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Recuperar el ADN

6/05/2021 - 

VALÈNCIA. Está a un año de cumplir la mayoría de edad. El próximo domingo mientras el actual Valencia se juega su continuidad en Primera División frente al Real Valladolid, el club conmemorará el décimo-séptimo cumpleaños de la última Liga que se tiñó de blanquinegro. Aquella tarde de 2004 una cabalgada de Vicente en la que Sergio Ramos tan sólo pudo cogerle la matrícula y un recorte para la historia de Baraja provocaron el delirio más absoluto en las calles del Cap i Casal. Pero no solo en nuestra ciudad porque los que tuvimos la suerte de sentarnos en las gradas del Sánchez Pizjuán nunca olvidaremos cómo los aficionados sevillistas nos felicitaban sin reparos al comprobar como nuestro equipo había sido capaz de destronar a Real Madrid y Barcelona por segunda vez en dos años. De aquello hoy solo queda el recuerdo. Porque además, a partir de entonces, serían los del Nervión los que comenzarían a levantar trofeos sin parar, acabando, por ejemplo, con la Europa League de la pasada campaña.

La realidad actual en territorio che es radicalmente opuesta, aunque hay una cosa que nunca cambia: en el Valencia siempre hay algo de lo que hablar. Lo había entonces y lo hay ahora. Como es obvio, la semana ha venido marcada por la destitución de Javi Gracia como entrenador y el enésimo aterrizaje en el banquillo de Voro quien, haciendo honor a su nombre, se vestirá con el traje de salvador. En esta ocasión, a priori, la empresa se antoja algo más sencilla porque ganando en Mestalla, la permanencia del equipo no será matemática pero sí virtual. Una decisión que, tras no haber aceptado la dimisión del navarro en octubre, tenía que llegar. El vestuario necesitaba un cambio, algo que agitara el árbol lo suficiente como para que no exista posibilidad alguna de que se escape ni un solo punto de la final ante el Pucela. Y esperemos que así sea.

Con el Valencia en Primera -no dudo que así será- la elección del entrenador se antoja clave para evitar el innecesario sufrimiento de los últimos meses. Las dificultades económicas son las que son y no queda más remedio que aceptarlas. Sin embargo, incluso con ellas, nada justifica la pésima campaña que nos ha tocado vivir. Los blanquinegros no tienen tan mala plantilla como para deambular por la zona baja de la tabla a estas alturas del calendario. Y se ha llegado a este punto, entre otras muchas cosas porque 9 meses después, no sabemos a lo que juega el Valencia. Ni ataca ni defiende ni por supuesto tiene un estilo. Ni una idea. Y ahí es donde se tienen que asentar las bases del renacer blanquinegro.

Ese sello debe marcarlo el técnico. Un preparador que se ajuste a la idiosincrasia de una entidad centenaria cuyos éxitos siempre han tenido un denominador común: la solidez. El mal llamado fútbol 'feo'. O lo que es lo mismo, convertir a un equipo cuyo rendimiento ha sido mediocre, en un conjunto unido, aguerrido, incómodo y difícil de ganar. Probablemente sin la excelencia de épocas anteriores, pero al que marcarle un gol cueste sangre, sudor y lágrimas. O lo que es lo mismo, recuperar el ADN del Valencia. Proponer un estilo muy determinado de defensa y contragolpe y trabajarlo casi hasta la perfección. Olvidémonos de la estética de las élites para bajar de nuevo al barro, arremangarnos y de la mano de un entrenador con prestigio y carácter recuperar la esencia. Toca acertar. 

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