VALÈNCIA. Desconozco si, cuando Anil Murthy se aventura a hacer unas declaraciones o a contratar un publirreportaje en la prensa extranjera -obviamente tiene que hacerlo en el extranjero porque aquí no superaría con éxito el más benévolo de los cuestionarios-, se atiene a algún tipo de estrategia o, simplemente, suelta lo primero que le viene a la cabeza. Pero sí está meridianamente claro que cada vez que lo hace agiganta la inquietante sensación de metástasis que alcanza a la inmensa mayoría de los seguidores valencianistas y… sabiendo cómo él detesta a la afición del Valencia CF, no sería de extrañar que sea ese y no otro el móvil que le guía en tan desafortunado camino. Que diga que su intención siempre ha sido terminar el nuevo estadio del Valencia no pasa de ser una idiotez que no se cree ni su Corte de honor: cuando un dirigente tiene unas intenciones claras, actúa. Y si no las tiene… no lo hace. Como ellos. Sólo hace falta ver el ritmo de las obras del que será flamante pabellón de Valencia Basket para constatar las intenciones de un propietario para con su club en contraposición a la eterna inacción que Meriton arrastra en todo lo concerniente al nuevo estadio del Valencia CF.
Que diga que “queremos hacer un proyecto único en Europa" no es más que otra ‘fanfarronada’ de las suyas: su proyecto ‘único en Europa’ ha consistido, hasta el momento, en transformar un club presente de forma , casi permanente, en la Champions League en uno que se debate lastimosamente entre las posiciones 9 y 12 de la tabla mientras a sólo 70 kilómetros de distancia se juega la Champions con futbolistas que el propio Murthy regaló por ser amigos de Marcelino. Sin duda… un proyecto único y, también, catastrófico. Pero que, cuando la afición valencianista, que está soportando muchísimo más de lo se podría llegar a imaginar, se resigna a ver cómo el peor Barça de los últimos 25 años llega a Mestalla y pasa por encima del Valencia como una apisonadora, y cuando la única llama que ilumina el futuro es una posible final de Copa a modo de oasis en medio del más inhóspito de los desiertos, el indigno presidente del Valencia CF lance el mensaje de que no hay que aferrarse a los futbolistas, insinuando que si se va Soler tenemos a Yunus Musah... Es, además de inmensamente inoportuno, un jarro de agua helada sobre los pocos que aún confían en que las intenciones de Meriton puedan pasar por hacer un equipo más competitivo de cara a temporadas venideras.
Con este panorama a nadie puede sorprender que el aficionado valencianista esté con los nervios de punta e incluso que el propio entrenador -desde mi humilde punto de vista, uno de los mejores que hoy en día puede permitirse el Valencia- también ande alterado ante una propiedad que no ha cumplido con sus expectativas y ante la soledad a la que le somete un club en el que él y sólo él da la cara, semana tras semana, ante los medios y aficionados: creo, sinceramente, que Bordalás estuvo desafortunado en la comparecencia de prensa de ayer y no creo que se sienta muy satisfecho si se ha visto en el vídeo.
Dios quiera que el miércoles, y si puede ser también esta tarde, el equipo encuentre el camino que sus dirigentes perdieron hace mucho tiempo porque… de no ser así, todo apunta a otro final de temporada catastrófico y otro verano alimentando falsas ilusiones de proyectos ambiciosos que, poco tiempo después, se quedan en nada.