opinión

Qué maravillosa es la afición del baloncesto

¿Es tan difícil entender que la pasión por un deporte puede unir más de lo que separan unos simples colores? La afición del baloncesto lo entiende a la perfección y ojalá algún día en el deporte más seguido del mundo también se comprenda

19/02/2018 - 

VALÈNCIA. Este ha sido mi debut en la Copa del Rey, como aficionada al baloncesto y como periodista. Si bien en mi parte profesional no ha salido como deseaba, con la eliminación de Valencia Basket en cuartos de final ante Iberostar Tenerife, mi parte como simple amante de este deporte está descubriendo algo increíble. Meses antes de venir hasta Las Palmas de Gran Canaria, compañeros periodistas ya me hablaron de lo especial de la Copa, de la hermandad entre aficiones y del ambiente excepcional que se respira. Pero la idea que tenía en mi cabeza poco o nada tiene que ver con la realidad. Esto no te lo pueden contar. Tienes que vivirlo.

Desde el mismo momento en el que pisas el Gran Canaria Arena o simplemente paseas por una calle del centro de Las Palmas te das cuenta de que el baloncesto es otro rollo. En uno de los días, andando por la playa de Las Canteras, vi en una terraza a un chico con una camiseta del Valencia Basket, otro de Divina Seguros Joventut y otro del Barça Lassa y me crucé a uno con la camiseta de Iberostar Tenerife y una bufanda del Baskonia. Por la noche estuve con seguidores del Valencia Basket, que se habían juntado con aficionados del Montakit Fuenlabrada y Baskonia que conocieron en la Copa del Rey de A Coruña de 2016. Yo misma conocí a un par de aficionados del Barça y del Real Madrid con los que tuve una larga charla. Y eso son solo ejemplos de cómo este torneo es muchísimo más que baloncesto. 

Podría parecer hasta normal en un ambiente distendido lejos de la cancha, pero hasta en la tensión de una batalla a vida o muerte, la afición del baloncesto es capaz de sorprender a cualquiera. Lo que vi en el duelo de cuartos de final entre el Montakit Fuenlabrada y Herbalife Gran Canaria, sinceramente me emocionó. A pocos minutos del final, con el choque ya decantado para el conjunto insular y los madrileños eliminados del torneo, una parte de los seguidores del Fuenlabrada cruzaron medio pabellón para cantar junto a sus rivales. Sencillamente excepcional.

Sin tratar de desmerecer a otro deporte que amo como es el fútbol, su afición tiene mucho que aprender de esta. Me parece impensable que algo así pueda suceder en un partido de fútbol, pues las noticias de reyertas entre hinchas están a la orden del día. ¿Es tan difícil entender que la pasión por un deporte puede unir más de lo que separan unos simples colores? La afición del baloncesto lo entiende a la perfección y ojalá algún día en el deporte más seguido del mundo también se comprenda. 

El único momento tenso que recuerdo fue por un motivo del que parece que ningún deporte mediático pueda escapar: la política. En los cuartos de final ante el Baskonia, la afición blaugrana estuvo durante unos instantes coreando por la independencia de Cataluña. El resto del pabellón contestó con repetidos “fuera” y el “yo soy español”. Solo la política es capaz de dividir a una afición como la del baloncesto y es muy triste que un torneo que se identifica con la hermandad entre colores sea espoliada de esta manera. Por fortuna, es algo que no maquilla lo que en realidad es la hinchada de este deporte. 

Mi descubrimiento fue mayor el día de las semifinales. El Baskonia había sido eliminado la noche anterior ante el conjunto catalán ante los 1.200 seguidores que se habían desplazado desde el País Vasco hasta Las Palmas. Eso sí que es una afición. Del Valencia Basket viajaron alrededor de 200. A pesar de la decepción por la pronta eliminación de los baskonistas, se concentraron con el resto de aficiones en la Playa de Las Canteras para seguir disfrutando de la mayor fiesta del baloncesto del año. Aficionados del Bakonia hombro con hombro con sus homólogos del Barça, sus verdugos de la Copa. Incluso gente con camisetas de equipos que ni participaban en la Copa. Y qué. Sencillamente maravilloso. 

Si el baloncesto me tenía enamorada, después de mi primera Copa del Rey (ojalá que no la última) puedo decir que lo estoy mucho más. Espero que este deporte nunca pierda su esencia que radica en la afición, porque de verdad que es maravillosa. También sería maravilloso que algún día pueda contagiar al fútbol. Aunque es improbable. 

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