VALÈNCIA. Hace un par de semanas, cuando Gennaro Gattuso todavía moraba en el banquillo de Mestalla, mi colega Vicent Chilet (Levante-EMV) hacía referencia a la necesidad de huir de la “profecía autocumplida del descenso”. Me gustó su comentario, que añadía la necesidad de una preocupación responsable y no de un pánico paralizante por una situación que, en ese momento, tenía al Valencia al borde del abismo.
Inciso necesario: la profecía autocumplida es una expresión acuñada por el sociólogo Robert K. Merton allá por 1949 en su libro ‘Teoría social y estructura social’. En su definición más exacta, “la profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición ‘falsa’ de la situación, que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva ‘verdadera’”. El ejemplo más sencillo de entender: ese miedo tan humano a cometer un fallo que acaba favoreciendo y propiciando que efectivamente cometas dicho fallo.
Me gustó lo comentado por mi amigo, insisto, a pesar de que no comparto su punto de vista. Porque en Valencia habitamos en un contexto socio-deportivo que, más que favorecer las profecías autocumplidas, simplemente aboca cualquier situación a conclusiones lógicas –y aterradoras- que no tienen salvación posible. No hay nada de profético en ejecutar todas y cada una de tus decisiones futbolísticas, administrativas y económicas de manera errónea y aleatoria y que, para extrañeza de unos pocos, el resultado sea un desastre sin paliativos. En todo caso, lo sorprendente es que todavía haya quien se sorprenda.
El Valencia vive estos días en puestos de descenso por primera vez desde 1986, y no hay nadie que pueda poner paños calientes a esta circunstancia. Sí, la situación en ese vestuario es delicadísima. Sí, hay jugadores a los que les está pesando el exceso de presión por la situación. Y también hay otros que no cejan en su empeño de lanzar mensajes de optimismo más propios de la media tabla cuando, cáspita, ya eres uno de los tres peores de la competición. ¿Qué es más útil para salir del hoyo? ¿El pesimismo del que sabe que aguarda una lucha en el barro por cada punto hasta junio… o el positivismo del que cree que, con un par de buenos resultados, la crisis se solventará?
Como siempre, todo se reduce a la necesidad de un líder con las ideas claras y capacidad para sacar la empresa adelante. Todo se reduce a la figura del entrenador. Hasta en eso, los tiempos de Meriton han sido una absoluta calamidad. Una más. Los tiempos, las formas y los mensajes públicos. Tiremos mano de otro clásico: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Pues bien, aquí no hay posibilidad: aquí tenemos la certeza de que Peter Lim pone todo su empeño al servicio de hacer las cosas mal literalmente a diario. Causa, consecuencia: el Valencia en descenso. Ante este panorama, ¿qué queremos? ¿Seguir funcionando a golpe de milagro?
El Valencia cayó en el Nuevo José Zorrilla un 29 de enero. Minutos después, el mensaje del club era contundente: “Respaldo total y sin fisuras a Gattuso”. Gattuso se reunió con la directiva y decidió coger la puerta del club un 30 de enero. Minutos después, mensaje del club: “Ha sido de mutuo acuerdo. No queríamos otro caso Javi Gracia”. Voro se hizo cargo de la situación un 31 de enero. Al día siguiente, mensaje del club: “Voro es nuestro hombre, acabará la temporada pase lo que pase”. Derrotas consecutivas en el Bernabéu y en Girona los días 2 y 5 de febrero. Minutos después, mensaje del club: “Buscamos nuevo entrenador”. Y una semana después, tras el enésimo viaje a Singapur y mientras Peter sigue loco con la música de Nuno Espírito Santo, Rubén Baraja acaba siendo el salvavidas al que el Valencia se aferra. Mensaje del club: “El Pipo siempre fue la primera opción”.
¿De verdad hace falta añadir algo más? Llamar ‘planificación’ a esto es una falta de respeto al resto de clubes que sí planifican, a tus aficionados que esperan mucho más de su equipo de fútbol e incluso a ti mismo como institución deportiva. Aunque el listón de la exigencia institucional haga años que está por los suelos.
Honor al Pipo. Es el futbolista que más admiro. Honor a Marchena, por subirse en marcha a este tren de destino trágico. Con Voro superado por la situación, carbonizado como todos los anteriores a ojos de plantilla y aficionados, Peter Lim ha jugado la carta más asequible y tramposa: la de la leyenda del club que dice ‘sí’ conociendo perfectamente cómo se las gasta el propietario, que ayudará a aliviar la ira de un Camp de Mestalla frustrado y desesperado por lo que ve, que firma seis meses de contrato sin rechistar y que, si cae al pozo de Segunda, llevará esa cruz en su currículo de por vida. Ya conocéis mi opinión al respecto: no existe entrenador en el mundo capaz de triunfar de verdad con el modelo Lim lastrándole. Baraja tiene mucho que perder y poco que ganar en este delirio deportivo que es el Valencia de Meriton.
El multimillonario singapurés y su máquina del humo funcionarán a pleno rendimiento los próximos días –con Baraja como involuntario protagonista de su propaganda- para sofocar las espectaculares imágenes de la protesta del pasado sábado, que demostraron por enésima ocasión que el valencianismo no se resigna a desaparecer sin luchar. Para variar, no han tardado en surgir las críticas habituales cargando contra la afición por osar alzar la voz, por osar protestar, por osar quedarse fuera 19 minutos y por osar decirle a Peter Lim que no es bienvenido en esta ciudad.
Ya lo saben: que el Valencia de Meriton sea una hecatombe con patas es culpa de la gente de la calle en base al habitual argumentario de parvulario. Una retahíla de clásicos de nuestro tiempo: “Ponéis nerviosos a los chavales”, “no animáis al equipo”, “vendisteis vuestras acciones a 600 euros” (esta frase es una bandera roja intelectual siempre, sobre todo cuando se la dicen a veinteañeros que ni habían nacido aún a principios de los 2000), “insultáis y faltáis al respeto a las leyendas”, o “ponlos tú”. Siempre la parte por el todo. Siempre coger episodios aislados para culpabilizar a la masa. Preceptos básicos de la manipulación más infantil.
Baraja y Marchena también acabarán ‘socarrados’ por el lanzallamas de Peter Lim, tarde o temprano. No es una profecía: es simple lógica. ‘Socarrados’ como todos los anteriores a ellos, y como todos los que vendrán después. Sólo ruego que la rabia y el descontento por una situación desesperada no empujen a la desmemoria. Son historia del club, han venido a ayudar y han puesto en riesgo su prestigio. El mejor servicio que podemos hacerles todos, a ellos y a la institución, es desearles la mejor de las suertes mientras la lucha popular contra un dueño pirómano e irresponsable continúa. El sábado 25 de febrero, próximo asalto.