opinión

Revolución sin trellat no es revolución

Hay un CEO que aprieta, un entrenador que exige, una secretaría técnica bien formada y amplia, un Director Deportivo que... bueno, Director Deportivo sigue sin haber... pero no hay dinero, ni mercado para demoler vicios de un vestuario roto y pestilente...

24/05/2017 - 

VALENCIA. Todo mal. Todo un desastre. Las dos peores temporadas de la historia, superando los guarismos de las campañas de los años 80. Todos fuera, hombre. No vale ninguno.

Palabritas muy monas en estos tiempos, y que seguro tendrán miles y miles de retuits. Pero mira, siendo verdades absolutas, siendo cierto que la convivencia está más que rota entre la plantilla y la grada, entre la misma plantilla y entre ésta y el club, que es necesario abrir ventanas y cambiar rostros, no es menos cierto que eso se lleva haciendo con asiduidad durante los últimos años y los problemas resurgen con suma facilidad.

Cómo justificar la escabechina como método redentor para salir del paso cuando en cuatro años moviste 50 jugadores; y respecto al último curso cambiaste 14 fichas, con llegadas en enero que suman 16 caras nuevas. ¿Eh? 16 cambios en una plantilla de 22 supone cambiar prácticamente al equipo entero.

A ver si no trata sólo de jugadores. A ver, pongamos por caso, si el tema es mucho más complejo.

Porque a lo único que se dedicó el Valencia durante estos años fue a la salvajada pura y dura. A perder tiempo y recursos dando bandazos, haciendo favores a representantes de cabecera configurando un dream team de sets i vuits. Sin plan, ni hoja de ruta. Porque el drama es tal, que en una legislatura vendieron futbolistas por 260 millones, 427 en ocho años, y ni tienes equipo, ni has liquidado deuda, ni acabaste el estadio viéndote ahora hundido en la miseria, haciendo cuentas a ver de dónde sacas dos euros para fichar un maldito central que no caiga de cul al chafar el área.

Leyendo once anillos, el magnífico libro del exentrenador de la NBA Phil Jackson, descubres lo complicado que es armar un vestuario. De cómo la actitud infantil del deportista de élite, sensible hasta el extremo, le lleva a desconectarse con una simple declaración mal interpretada, o al sentirse inseguro. Muestra, que en el fondo, el deporte es más de mente que de piernas. Una cuestión de confianza.

Ahí está una pata de la problemática de esta entidad, en las estructuras. En la anarquía, la ausencia de mando. Esto trató de 22 futbolistas dejados de la mano de Dios con un entrenador vendido porque detrás no había nadie respaldándole.

Ahora se da una paradoja curiosa. Hay un CEO que aprieta, un entrenador que exige, una secretaría técnica bien formada y amplia, un Director Deportivo que... bueno, Director Deportivo sigue sin haber... pero no hay dinero, ni mercado para demoler vicios de un vestuario roto y pestilente. Se antoja un verano muy interesante para observar el manejo en estos mares, en cómo captan jugadores desconocidos que se ajusten a una necesidad concreta y estudiada, fabricando un bloque con sentido. En si mirarán mentes además de highlights evitando así errores del pasado. Cómo sacarán morralla o qué jugadores se podrán reciclar proporcionándoles un entorno adecuado.

Uno de los asuntos que más me interesa es observar cómo contrarrestan las carencias de un roster necesitado de líder, un carácter, además de un mayor físico sin poder tirar de billetera. ¿O sí habrá billetera? También estaremos atentos a si Marcelino es capaz de suplir necesidades él mismo imprimiéndoles una mentalidad hoy en día nula, haciéndoles creer en algo en lo que no creyeron nunca. Ahí debe residir el valor añadido aportado por el entrenador. Y su éxito en esta empresa.

Ay, la vida real es más puñetera de lo mostrado en un simple juego de bajas y altas anotadas en el papel. Para no fracasar de nuevo en el mismo escenario el Valencia tendrá que mejorar mucho y muy bien primero. Me resulta excitante esta expectativa y el camino minado que debe recorrer para fraguar. De fracasar, cambiar cromos cambiará, pero arreglar no arreglará nada.