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13 de noviembre / OPINIÓN

Saber decir adiós… saber despedir

21/06/2022 - 

VALÈNCIA. Hay componentes en el mundo del fútbol que adquieren una relevancia aún mayor que el propio rendimiento deportivo y que sirven para vislumbrar un camino lo más recto posible. Me refiero a la necesidad de decir adiós como toca, de pasar página sin daños colaterales y con la conciencia tranquila, de construir un relato sin injerencia ninguna, controlando los tiempos, y de despedir con justicia a los que se han dejado la vida por tu escudo. Está claro que todo se agrava y se tiene menos tacto, paciencia y permisividad cuando se viene de un fracaso, cuando se han cometido tantos errores, y no solamente por lo que sucedió en el verde, aunque es evidente que el descenso condiciona lo demás.

Por esa frustración cuesta y mucho encontrar luz y tendemos a darle demasiadas vueltas a cualquier decisión que se adopta sea el protagonista que sea. Con o sin razón. Con o sin argumentos. Porque el fútbol, como dijo Nafti en su ciclo de entrevistas, se está convirtiendo en un circo, en una serie de Netflix y al final, salvo contadas excepciones, nadie acaba de decir todo lo que piensa o cuando pretende dar ese paso adelante erra en su mensaje, se queda a medias y opta por un discurso efectista, pero nada efectivo.

Las despedidas de Alessio y Morales generaron lecturas antagónicas. Lo que les une es que fueron ‘despachados’ en redes sociales por el club con pocas palabras y algún emoticono. “Esta siempre será tu casa. Toda la suerte, Alessio” y “Gracias por todo, José” como respuesta a sus respectivas salidas es insuficiente. De cara al aficionado, uno ha salido por la puerta grande y otro por la de atrás. No hace falta que lo especifique y sabéis que me sabe fatal por el Comandante. Es muy complicado ser leyenda y él perdió la oportunidad de serlo al no reaccionar nada más que se filtró que había decidido marcharse al Villarreal. Llegué a pensar, en más que de una ocasión (llamadme iluso), que habría un instante en el que esa decepción que ha dejado entre el levantinismo su marcha, que él mismo propició al hablar más de la cuenta, pudiera minimizarse.

Lo que consiguió con su vídeo en la soledad del Ciutat, sin nadie que le acompañara salvo unas imágenes de recuerdo y varias narraciones de sus goles como recursos de sus palabras, fue un sentimiento de indiferencia, que es la peor sensación que existe en este deporte, con todo lo que había sembrado un futbolista como el ya excapitán. Al final, e insisto que me duele una barbaridad, hay que asumir que estas son sus cartas, que las ha querido jugar así. Que ha emprendido esta hoja de ruta y con estas consecuencias. Porque hay cosas que ya no se pueden explicar porque hace tiempo que el ‘11’ va tarde. Lo mejor para todos es que cada uno siga su camino.

Si el adiós de Morales me entristece porque creo que lo ha gestionado fatal, el de Alessio Lisci no me ha parecido justo porque de puertas para dentro, en esos “23 días desafortunados” hacia su figura (como dijo en su comunicado), es imposible meter más la pata a la hora de despedir a un valor de club que cogió al equipo desahuciado y casi culmina el milagro. No discuto que se decida apostar por otro entrenador para el proyecto de regreso a Primera; lo que reclamo es que hay que cuidar las formas con los tuyos y con el italiano se ha escrito otro capítulo más en esa incapacidad para saber cerrar los ciclos como Dios manda. Ahí es donde veo la injusticia… aún más asegurando que necesitaba seguir formándose para adquirir más bagaje como esgrimió Felipe en la presentación de su relevo. Lo vuelvo a decir: desafortunado comentario.

Alessio se ha marchado como un señor, con clase, con una carta sentida, profunda, de corazón, ejemplar. Hay que darle las gracias por haber dignificado el escudo hasta el extremo, por haber conseguido que creyéramos en la gesta, aunque fuéramos conscientes de que este desenlace estaba prácticamente escrito, y por haber resucitado a un vestuario que estaba muerto por obra y gracia de una combinación de innumerables factores adversos. Los que eran de su radio de acción, los del día a día, los logró reducir para aferrarse a la vida, aunque no fue suficiente. Me da rabia que el desenlace pudo haber sido diferente y que su futuro en el Levante no tuviera fecha de caducidad. Por lo menos logró generar un debate interno que parecía imposible desde que se tocó fondo antes de la visita al Wanda Metropolitano.

Si alguien no se mereció este desastre, o de los que menos responsabilidad otorgaría, ese fue Alessio. Su salida debe estar envuelta de respeto y agradecimiento tras un historial impecable desde la factoría. Del Juvenil de División de Honor al primer equipo en un año. En diciembre de 2020 daba el salto al filial tras la destitución de Tevenet y el 7 de diciembre de 2021, el Levante lo ratificaba en el primer equipo tras su condición de interinidad en el encuentro de Copa frente al Huracán Melilla y de Liga ante Osasuna. Una progresión acelerada hacia la máxima categoría por las circunstancias.

Me quedo con su espíritu guerrero, con su capacidad de defender estos colores (sus colores) y con el cariño (recíproco) de la afición, porque era uno de los más aplaudidos por el Ciutat cada vez que sonaba su nombre. “Muchas veces decís: ¡El Levante somos nosotros!, y eso es una gran verdad”, exponía en su despedida para argumentar esa conexión. Por supuesto que Alessio también ha tenido sus errores, con situaciones de gestión de plantilla o lecturas de partido que no han dado resultado, y que pudieron precipitar su futuro mucho antes. Sin embargo, le dio la vuelta a la hoja de ruta, tuvo que convivir con una pistola apuntándole al cogote muchas semanas y, pese a desafiar al abismo, logró convencer al vestuario de que había que luchar hasta el final.

Es una pena que la autodestrucción se haya llevado por delante al entrenador con más proyección de la cantera de Buñol. Puede que su momento en Primera División llegara más pronto de lo debido, que los tiempos se precipitaron por la caída libre que había que frenar como fuera, pero el destino se escribió así y Alessio asumió el reto sin miedo porque era la oportunidad de su vida, porque el cuerpo le pedía jarana y lanzarse a por todas, porque creía en sus cualidades y porque se sentía preparado para cambiar la crónica de una muerta anunciada. E igualmente entendía perfectamente que si las cosas no se hubieran torcido tanto no hubiera dado el salto. Al ‘chico de prácticas’, como hubo muchos que injustamente así le llamaban, incluso hasta jugadores, le tocó madurar a toda la velocidad y demostrar que el fútbol no entiende de categorías.

Alessio, por supuesto que puedes estar tranquilo de haberlo dado todo, de haber hecho un buen trabajo, aunque lamentablemente no se haya podido traducir en una histórica salvación. Has vivido un máster de resistencia, de supervivencia. Has tenido que ponerle buena cara al daño con el riesgo a que te la partieran más de una vez sin merecerlo. Has sido entrenador, director deportivo, portavoz del club y hasta guardaespaldas de los jugadores. Has tenido que convivir con tantas y tantas cosas que era (casi) improbable que acabaran en final feliz por mucho empeño que le pusieras. Seguro que te llegará un reto bonito para seguir demostrando tu valía porque te lo mereces.

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