VALÈNCIA. "Que sí, que vamos a ascender", reza uno de los cánticos más escuchados hoy día en el levantinismo. El objetivo del ascenso inmediato es presionante para el Levante e incluso deja la posibilidad de hacerlo en playoffs en algo parecido a un bluff, una decepción entre el respetable granota que teñiría de incertidumbre el futuro granota. Porque el club supedita gran parte de su corto plazo a regresar a Primera División la próxima temporada y el mercado que ha completado Felipe Miñambres en ambas ventanas es expresamente para ello, aunque tras el período invernal ahora es el Granada quien ostenta la plantilla con más valor de mercado del campeonato. Son solo algunas evidencias sobre por qué el Levante necesita el ascenso, y necesita amarrarlo clasificando entre los dos primeros. Por ello lo ocurrido en Cartagena adquiere un valor añadido.
Han tenido que pasar 26 jornadas y un récord histórico de 17 partidos de Liga sin conocer la derrota con Javi Calleja al mando para, por fin, concluir un fin de semana incrustado en una de las plazas que otorgan ese ansiado primer objetivo. "Queda mucho, no hemos hecho nada", advertía el entrenador granota tras el partido de Cartagonova, y esa es la realidad deportiva. En el plano mental, la victoria en tierras murcianas adquiere una dimensión mayor: la racha, plagada de empates, parecía no desembocar nunca en una posición de ascenso directo. En las otras dos ocasiones en las que el Levante pudo dar caza a esa zona noble, frenó. Bien por partidos insulsos, bien por jarros de agua congelada como el de Marc Cardona, con Las Palmas, en el Ciutat.