VALÈNCIA. En estos días de cuarentena, de ser responsables y quedarnos en casa, me acuerdo y mucho de mis compañeros de Superdeporte, de la que será siempre mi familia periodística aunque ya no forme parte de sus créditos desde junio pasado. De César, Mari Carmen, Rafa, Bruno, Leiva, Monsalve, Linares, Carsí, Pascu, Valero, Bengoa, Andrés, Fran… de un equipazo de Primera División. En aquellas cuatro paredes aprendí a sobrevivir, a resistir, a aguantar carros y carretas, a contener emociones, a dejarme llevar por la efervescencia, a veces desmedida, rozando la imprudencia y, como todos, también metí la pata. Hubo sombras como en todas las casas, pero quedaban enterradas por las risas infinitas. Sobre todo disfruté estampando mis reflexiones en negro sobre blanco. Esa pasión en un día a día por momentos diabólico daba sentido a mi vida y me otorgaba un equilibrio bastante particular. Aunque muchas veces esa intensidad me impedía ser consciente del tiempo que estaba malgastando. Lo que cuenta, lo más importante, es que aquellos 16 años en la ‘mina’ me regalaron alianzas que perdurarán para siempre.
¿Y ahora de qué van a escribir? No hay momento de este confinamiento que no me haga esa pregunta y seguro que ellos la han escuchado una y otra vez de sus más allegados. También he pensado en qué van a contar Edu, Jordi y Víctor en Onda Cero, o Lázaro, Nahuel y Luco en Radio Marca. Pronto volveremos a esas tertulias sin pelos en la lengua de los martes. Estoy convencidísimo. Y en esta montaña rusa de emociones que está siendo este Levante 2019/20 no me puedo olvidar de mi escuadrón de CV Radio, de Jordi y mi tocayo Ledesma, que ya temía que tras el partido contra el Granada podía desencadenarse todo este jaleo y el fútbol pararía justo antes de la visita a Mestalla. Que el estado de alarma no nos quite las ganas de seguir contando historias, aunque con el paso de los días la sensación de vacío vaya a más. Volveremos más fuertes y con argumentos para seguir poniendo letra y música a una temporada señalada, la de los 110 años de historia.
Y por supuesto mi ’13 de noviembre’ en Plaza Deportiva. Ese puñado de caracteres de libertad que Miguel y Fuster me brindaron desde el primer instante para plasmar mi percepción granota. Desde ‘La teoría de la bipolaridad’ después de arrancar la competición con seis puntos de los doce primeros a ‘Once jornadas para no enredarse’ y la sensación de indiferencia que dejó el equipo tras el último encuentro en el Ciutat. No quería cerrar la persiana por el coronavirus. Ni incluso optar por la cuarentena. En este #YoMeQuedoEnCasa que todos debemos cumplir me apetecía acordarme de mis compañeros y dejar unas pinceladas de lo que me hubiera gustado escribir si nada de esto estuviera sucediendo.
Llegaba el Levante al derbi de bajada. Del subidón tras tumbar al Real Madrid en Orriols al volantazo brusco e inesperado en Ipurua y un empate en casa (el tercero del curso) por un error muy evitable ante un rival que llegaba agotado mental y físicamente al quedarse a las puertas de la final de la Copa del Rey. Jugar ante el Valencia es uno de esos retos sin necesidad de motivación porque va de fábrica. El partido más esperado por el aficionado granota y el que iba a convertir a Paco López en el entrenador con más encuentros en Primera (77). 13 visitas en Liga y solamente cuatro empates conforman el pobre bagaje en Mestalla. Jamás el Levante ha logrado ganar en territorio comanche, pero al vecino también se le resiste sumar los seis puntos de una tacada. Una visita con momentos dulces, para sonreír. El 0-0 del 15 de mayo de 2011 y la histórica celebración de la permanencia de Ballesteros. El gol de Koné en la temporada siguiente, la del acceso a Europa, en quizás el encuentro en el que los granotas tuvieron más cerca la victoria. Y el 2-2 con el tanto de Barkero en el minuto 88, en la 2012/2013, en la víspera de la ida de octavos de final de la UEFA ante el Rubin Kazan en el Ciutat. Así como unos cuantos cabreos, que son más que alegrías. Dos de ellos en la lista negra: el ‘entró, entró’ del gol de Mista a Mora y la bofetada a mano abierta de Medié Jiménez cuando invalidó el tanto de Coke por el empujón de Gabriel Paulista sobre Gayà en el derbi de febrero de 2018. Demasiadas cuentas pendientes y, en el caso de Paco López, un reto personal ya que de las 29 victorias que lleva con el primer equipo granota le falta derrotar al Valencia (acumula un empate y dos derrotas).
Cada vez que llega este encuentro de rivalidad siempre tengo la sensación de que por fin ha llegado la hora de ganar en Mestalla y de nuevo lo creía. Esta vez porque delante iba a saltar a escena un Valencia de circunstancias, con una eliminatoria en Champions muy condicionada y una plantilla intentando sobreponerse a las lesiones. Pero no olvido que el foco en el duelo de la primera vuelta estuvo en la retaguardia azulgrana, con la ausencia de los cinco centrales naturales de la plantilla. También pensaba en la conquista porque este Levante, y en el fondo me cabrea, muestra su versión más potente en los escenarios más enrevesados. Porque es un equipo de traje de gala y no se siente cómodo cuando tiene que enfundarse el mono de faena y ensuciarse más de la cuenta. Porque no hay que olvidar que es un equipo que ha conseguido derrotar en una misma temporada al Barcelona y Real Madrid en Orriols y en sus feudos solamente cayó por la mínima.
Lo que me hubiera gustado escribir es que el levantinismo se ha curado del ‘virus’ de cada visita liguera al feudo blanquinegro. Todavía no es posible. Con paciencia y responsabilidad llegará ese momento de acabar con la maldición, devolver el revés de la primera vuelta y que la guasa de los “seis puntos seguros” siga sin producirse. La espera tendrá recompensa; todo a su tiempo. La crisis del coronavirus, sin infectados tanto en el cuerpo técnico como en los jugadores del Levante, acabará siendo un paso atrás para coger impulso. Un caer para levantarse con más fuerza que nunca. Futbolísticamente hablando, un parón obligado que servirá para que Paco López recupere efectivos (Rochina, Radoja, Hernani y Róber Pier) de cara a lo que restará de competición cuando pueda reanudarse.