/ OPINIÓN

Rodó la pelotita

19/07/2022 - 

VALÈNCIA. Todavía no sabemos dónde está el nivel de exigencia del equipo de Gattuso. Imagino que, si echo mano de mis recuerdos del bravo futbolista italiano, la cosa irá por la intensidad por encima de todo y por la bravura como requisito para estar en el once titular. Un partido de pretemporada nada arroja a nadie, solo a los técnicos, que empiezan a calibrar los esfuerzos y las voluntades. El de ayer, por ejemplo, poco va a aclarar y mal haremos si sacamos conclusiones en cualquiera de las posibles direcciones en las que podamos sacarlas. No perdamos la referencia de la auténtica naturaleza de este tipo de partidos.

Hay quienes buscan algún oasis entre tanto desierto y quien no se contenta es porque no quiere, que dirá aquel. Sí, está claro, pero el horizonte, queramos o no, sigue siendo el mismo, porque no hay cambios de nada: la economía sigue igual de delicada; la parcela deportiva sigue sin cabeza profesional que la dirija; el viejo y el nuevo estadio están como están, etc. Es decir, lo único que tenemos es: un técnico que sabe de qué va esto (Bordalás también) y un club que no se sabe aún a dónde va. Esa es la realidad impepinable, la hoja del presente, la constancia de los hechos. Otra cosa es con qué ojos queremos verlo.

La magia reside en la ilusión del valencianismo, que recibe estusiasmado unas camisetas con encanto, que apuesta por el fin de la pesadilla y que aspira a que todo lo se venga abajo en el primer mes de competición. Más o menos, en la época Meriton, el equipo se suele desinflar por el mes de noviembre, por lo general, cuando ya comienza a estar bien lejos de casi todo, excepto de la copa, que viene más tarde.

Lo que se ha visto, hasta el momento, en el campo (único espacio donde las cosas pueden cambiar de verdad) es que Gattuso hará que el equipo apueste con un contragolpe eléctrico, siempre y cuando dejen a Guedes en el club; también se evitan los pelotazos arriba, tan de Bordalás; y, finalmente, que le queda mucho, muchísimo, trabajo en defensa, como siempre. Y habrá que preguntarse si esa endeblez defensiva, generalizada, no es consecuencia del constante baile de jugadores que ha venido realizando el equipo de la mano de Meriton.

Poco más se puede extraer de lo que se está viendo en el Valencia CF durante estos días: su habilidad para acercarse un poco más a Compromís, su capacidad para intentar darle un cambio estético a una cosas que es la misma, sin cambiar en nada, de lo que viene presentando una y otra vez, y poco más que añadir. Al menos nos quedan esos partidillos de verano, llenos de miradas intrigantes, de comparaciones odiosas y no tanto.

Esto es, al fin y al cabo, la realidad que tenemos hoy, y que nos puede ir dando una forma más o menos optimista, dependiendo de si la pelotita entra o no, de si Gattuso ve equilibrado su equipo o no, de si vendemos hasta el botiquín, o no. Es un melón que está por abrir, como es normal, y eso da su punto de esperanza e ilusión, pero si te haces un recorrido mental, quizá acabes bastante decepcionado por cómo suelen acabar estas historias de romance inmediato, precoz, de verano juvenil .

Yo recuerdo las pretemporadas con un cariño especial: ese olor de césped, las sesiones de entrenamiento doble, la temperatura a última hora de la tarde o a primera de la mañana, la concentración que sentías durante ese tiempo, mucho más intensa que durante la temporada…son cosas que se quedan ahí marcadas y que, por imitación, crees que están sintiendo los jugadores del Valencia CF. Una época preciosa que me devuelve a la mayor grandeza que tiene este deporte y que hace que siempre que rueda el balón se me acabe pasando todo y me centre en querer disfrutar de un partido de mi equipo. Eso, quizá, lo podemos llamar valencianismo, no lo sé, pero es ver ese escudo en el pecho, los chavales dándolo todo en los entrenamientos, el balón rodar y las primeras carreras, y se me va la tristeza que me da ver a mi club hecho a tiras, con sus harapos económicos. Todo y nada cambian, al mismo tiempo: no cambia todo lo bonito que nos deja este equipo en nuestra propia vida; cambia todo lo demás que, en verdad, acaba sobrando de la ecuación. En todo esto, lo siento, Lim no me entra en el resultado, ni su método, ni sus formas, ni su manera de pedir disculpas, que es no pidiéndolas por las barbaridades que ha hecho. Pero bueno, no puedo pedirle a los cangrejos, por ejemplo, que sean comprensivos con mis pulgares ¿no? Pues eso.

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