Polideportivo

ANÁLISIS | LA CANTINA

Quique Llopis, otro joven que nos da una lección

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VALÈNCIA. Los jóvenes nos dieron una lección monumental con la Dana. Miles de personas pringadas de barro hasta las cejas, con sus casas arrasadas por el agua, y el coche, Dios sabe dónde, se sintieron abandonadas por las autoridades. Cuando varios pueblos se sintieron traicionados por los políticos que tendrían que haber movilizado ayudas por tierra, mar y aire, o cuando parecía que nadie iba a ir a socorrerles después de tres días de vergüenza institucional, apareció un ejército de jóvenes cruzando una pasarela por encima del nuevo cauce del Turia. El primer día llegaron con lo que tenían a mano; una par de zapatillas viejas, los vaqueros rotos, la camiseta de una carrera popular y una mochila con víveres o agua.

Luego se fueron especializando con escobones, palas, botas de agua, medicamentos… El pueblo salva al pueblo, que se dijo. Un movimiento espontáneo para ayudar a gente desesperada que conmovió a un país entero y que demostró que de generación de cristal, ni hablar. Me lo explicó, emocionado, Michael, un vecino de Sedaví que dice que cuando vieron aparecer a los voluntarios, tuvieron que sentarse para asimilarlo y controlar unas emociones que se desbordaban. Lo contaba y le temblaba la voz.

 

Quique Llopis es de esa generación de jóvenes que no duda en dar un paso al frente para ayudar a su pueblo si su pueblo lo está pasando tan mal como en Paiporta, Pincanya, Utiel, Benetússer y tantos otros pueblos donde hay gente pasando hambre, niños sin colegio y negocios que nunca volverán a abrir. Los comercios, siempre lo he dicho, dibujan el mundo que conocemos. La calle donde vivimos la detectamos por los escaparates que vemos. Pues en muchos de estos pueblos, ese paisaje se ha borrado de un brochazo terrible de agua.

 

Por eso, aunque él sea de Bellreguard y no le pille justo al lado, Llopis, salió el jueves en la presentación del Gran Premio de Atletismo Valencia 2025 y anunció que va a donar tanto el fijo que cobra como el premio que gane por correr los 60 metros vallas. Lo dijo y se hizo el silencio. Luego, con la humildad con la que él se suele expresar, se quitó importancia. “Estoy convencido de que (la donación) no va a solucionar ningún dolor de lo que realmente importa. Solo es algo material, pero si puedo ayudar pues que sea bienvenido”.

 

No ha sido una decisión atropellada. Llopis, todo un subcampeón de Europa y cuarto en los últimos Juegos Olímpicos, una estrella del atletismo, lo pensó cuando supo lo que iba a ganar en València. Su entorno le aconsejó que no se precipitara, que se lo pensara bien y que a lo mejor era suficiente, lo importante era el gesto, con donar la mitad. El valenciano aceptó. Pero luego pasaron los días, imagino que vería los vídeos de la gente que, cien días después, sigue pasándolo muy mal, y volvió a su idea original: todo por la causa.

 

Otro joven dándonos una lección.

 

Un chico de 24 años con la cabeza muy amueblada, muy bien guiado por sus padres y su entrenador, Toni Puig, y que se siente más que satisfecho con el generoso contrato que le paga Adidas por correr con su marca. Hace un tiempo igual no hubiera podido prescindir de este dinero, pero ahora sí y no ha dudado en entregárselo a aquellos que lo necesitan más. Admirable.

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