Polideportivo

ANÁLISIS | LA CANTINA

Kiplimo no necesitaba esa ayuda en Barcelona

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VALÈNCIA. Creo que hay que hablar de lo de Barcelona. De la proeza de Jacob Kiplimo y de lo otro. El corredor ugandés trituró el récord del mundo de medio maratón y, además, se convirtió en el primer hombre en correr la distancia en menos de 57 minutos (56:42). Kiplimo le metió 48 segundos a la anterior plusmarca, que estaba en poder del etíope Yomif Kejelcha, un tallo de 1,87 que hace solo unos meses, el 27 de octubre, en València, corrió en 57:30. Ese día, ya con el chándal puesto después de haber cruzado la meta, Kejelcha explicó que estaba convencido de que alguien, más pronto que tarde, bajaría de los 57 minutos y que pensaba que él sería capaz de hacerlo. No sé si esa mañana, dentro de la carpa en la que hablaba ante unos pocos periodistas en la avenida Tarongers, el etíope podía imaginar que el 16 de febrero, menos de cuatro meses después, Kiplimo iba a convertirse en ese hombre del que hablaba en València.

Kiplimo, llamado a ser el gran fondista del asfalto en esta década, y a falta de ver todavía su rendimiento en el fastuoso Maratón de Londres, donde debutará el próximo 27 de abril frente a Eliud Kipchoge, Sabastian Sawe, Tamirat Tola y Alexander Munyao, exhibió un poderío descomunal en la Mitja de Barcelona. No hay duda de que el ugandés estaba en un estado de forma excepcional y que ese día estaba para batir el récord del mundo.

 

Pero hay un problema, un problema que era totalmente innecesario, viendo el insultante rendimiento de Kiplimo, y ese fue el coche con un cronómetro que, además de abrir la carrera, hizo de pantalla durante buena parte de la carrera a una distancia excesivamente próxima. Una mejora aerodinámica que Kilpimo no necesitaba para batir el récord del mundo pero que estoy convencido de que sí influyó decisivamente para que el campeón se adentrara en esa nueva dimensión de los 56 minutos.

 

Carlos Arribas escribió una crónica en ‘El País’ en la que se hablaba de que el coche pantalla le  proporcionaba "abrigo aerodinámico, muy relevante a las velocidades que corría, por encima de los 22 kilómetros por hora, y cuantificable, según algunos estudios publicados, entre un 3% y un 7%, un mínimo de 1m 30s”. Me sorprendió no ver muchos más apuntes al respecto. Y especialmente en los medios escritos de Barcelona, donde directamente se omitió el dato.

 

Me asusta que esto pueda convertirse en un duelo de envidias entre Barcelona y València, y que a mí, por ejemplo, se me acuse de señalar esta anomalía por ser de donde soy. La anomalía no afectará a la homologación del récord, puesto que el reglamento no contempla esta posibilidad, pero qué menos que debatir sobre esto y sobre el precedente que, sospecho, va a crear. ¿Acabaremos acostumbrándonos a que los organizadores coloquen un ‘cortavientos’ al frente de sus carreras? Espero que no.

 

Yo contemplo estupefacto este aluvión de récords del mundo en las pruebas de fondo: el de 3.000 en pista corta, dos veces el de la milla y una el de 1.500, el de 5.000 bajo techo, el de 20 km marcha y, finalmente, el de medio maratón. Siete récords del mundo entre el 8 y el 16 de febrero. Asombroso. Y aplaudo la evolución del atletismo en cuanto al material que calzan los atletas, con placa de carbono y espumas explosivas, las mejoras en la nutrición, la capacidad de absorber hidratos de carbono, la hidratación, nuevos sistemas de entrenamiento, la capacidad de asimilarlos con este nuevo calzado… Una suma de mejoras que ha impulsado el atletismo a esta cascada de récords.

 

Por eso veo totalmente innecesaria esta ‘treta’ para arañarle unos segundos más al cronómetro. Dejemos que el atletismo evolucione de forma natural y no con coches eléctricos que avanzan a escasos cinco metros de la cabeza de carrera. Eso no me gusta.

 

El hombre que acertó a llevar a Kilpimo a la Mitja Marató de Barcelona es José Enrique Acuña, un valenciano que se ha hecho con la dirección deportiva de algunas de las carreras más destacadas de España, y que anda estos días encendido con el WhatsApp contra todo aquel que cuestiona la ética de este récord supersónico. Acuña hace un trabajo excelente, pero me temo que se equivoca si defiende que un coche pueda hacer de pantalla en las carreras.

 

Ojo, o igual estoy yo equivocado, como podía estarlo cuando torcí el morro al ver el salto en las marcas que trajeron las nuevas zapatillas al atletismo. Pero si me muerdo la lengua me enveneno, así que hoy abre la cantina para denunciar que no me parece bien que sucedan hechos como este de Barcelona. Ni el atletismo ni Kiplimo lo necesitan.

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