ciudad de las Artes y las Ciencias.

He visto a gente llorar de emoción dentro de la carrera y fuera de ella. Corredores que se emocionan al recibir un apoyo tan abrumador y aficionados ocasionales que se conmueven al vivir ‘in situ’ la fuerza de este movimiento que ha recorrido las cuatro esquinas del planeta.

Espero al domingo con emoción. La predicción apunta a un nuevo día soleado, brillante, con algo de calor para los que lleguen en las últimas dos horas. El viernes habrá luna llena y yo siempre siento que con ella todos tenemos más energía y hay una buena vibra.

La noticia triste llegó a principios de semana con el fallecimiento de Fernando Cort. Conocí al doctor Cort hace muchos años, a principios de los 90, cuando ya era el ‘sheriff’ de la meta del maratón. Allí gobernaba con puño de hierro. Las primeras veces que lo vi pensé que se excedía: el hombre trataba sin misericordia a los corredores que, nada más cruzar la meta, se detenían para saborear su momento. Cort iba a por ellos y les ordenaba seguir avanzando. Si se resistían, no dudaba en largarlos a empujones. No había excepciones.

Tiempo después, cuando ya lo conocí un poco más, le pregunté por qué era tan severo en la meta y fue entonces cuando me explicó que la zona de meta es un área muy delicada, donde es peligroso que se amontone la gente porque se puede crear un conflicto de la nada. Y añadió que para el corredor, además, era mejor no parar en seco y que era preferible caminar un poco antes de detenerse del todo.

El día que crucé la meta del maratón de Valencia, lo primero que hice fue mirar el cronómetro; lo segundo, ver si veía a mi tío Fernando en la grada, y lo tercero, buscar con la mirada a Fernando Cort. Lo encontré enseguida, con su chaleco rojo, detrás de la línea de llegada. Allí estaba él, la autoridad, poniendo orden entre los que habíamos logrado bajar de las cuatro horas. Me salió una sonrisa natural y me alejé de la meta, dentro del Estadio del Túria, en el viejo cauce, al trote, como me había enseñado. No podía fallarle. No ese día.

Fernando Cort fue uno de los pioneros de Correcaminos. Uno de los pilares sobre los que se construyó este maratón monumental que todo el mundo quiere correr. Dos de cada tres corredores viene de fuera de España. A mí es la estadística que más me ha llamado la atención. València se ha convertido, claramente, en un maratón internacional. Ya hace tiempo que dejó de ser la carrera para los maratonianos de la provincia y unos pocos aventureros españoles. La prueba que armaron aquellos pioneros con tanto amor y tanta pasión.

Poco a poco se nos van yendo y, con cada pérdida, los que conocimos los inicios nos sentimos un poco más viejos y un poco más tristes. Su hijo heredó la placa del ‘sheriff’ de la meta. Una nueva generación. Los pilares del maratón se regeneran. El tiempo pasa y nos lleva con él. Ahora, hasta un nuevo maratón, otra vez sugerente, lleno de alicientes. Será el domingo, el día que me despertaré, todavía de noche, antes de que suene el despertador.

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