A nosotros nos interesa que llegue el domingo, para ver al Prandelli Team salir a El Molinón y querer ver cosas desde el calentamiento. Queremos que Cesare sea como aquel Panoramix con su pócima para convertir a nuestros galos bianconeri en máquinas del repliegue, de las ayudas permanentes y la efectividad
VALENCIA. Ya ven. La semana se le ha hecho a servidor muy corta. Ya estoy de nuevo con ustedes cuando hace cuatro días mal contados, les estaba hablando desde el diván particular que tiene cualquier valencianista patidor. Y ya saben que en estas de los parones de selecciones, hay dos bandos. Los que están a favor o los del lado de la contra. Como en Madrid con la tortilla de patata, que debaten con o sin cebolla. Están locos estos madrileños. Tendrán que venir, otra vez, a la terreta a aprender de las cosas de la vida, de las cosas del comer, aprovechando la capitalidad mundial de la alimentación del cap i casal.
Los parones, les decía. Donde Andorra pasa de ser princesa de la nieve a ser Cenicienta, para alegría y alboroto de redacciones deportivas por aquello de los goles del Bicho, que hay que llenar el pesebre de manduca de la que engorda y no alimenta el espíritu. Y Portugal vende hoy, igual que mañana Gales. Al tiempo.
Pero en realidad, a nosotros nos interesa que llegue el domingo, para ver al Prandelli Team salir a El Molinón y querer ver cosas desde el calentamiento. Queremos que Cesare sea como aquel Panoramix con su pócima para convertir a nuestros galos bianconeri en máquinas del repliegue, de las ayudas permanentes y la efectividad frente a ese contador de verdades del barquero que es el 'Pichu' Cuéllar, buen portero y mejor rematador. Porque queremos cambios y los queremos ya. Sin esperar a los plazos naturales que todo cambio sólido que se precie ha de tener. De eso saben, y mucho, los agricultores que almuerzan a mi lado en el Port de Catarroja, con los que comparto alguna vez vino con gaseosa y variantes en vinagre. Por mucha química que se ponga, la tierra tiene sus plazos para el arraigue de la raiz y cualquier otra cosa es imagen y de forment, ni un grà.
Y las comparaciones con el Ranieri de la primera época no se han hecho esperar. Y se buscará el resultado final de Claudio con el principio de Cesare, desmontando los andamios a patadas aquellos que viven instalados en la comodidad del ruido de la obra perpetua, porque son más de derribo. Porque sí. Porque así son. Con esa doble moral del que se siente señalado y la culpa es de todos menos de él. Víctima y verdugo. Como ese amigo faltón que sale contigo por las noches y siempre se mete en líos. Al final, ese tipo de gente se queda sola, de barra en barra, contando batallas que en algún tiempo fueron de oro y que serán un recuerdo y una leyenda el calor.
Que larga se nos hace la semana sin el balón doméstico. Con los viajes de Nani en plan turista y los de Villalba conjugados en futuro imperfecto. Con Chicharito, camino de vestirse como el Beto Acosta o el Jardel de nuestra mocedad de acne y primeros cubatas en vaso de tubo. Con repaso exhaustivo al mercado para estar preparados en enero. No el Valencia, nosotros. Que a ellos se les presupone la preparación, como el valor en la mili. Para sacar pecho entre pincho y caña en las fiestas de guardar, que la música militar nunca nos supo levantar.
Que ruede el balón en El Molinón. Eso esperamos. Y ver como le queda el traje nuevo al entrenador. Bien, seguro. Es italiano, de espresso y peinado desenfadado. Y que sea con victoria, para tener argumentos con los que debatir y comentar con Igor Paskual, que la semana que viene toca con Loquillo en la ciudad, en nuestro pequeño derbi con tintes de rock. Porque no se puede tener el prerrománico más molón del país y que nos toquen la oreja siempre los guajes.
Que empiece a soplar el viento del este. A favor.