VALÈNCIA. Mal vamos si el equipo tiene que poner demasiados parches a todos los rotos que se nos presentan. Mal vamos, porque la tela no da para mucho más y se empiezan a ver las costuras dañadas, los descosidillos esos que se hacen en las comisuras más ocultas de las prendas. Lástima de escalada entonces, porque todo el esfuerzo hecho no valdrá para nada: si hacen falta un central, un lateral derecho, un relevo para Parejo y un punta que ofrezca algo más que Gameiro, Sobrino y Manu Vallejo juntos…entonces es que algo se hizo muy mal desde el principio. Si le sumamos la pobrísima aportación de Cheryshev en las dos temporadas que lleva aquí (pobre porque no justifica ni la mitad de lo pagado por él), la ausencia física y mental de Kondogbia o el letargo de Guedes, entonces estamos ante las puertas del apocalipsis valencianista, porque comenzará a pintar muy mal si esto no cambia pronto y los números de Celades irán cayendo del lado de los Neville, Ayestarán y cía. Y cuando digo esto estoy claramente señalando también a los responsables (no culpables) de buena parte de estos fichajes, porque Sobrino, Manu Vallejo (quizá de lo mejor que se ha traído) y Cheryshev fueron fichajes de la factoría Alemany-Marcelino, y los Correia y Mangala de la propiedad manufacturera. Pues ni uno ni otros: cuatro fichajes innecesarios (dejo, de nuevo, a Vallejo fuera de esto) que suman un total de veinticuatro millones de euros (sin contar sus fichas), echados al cubo de la basura porque su aportación es nula o, peor: pobre. Ahora pongamos los casos de Guedes, Kondogbia y Gameiro, que están a muy bajo nivel y ya los números se nos disparan.
Del delantero francés no puedo decir tampoco gran cosa: el chico lo intenta, está algo desasistido, pero no soluciona nada y ya tiene una edad. No sé si se justifica lo pagado por él, pero me parece un jugador honesto y profesional, lo malo es que debería ofrecer otro rendimiento, porque sin Rodrigo no hay party: nadie es capaz de romper una línea, de aplicarle calidad en los metros finales. Maxi está para otras cosas. Si a esto le añadimos la pobreza defensiva de Daniel Wass, con la inseguridad que transmite cada vez que le cae el balón en los pies, o el bajón tan grande que ha dado Gayá en los últimos partidos, pues poco más podemos esperar de este equipo que, para más desesperación del respetable, se ha quitado el mono de trabajo y ha comenzado a jugar a las canicas, sin intensidad, sin concentración y sin alma. Fíjate que nunca me gustó Gabriel Paulista y el chico está tapándome la boca con su tesón y entrega y espero que siga siendo así, porque el gran beneficiado es (y será) el equipo.
Lo malo de todo esto es que Albert Celades no acaba tampoco de dar con la tecla: es como si, de pronto, la adaptabilidad se le hubiese evaporado en las jornadas de descanso y su discurso careciera ya de fuerza para motivar a una plantilla que, de momento, está aún lejos de conseguir sus objetivos, salvo que nos conformemos con pasar a octavos de la Champions y sansacabó. ¿Se trata de ponerse ahora alarmistas o tremendistas? No y sí, porque mirar para otro lado no nos ayuda, el silencio corrompe las evidencias y los defectos, los enquista y disipa los motivos en vagas hipótesis que a nada nos conducen. Todo es cuestión de saber qué somos y cómo actuamos, por eso es importante que el Valencia CF tenga claro que es un grande con espíritu humilde y que aquí no se gana ni un solo partido caminando. Y ojo que esto es también un aviso para Las Gaunas.
Si a un equipo le hacen demasiados rotos, al final el descosido es tan grande que no hay parche que valga y es eso lo que temo: que las virtudes de esta plantilla se evaporen y que las carencias se hagan demasiado visibles, porque entonces seremos aún más frágiles, más débiles frente a cualquier rival: el domingo el equipo en descenso eras tú, no el Mallorca. Un mal día lo tiene cualquiera, pero lo cierto es que hay ya una cadena grande de malos días y esto hace que nunca acabes de ser un equipo fiable y eso que, en muchas ocasiones, esta gente ha dado la cara como jabatos. Y cuando así ha sido, se ha dicho y aplaudido. Hoy toca agachar las orejas y entender que los descansos no son para desconectar de tu profesión, sino para tomar aire y recuperar fuerzas y hay una parte de la plantilla que ha llegado físicamente peor tras los parones de diciembre y enero. Habrá que preguntarse el motivo, pero no me gusta la respuesta. No me gusta nada, porque si el motivo es el que se dice por ahí, entonces habría que hacer un roto y un descosido a más de uno. Mientras tanto, seguimos esperando una versión buena de este equipo de principio a fin, pues todavía no la hemos visto… bueno sí, en la final de Copa del año pasado: no sé cuánto queda de aquel espíritu hoy, pero sería necesario invocarlo, porque esta pendiente empieza a inclinarse hacia abajo y luego cuesta muchísimo cambiar su dinámica.