VALÈNCIA. Confieso que el titular con el apellido del danés era jugoso para este artículo. Quizás no tanto como el de un servidor para hacer chistes, pero sí para explicar cómo está el asunto de Dani Wass y su más que avanzada salida del Valencia CF rumbo al Atlético del Madrid.
Wass llegó al Valencia CF por cerca de 6 millones de euros tras no aceptar una oferta de renovación del Celta de Vigo con el consiguiente mosqueo de su presidente, Carlos Mouriño, quien confiaba en que pudiera continuar. Desde el año del Centenario con Marcelino, ha tenido un buen rendimiento global. Sin ofrecer florituras pero cumpliendo con su cometido siempre que se ha requerido de sus servicios en la posición que necesitara el equipo. Un trabajo que sirvió para que, desde hace más de un año, el Valencia quisiera prolongar su vinculación con la entidad valencianista.
Pero no todo es tan fácil. Sus 32 años de edad, la irregular marcha del Valencia CF y las posibles ofertas que se avecinaban al finalizar contrato podían hacer que sus agentes lo sacaran del conjunto de Mestalla viendo las salidas producidas en veranos anteriores. Nada más lejos de la realidad.
El Valencia no aceptó la presión que ejerció el futbolista y sus agentes durante la vuelta al trabajo tras la Eurocopa. Le mandaron desde el club entrenar a la espera de que pudiera recapacitar ya que no acabaron satisfechos con lo que presentó la agencia que representa al jugador.
Bordalás fue quien convenció a Wass de que se quedara –con buena actitud- a pesar de que el propio jugador danés trajo una oferta del Olympique de Marsella, a todos los efectos insuficiente en primera y segunda instancia –la primera fue de 750.000 y la segunda de 1,5 millones- ya que el Valencia CF en verano negociaba a partir de 5 millones y variables o de 7 millones fijos.
Pese a ese punto de fricción, el técnico valencianista sacó lo mejor de Wass en la posición que deseó el danés: el centro del campo. Wass ha rendido bien en una parcela del terreno de juego que quedó por reforzar –confirmado por el propio Bordalás- en el mercado veraniego. Sin muchísimas luces pero sin acentuadas sombras.
La realidad es que Wass no contestó a la última oferta de renovación que le hizo el Valencia CF ya que “debía consultarlo con su familia puesto que era una decisión importante”. Así lo trasladaron sus agentes al club en una de las últimas conversaciones antes de la oferta colchonera. El Valencia CF instó al jugador a dar una respuesta lo antes posible para saber cómo maniobrar en su caso. Teniendo en cuenta que acaba contrato, puede negociar desde enero con quien quiera -de manera oficial- y salir rumbo a otro club. Sorpresivamente el Atlético se interesó, llamó y cerró la operación en tiempo récord con sus agentes-Stellar Sports Group- contestando así de manera indirecta a una posible continuidad en el club valencianista.
El Atlético lo quiere ya, y Bordalás ha dado el Ok a su salida siempre y cuando haya un recambio de manera inminente pero… ¿Lo hay?
Porque el Atlético está en todo su derecho –extraño por cierto hasta para los colchoneros- de pujar por Wass para suplir a Trippier; y el Valencia CF de retener al jugador lo que crea conveniente con el riesgo de que el jugador se pueda declarar en rebeldía como hizo Kondogbia y alegar molestias; o directamente cerrarle la puerta, no dejarle salir y que pueda bajar su rendimiento teniendo en cuenta que acaba su contrato.
Sea como fuere para mí el problema no reside en si sale Wass o no, el problema radica en ¿Quién viene? ¿Quién es el reemplazo?
Sacar a un futbolista como Wass que finaliza contrato por cerca de dos millones de euros en la ventana anterior a su finalización de vínculo contractual es una buena operación siempre y cuando haya una opción que le sustituya con garantías. Es ahí donde radica el miedo del valencianismo. Que no venga nadie o que sea un parche más que una apuesta real.
El club está buscando “temporeros” entendiendo este término como futbolistas eventuales que lleguen cedidos con opción de compra pero sin ningún tipo de obligación adquisitiva. Jugadores que puedan dar un rendimiento igual o mayor pero que no se coman el FPF ni tampoco comprometan las complicadas arcas del club. Es difícil por no decir imposible encontrar lo que buscan de la manera que rastrean el mercado.
Hay poco o nada que achacarle a Wass, que se iría dejando dinero y habiendo cumplido con su trabajo. Al danés no se le puede exigir sentimiento ni nada similar –por lo menos por mi parte- al nivel de otros jugadores que se han criado aquí. Es un profesional del fútbol al que se le presenta una oportunidad que, para él y los suyos, es irrechazable económica y deportivamente hablando. Siempre que no se declare en rebeldía –sin contar el conato veraniego en Paterna con sus agentes- y sea profesional hasta el último día, no hay nada que reprocharle. Si no quiere renovar y se le puede sacar rendimiento a su salida, mejor eso que nada.
No obstante, tengo dudas de quién puede ser su recambio. Se habla de muchos nombres que ahora mismo están fuera de órbita valencianista salvo que rebajen sus pretensiones, y está claro que Wass no ofrecía un rendimiento fuera de serie, pero a Bordalás le servía –y mucho-. No en vano ha sido titular en 20 de los 21 compromisos ligueros habiendo sido baja en uno por sanción. Bien sea por virtud o desgracia, en la plantilla no hay nadie polivalente a ese nivel ni tampoco en su posición específica en el centro del campo. Además, es respetado en el vestuario y goza de un status importante dentro de la plantilla. Me preocupa que realmente el Valencia CF sea capaz de encontrarle reemplazo sabiendo que el Atlético está dispuesto a subir ligeramente su oferta –y su presión- para llevárselo de manera inminente. Porque estoy convencido que se va.
“Nosotros, si queremos ser un club grande, también tenemos que fichar, obviamente. Y no porque lo diga yo, es la realidad. Lo dije hace poco. Milagros en fútbol se dan muy poquitos” decía Bordalás en su penúltima comparecencia; pues bien, para empezar el milagro tiene que comenzar por encontrar un jugador igual o mejor a Wass en poco más de dos semanas. Y milagros, se dan muy poquitos.