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la cantina

Revivir a Toni Lastra durante 42 minutos

7/04/2023 - 

VALÈNCIA. Vicente Merino anda empeñado en que le devuelva unas fotos que me prestó para un reportaje hace años, aunque intuyo que ya sabe que no tengo ni idea de por dónde paran. Pero después de hacer la broma de que se enfada, coge y me dice: “Palo Largo, ven aquí y dame un abrazo”. Merino es un veterano socio de Correcaminos con el que compartí muchos sábados por la mañana, al alba, corriendo en compañía del Grupo Salvaje, donde me pusieron, por ser alto y delgado, el sobrenombre de Palo Largo. El Grupo Salvaje era una tropa de corredores del club con querencia a darse grandes palizas a la carrera. Yo me aventuré con ellos durante unos años y allí encontré una gente fantástica que me enseñó mucho sobre esto que a muchos aún nos sigue gustando llamarlo simplemente correr.

Con Merino hice amistad, como con Andrés Martínez. Juntos formaban un dúo que recordaba a Jack Lemmon y Walter Matthau. Se quieren a rabiar pero, como cada uno habita en un polo de la política, les gustaba y les gusta chincharse y gastarse bromas que hacían reír a todo el grupo cuando, acabada la carrera del sábado, nos sentábamos a almorzar, por ejemplo, en el Tres Camins, un bar que hay al lado de la depuradora de Pinedo.

Merino se emocionó el miércoles por la mañana en La Filmoteca, donde Xavi Blasco y su banda de Crea Concepto, la productora, presentaron ‘Toni Lastra, l’home que volia ser Andrópolis’, un tierno documental que ha servido para recuperar y revivir durante 42 minutos -no podía ser otra cifra tratándose de un maratoniano- la figura de este corredor que fue determinante en la expansión de la afición por correr en València y el mejor ‘comercial’ que tuvo el Maratón Popular de Valencia, que era como se denominaba al principio.

Blasco ha ido pillándole el punto a la profesión, al complejo lenguaje audiovisual, con los años. Y en su programa de À Punt, ‘A correr’, cuida mucho los reportajes. Pero hace unos meses me llamó, quedamos y me comentó que llevaba tiempo queriendo hacer un documental sobre el gran Toni Lastra, un tipo que no sabía definirse como un corredor que escribe o como un escritor que corre. Yo le animé, claro. Primero porque era lo que estaba buscando y, segundo, porque Lastra fue un personaje fascinante. Con él mantuve largas conversaciones sobre esta afición loca por correr. Le gustaba contar sus entrenamientos, sus días de abstinencia antes de una carrera, su alimentación… Pero también todo lo que rodeaba a esta práctica: atletas míticos, lugares para entrenar, carreras legendarias, películas y libros que hablaban de maratonianos.

En un cajón aún conservo las dos o tres hojas manuscritas en las que enumeraba diez películas imprescindibles para los amantes del correr. Esa recopilación la hizo después de una comida en la que pregunté por una película que pudiera ver con un guion relacionado con el maratón o con un corredor. Me dijo que no fuera tan deprisa y una semana después me entregó en mano esas hojas con el nombre de las cintas, una ficha técnica y una sinopsis. La anécdota le retrata. Retrata a un hombre culto, concienzudo e apasionado por difundir su afición.

En mí encontró un aliado que no sólo sacó los colmillos por defender su Columna de Andrópolis en el periódico sino que aún sigue envenenado con el atletismo años después de su muerte en l’Eliana. Allí, donde vivía con su mujer, el alcalde, José María Ángel, tuvo un gesto hermoso -y en vida- con él. Puso una piedra con una placa recordando su figura junto a uno de los caminos que recorría habitualmente el Grupo Salvaje y, al lado, colocó una fuente para que todos los corredores pudieran hacer una parada y refrescarse, un guiño que le atravesó el corazón, ese corazón sensible que se emocionaba contando alguna de sus historias.

El punto fuerte del documental, más allá de testimonios valiosísimos de gente como Paco Borao, Alfredo de Ibarra, Recaredo Agulló o Juan Botella, es el encuentro de sus dos hijos, Toni y Rafa, en la casa familiar en L’Eliana con muchos de sus recuerdos encima de la mesa. Porque muchos de los que estamos en el radio de acción de Correcaminos y tenemos el privilegio de ser amigos de Toni Egea, Monti, Paquito o Eduardito Gómez ya conocemos muchas de las historias, y leyendas, que circulan desde hace años sobre este corredor, un hombre adulto que dejó de fumar y se puso a correr la tarde previa a una Nochebuena que se enfadó con su mujer y se fue al cine Eslava a ver ‘Running’, le película que cuenta la historia de Michael Andrópolis, el personaje interpretado por Michael Douglas. Pero sus hijos, sobre los que proyectó sus inquietudes -con uno, el mayor, de aspecto lorquiano, le contagió su pasión por los libros y la filosofía, y al otro, al pequeño, le metió el fútbol y el levantinismo en vena-, son los que aportan los recuerdos más fieles y más diferentes. Al final todos éramos amigos de Toni, pero ellos eran sus hijos.

El problema de este tipo de trabajos es que tienen una vida corta y una difusión limitada. Y es una pena. Porque Toni Lastra era una persona tan apasionante que merecería calar más hondo en la sociedad valenciana. Algunos lloramos aprovechando la oscuridad de la sala de La Filmoteca y disimulamos cuando se encendieron las luces. Y nos fuimos a casa paladeando aún los recuerdos de este hombre irrepetible, pero también un poco tristes porque lo echamos mucho de menos. Porque sabemos que no habrá otro como él.

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